Escrito por Kathy Mercado
¿Cómo nacen las plantas? Se siembra la semilla, brotan raíces y crece la planta. Similarmente, la piedad es la planta que florece como resultado de la simiente del evangelio plantada en el corazón.
La raíz de la santidad es el evangelio
Las raíces son fundamentales para las plantas porque son el ancla que las ayuda a resistir la fuerza del viento o el flujo de agua. Además, las raíces hacen que toda la planta se nutra y crezca. De manera similar, lo que ancla, nutre y da crecimiento a la piedad es el evangelio. Hebreos 6:19 declara que el evangelio es el ancla del alma, es una esperanza firme y segura.
Así que, para cimentarnos en santidad bíblica es esencial que mediante el Espíritu Santo meditemos profundamente en que Cristo murió por nuestros pecados y que meditemos en todo lo que este acto maravilloso conlleva.
Ahora bien, si la raíz de una planta es saludable, esta planta va a crecer sin lugar a dudas. De igual manera, existe una relación directa entre nuestro crecimiento en santidad y nuestro entendimiento del evangelio revelado a través del Espíritu Santo. 2 Corintios 3:18 dice: «Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu».
Cuando fijamos los ojos en «la gloria del Señor», es decir, en el mensaje del evangelio, y permitimos que eso que vemos nos cautive, nuestro crecimiento en santidad está garantizado. ¿Qué dice este crucial mensaje? El mensaje del evangelio afirma que Cristo dejó Su trono, vivió una vida perfecta, fue crucificado en tu lugar, reina actualmente, y volverá por Su iglesia.
El fruto es la formación de Cristo en ti
Mediante el evangelio Dios está activamente transformándonos y haciéndonos crecer. ¿Qué significa la frase «proceso de santificación»? Explicado de forma simple, es el proceso mediante el cual Dios, a través de Su Espíritu, nos transforma para que seamos más como Cristo. Lo que ya se supone que somos en Cristo, lo estamos desarrollando en nuestro diario vivir.
Entonces, debido a la obra de regeneración que Dios opera en nosotras diariamente es que podemos ser imitadoras de Cristo. Permítanme explicarles. En Efesios 4:24 dice: «…y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad». Cuando Dios nos salvó, Él nos hizo nacer de nuevo, y ahora Él está recreándonos.
Lo que Él está haciendo en nosotras es restaurar Su imagen en la tierra. Génesis 1:25 muestra que Dios creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza. Sin embargo, Génesis 3 describe la llegada del pecado al mundo y la distorsión de la imagen de Dios en la Tierra. Hoy día, Dios está restaurando Su imagen en cada vida nueva que cree en el evangelio para salvación. Cuando por el poder del Espíritu crecemos en piedad, nos estamos vistiendo de la nueva criatura, y ese nuevo ser refleja la imagen de Dios restaurada. ¡Esto es asombroso!
En nuestra búsqueda de santidad bíblica, cuando obedecemos los mandatos de Dios, Él está activamente restaurando la imagen Suya en nosotras por medio del poder del evangelio.
Crezcamos confiadamente
Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe [el evangelio]. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. -Hebreos 4:14-16
Como la autora Elise Fitzpatrick nos recuerda: «Podemos procurar una vida piadosa porque Él [Jesús] nos ha hecho capaces de hacerlo. Debido a que Él ha conquistado la muerte y el pecado, y está gobernando sobre cada faceta de mi vida, tengo fe para esforzarme para cumplir las obligaciones del evangelio que vienen con mi nueva identidad».
Por ejemplo, el evangelio nos pide que no envidiemos a los que tienen las cosas que deseamos pero que no tienen a Dios, que no nos conformemos a lo que es popular en nuestra cultura si esas cosas no son aceptables para Dios, y que no seamos sabias en nuestra propia opinión. Ya que Jesús nos compró a precio de sangre, ahora contamos con una nueva manera de vivir. Dejaremos la compasión propia y perseveraremos en el sufrimiento, rechazaremos la amargura y abrazaremos el perdón, seremos agradecidas y no quejumbrosas, y moriremos a nosotras mismas para dar preferencia a otros.
Si mediante el Espíritu Santo ponemos nuestra confianza en el poder transformador del evangelio, entonces ya no tendremos que dudar si daremos o no frutos que glorifiquen al Padre. Jesús dijo: «… el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).
Esforcémonos confiadamente en vivir una vida piadosa impulsada por el gran amor con que Dios nos amó.
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