¿Ya escuchaste el episodio de esta semana en el podcast Joven Verdadera? Nuestra invitada, Laura Perry Smalts vivió como transgénero por diez años hasta que Dios la alcanzó en Su gracia. Nos acercamos a ella y le hicimos las preguntas que toda joven desea conocer acerca de las mentiras relacionadas a su pasado estilo de vida. Escúchalo aquí o en tu plataforma de pódcast favorita. También está disponible el video en nuestro canal de YouTube. –Betsy Gómez
Hoy deseo compartir contigo otra historia de transformación. Se trata de Jackie Hill Perry. Ella era una joven lesbiana que despreciaba la imagen tradicional de lo que significaba ser mujer. Dios en Su gracia la salvó y abrió sus ojos a la belleza de Su diseño. La transformación que el evangelio ha producido en ella es grandiosa. En una entrevista en Aviva Nuestros Corazones, ella dijo: «Cuando entendí que Dios me había creado mujer, y creí que ser mujer era algo bueno, empecé a encarnar la feminidad… porque mi teología precedió mis afectos. Cuando entendí esto, mis afectos y mi teología se reconciliaron y se hicieron uno».
En otras palabras, ella reconoce que cuando creyó en las buenas intenciones de Dios al hacerla mujer, sus sentimientos se reconciliaron con lo que ella pensaba acerca de Dios. ¡Es increíble el cambio que Dios puede hacer en una joven que se rinde a Su bondad!
Considerar la bondad de Dios y creer que todo lo que Él ha hecho es bueno es un paso vital si queremos abrazar Su diseño y voluntad para nuestra vida. Necesitamos mirarlo a Él, necesitamos correr a Cristo y dejar que Su Palabra defina lo que somos.
Jackie escribió un poema en el que expresa la confusión que ella experimentó en su deseo de darle significado a lo que es una mujer, y al mismo tiempo nos apunta a la fuente de autoridad para definirla. Me encanta la manera como Jackie nos lanza la invitación a silenciar las voces de este mundo y a prestar atención a lo que Dios —nuestro buen Dios— dice de nosotras.
Aquí te comparto su poema:
«El otro día, una joven dijo por un micrófono que odiaba ser una mujer. Ella quería saber lo que significaba ser una. A menudo me he preguntado lo mismo, he buscado enseñanzas que me digan quién soy. Y es que todas aprendemos a ser, por imitación o adoctrinamiento. Nuestras madres y los medios no pueden dejar de entrenarnos, moldeandonos en copias de ellos mismos. Así que, saber «quiénes somos» o «lo que deberíamos ser» realmente depende de cual disfraz usamos la mayoría de los días.
Me dijeron que una mujer era independiente, autónoma. Que no necesitaba un hombre ni una luna para mantenerla en trayectoria. Que ella se movía como el viento y la brisa; vivía sin necesidad de permiso para interrumpir todo lo que está quieto y bajo restricción.
Me dijeron que una mujer no puede ser realmente ella misma. Es decir, no puede ser ella misma si no es lo suficientemente delgada, si su piel no es perfecta, si su cabello no es réplica de Rapunzel o si está demasiado cubierto.
Me dijeron que mi cuerpo no es ni mío ni su belleza innata. Que no soy hermosa a menos que el hijo de otra mujer me lo indique ¿Cuándo las palabras de los hombres en cuya imagen las mujeres no fueron hechas comenzó a dañarla tan silenciosamente? Tal vez fue cuando comenzamos a creer en las voces que no tienen deidad.
Me dijeron que una mujer no debería someterse, no debería ser mansa. Ese tipo de comportamiento era solo para mujeres con voces reservadas. Me dijeron que no fuera reservada, sino que fuera una sirena. Que fuera tan cortante como pudiera y honrara mis opiniones a costa del respeto.
Mientras que algunos hombres pueden creer que tienen libertad sobre el cuerpo de una mujer y que son fuertes al desgarrar y deshacer la dignidad con una simple frase o con un guiño de ojos, cuando fuerte es la columna vertebral que recuerda de donde vino.
Eso permite que su conocimiento de sí mismo no esté determinado por cada viento de doctrina y polvo, sino por Dios mismo. Debemos desaprender los profundos malentendidos que se presentan a sí mismos como «empoderamiento» y «libertad». La liberación nunca ha llegado por medio de la incredulidad.
Las mujeres debemos ser más inteligentes, debemos ser más sabias, debemos inclinarnos ante la verdad amorosa, sin importar cuán contradictoria sea para una cultura moribunda.Te digo, una mujer no es tonta a menos que ella decida serlo.
Si me preguntaras: «¿Qué es una mujer?», te diría que ella es un hueso hecho vivo, con características que la distinguen. Una mujer no es un hombre, su llamado no es sinónimo de inferioridad. ¡Fue dado por un Dios creativo!
Una mujer se somete a su Dios, a su esposo, a su iglesia. Ella no es una mujer débil o de voluntad frágil, es tan fuerte como la humildad y la fe la puedan transformar.
Dicen: «La sumisión suena a ser sierva». Dicen: «Eso suena como algo contra lo que debemos rebelarnos». Yo te digo: «¿No es gracioso cómo ser una sierva es repulsivo para todos menos para Dios?». Y nos preguntamos por qué no podemos reconocer Su rostro.
Si me preguntas ... Si me preguntas: «¿Qué es una mujer?». Te diría que ella es una hermana para todos; asegurándose de que sus palabras no deshagan lo que con sus manos hizo para mantener calientes los corazones fríos.
Estamos hechas de alimento y bienestar. Y es por eso que sentimos tan profundamente, por esto lloramos repentinamente, porque las emociones que nos hacen mujer no nos hacen inestables, sino que nos hacen buscar refugio en las costillas de aquel para quien fuimos creadas ayuda idónea.
Pero una mujer no debe ser más ni menos de lo que Dios le hizo ser.
Si me preguntaras: «¿Qué es una mujer?». Yo te diría: «Pregúntale al Dios que la hizo».
*Derechos reservados Jackie Hill Perry. Usado con permiso por Aviva Nuestros Corazones
Más de Jackie Hill-Perry aquí.
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