Cuando estás en medio de una prueba en la cual te sientes como si estuvieras en un desierto sedienta y necesitada, pero no logras ver nada más que desolación, ¿cuál es tu reacción? ¿Recuerdas que tu buen Dios es quien te ha guiado hasta ahí y, por lo tanto, puedes confiar en que Él te va a sustentar o te enojas y endureces tu corazón al creer que Dios te ha abandonado?
Si somos honestas, nuestro corazón se endurece al dudar de las promesas de nuestro Dios mucho más fácilmente de lo que quisiéramos admitir.
Te ha pasado que mientras lees el Antiguo Testamento y ves las caídas del pueblo de Israel pasan por tu mente pensamientos como: «¿Por qué son tan necios? ¿Cómo pudieron hacer eso contra el Señor?». Y justo en ese momento cuando comienzas a juzgarlos, viene el Espíritu Santo y te muestra lo mucho que te pareces a ellos.
El año pasado, mientras leía Éxodo en mi tiempo devocional, el Señor me confrontó, pero también me mostró una dulce verdad para aplicar en mi vida que me gustaría compartirte.
Su misericordia nos ha guiado hasta aquí
Desde el inicio de este libro podemos ver la gran misericordia y amor de Dios por Su pueblo. Habían sido terriblemente oprimidos por años, pero el Dios del que solo habían oído hablar, escuchó su clamor (Éxodo 2:23-25) y decidió rescatarlos. Les mostró sus maravillas en cada plaga y cuando se vieron acorralados por sus enemigos, puso al ángel y a la nube que los guiaban detrás de ellos como barrera y protección (Éxodo 14:19-20) mientras abría el mar Rojo. Y cuando estuvieron a salvo del otro lado, vieron a sus enemigos muertos a la orilla del mar (Éxodo 14:30). ¿Te imaginas la seguridad, paz y gozo que inundaba sus corazones al ver que su Dios estaba por ellos?
El cántico que Moisés y el pueblo entonaron en el capítulo 15 nos muestra sus corazones desbordando en alabanza, confianza y gratitud. Habían sido rescatados por una gracia que no podían comprender.
El versículo 13 del capítulo 15 dice:
«En Tu misericordia has guiado al pueblo que has redimido; con Tu poder los has guiado a Tu santa morada» (énfasis añadido).
La palabra misericordia aquí es la traducción de la palabra en hebreo hesed, que se refiere a la lealtad y devoción de Dios por Su pueblo. Estaban cantando sobre el gran e incomprensible amor, devoción y fidelidad de Dios por ellos.
La misericordia es dulce cuando recordamos lo miserables que somos. Ellos cantaban porque no había otra respuesta a tan grande gracia.
Endureciendo el corazón en incredulidad
Esa alegría y confianza se desvanece tan solo unos cuantos versículos después. En el mismo capítulo 15 del versículo 22 al 27 vemos al pueblo murmurando por la falta de agua y porque las aguas que encuentran después son amargas, pero el Señor responde sanándolas y mostrándoles que Él es Su sanador.
En el capítulo 16, el pueblo murmura nuevamente por la falta de comida y el Señor les responde en Su gracia enviándoles maná y codornices para mostrarles que Él es el Señor su Dios. También les establece el día de reposo y les muestra Su provisión aun para ese día.
La murmuración continua en el capítulo 17 cuando el pueblo se queja nuevamente por falta de agua y muestran el corazón de sus murmuraciones y quejas al preguntar: «¿Está el Señor entre nosotros o no?» (v. 7).
El pueblo había visto al Señor obrando con gran poder a favor de ellos e incluso habían cantado de Su misericordia y fidelidad sobre sus vidas. El Señor les había mostrado que era Él quien iba delante de ellos guiándolos con la columna de nube en el día y de fuego por la noche, y los había guiado a esos lugares donde no había agua. La falta de agua y de comida fueron una realidad, pero ¿no podían voltear atrás y mirar esa gran misericordia y pedir ayuda? ¿Por qué enojarse y murmurar? Fue porque no creían en Él («¿Está el Señor entre nosotros o no?» v. 7).
Hebreos, citando los Salmos, nos lo explica y nos exhorta también:
«Si ustedes oyen hoy Su voz, No endurezcan sus corazones, como en la provocación, como en el día de la prueba en el desierto, donde sus padres me tentaron y me pusieron a prueba, y vieron Mis obras por cuarenta años. Por lo cual Yo me disgusté con aquella generación, y dije: “Siempre se desvían en su corazón, Y no han conocido Mis caminos”; Como juré en Mi ira: “No entrarán en Mi reposo”» (Hebreos 3:7-11).
«Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad» (Hebreos 3:19).
Ellos no pudieron entrar en la Tierra Prometida, no por la murmuración o el enojo, sino por lo que había en la raíz de esos pecados: incredulidad. Atentaron contra el Dios de verdad llamándolo mentiroso con sus hechos y murmuraciones. El Salmo 78:22 habla sobre esto y dice: «Porque no creyeron en Dios, ni confiaron en Su salvación».
Amada joven, cuando pases por pruebas y tribulación y te veas tentada a creer que Dios te ha abandonado o no escucha tu oración ¡no endurezcas tu corazón en incredulidad! Puedes ser honesta con Él como lo hacen los salmistas, pero siempre, igual que ellos, recuerda Su fidelidad y aférrate a ello aun cuando no lo sientas. Él te va a ayudar y a sostener aun cuando tú sientes que no puedes sostenerte.
El Señor nos puede llevar a través de desiertos en los que no entendamos Su plan, la falta de agua y de pan pueden ser reales, pero no debemos dudar del Dios que nos ha llevado hasta ahí y de Su poder para sustentarnos y proveer. Volteemos atrás, recordemos Sus misericordias y pidamos Su ayuda humillando nuestros corazones en la prueba para aprender lo que Él quiere mostrarnos de Su carácter.
Dios no nos ha negado ni siquiera a Su propio Hijo (Ro. 8:32), el cual nos ha prometido estar con nosotras hasta el fin del mundo (Mt. 28:20) y nos ha sellado con su precioso Espíritu quien intercede por nosotras cuando no sabemos cómo orar (Ro. 8:26).
Cobra ánimo, aférrate a Sus promesas y refúgiate bajo sus alas hasta que pasen los quebrantos (Sal. 57:1).
«Pero la misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad, para los que le temen, Y su justicia para los hijos de los hijos». -Salmos 103:17
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