No soy anti-Olimpiadas. (¿Quién podría ser?) Me encanta enredarme en la emoción de la competencia tanto como a todos los demás, pero no puedo sino luchar con algunas cuestiones más profundas del corazón relacionadas con el rendimiento. Nunca voy a ganar una medalla de oro, nunca voy a competir con los atletas más élite del mundo, pero aun así siento la presión de actuar y encontrar mi valor en el aplauso de otros. ¿Tú también?
Las Olimpiadas pueden ser más que solo buen entretenimiento. Los juegos pueden funcionar como una lección objetiva viviente, un sermón que cada uno de nuestros corazones necesita escuchar sobre la verdad de Dios y nuestras obsesiones con el rendimiento. Si disfrutaste de la transmisión en vivo, toma tu Biblia. Sea que seas una atleta olímpica o una Jane normal como yo, aquí hay tres promesas sobre el rendimiento.
1. No hay ceremonias de medallas olímpicas en el Cielo.
Algunas veces hablamos del cielo como si fuera un lugar donde todos nuestros logros y buenas obras serán analizados como un video de deportes destacados. Imaginamos que Dios va a poner las cosas buenas de un lado de la balanza y las malas en el otro.
El evangelio elimina esa imagen.
“No hay justo, ni aun uno” (Rom. 3:10).
Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (Rom. 3:23).
Si vives para llegar a los 100 años, no vas a lograr suficientes “buenas” obras que pesen más que tus pecados. Únicamente la gracia de Dios puede inclinar las balanzas.
Nunca nadie va a ganar su entrada al cielo. Justo como nadie puede ganar el amor de Dios. Somos Suyas porque Él nos escogió y porque Él fue a la cruz para redimirnos – no porque entrenamos, hicimos sacrificios y ganamos la competencia.
Cuando siento la tentación de intentar ganar el amor de Dios o me siento preocupada porque de alguna manera lo perdí por los que he hecho o no he hecho, he entrenado mi corazón a repetir lo siguiente:
Jesús, voy a medir Tu amor por la cruz y Tu poder por la resurrección.
Dios es el único sobre la plataforma. La cruz pone Su amor en visualización completa. No lo he ganado. No lo merezco, pero soy una beneficiaria bendecida por ello.
Jesús ganó la medalla de oro y luego la compartió con el resto de nosotras.
2. Nosotras importamos porque tenemos Su imagen.
Existen cientos de atletas Olímpicos que serán recordados porque ganaron o perdieron en los Juegos Olímpicos del 2016. Su estatus como atletas olímpicos los va a definir. Lejos de una colisión con la verdad, predigo que su sentido de valor va a estar atado para siempre por lo que ellos hicieron o no hicieron en Río.
No necesitas ser una atleta Olímpica para sentir este tipo de presión. Tal vez tu sentido de valor está enredado con algo que puedes hacer. Tus calificaciones, tu calificación del SAT, tu trabajo, tus pasatiempos, tu familia, tu situación sentimental…
Cualquier momento en el que colgamos nuestras esperanzas de tener significado en el gancho de nuestros logros, estamos destinadas a batallar. Creo que Dios ha puesto la pregunta, “¿Yo importo?” en los corazones de todas nosotras. Pero Él también la respondió con algo que nada tiene que ver con nuestro rendimiento.
Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya,
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Gen. 1:27).
- Tú llevas la imagen de Dios. Los misterios del Creador del universo están estampados en tu mismo ser.
- Tú importas porque fuiste creada por Él y reflejas algo sobre Él.
- Tus logros no definen tu valor.
- Tus errores no definen tu valor.
- Tu belleza no define tu valor.
- Tu novio no define tu valor.
- Tu Creador define tu valor.
3. Corre por una corona incorruptible.
Dios no da medallas de oro por un salto con pértigo perfecto o un clavado impecable. Tú ya eres Suya. No lo tienes que ganar. Pero existe algo como divisa del reino, recompensas guardadas para aquellos que viven como Cristo. En lugar de vivir nuestras vidas para ganar medallas de oro, las mejores calificaciones o me gustas en Facebook, la Palabra de Dios nos anima a buscar aquello que va a durar.
Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. (1 Cor. 9:25 NVI).
Llegará un día cuando todo lo que hayamos hecho para ganar atención o recompensa para nosotras mismas va a consumirse y desaparecer (2 Pedro 3:10), pero las cosas hechas para Cristo y Su reino van a permanecer, refinadas como oro por el fuego.
Lo he escuchado dicho de manera diferente: “Las cosas en la tierra pasarán; solo lo que sea hecho para Cristo permanecerá”.
¿Estás viviendo tu vida para una corona que no puede permanecer o estás almacenando tus tesoros en el cielo?
Una revisión del corazón olímpico
Necesito recordatorios frecuentes, algunas veces recordatorios diarios de que mi valor está en Cristo y mi meta es glorificarlo a Él. No existe medalla suficientemente brillante para hacerme más importante para Él o un logro lo suficientemente grande para ganarme Su gracia y favor.
Mientras veo las Olimpiadas, agradezco por la revisión de corazón de que Cristo es vencedor final y que puedo compartir esa victoria por Su gracia, no por mi habilidad para desempeñarme.
¿Te han predicado las Olimpiadas algún sermón? Cuéntame en los comentarios abajo.
Antes de hacerlo, asegúrate de ver este poderoso video del medallista Olímpico Shwan Johnson. (Activa los subtítulos en español)
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