¿Te imaginas si tu «yo» más sabio, viniera del futuro y te alertara de cosas que no debes hacer porque solo traerán consecuencias negativas a tu vida? ¡Seguramente le prestarías mucha atención! Hoy queremos hacer algo similar, hemos traído al blog (no a mujeres del futuro) pero sí a mujeres que han vivido muchos años más que tú para que te adviertan con sus experiencias qué puedes mejorar.
Las autoras del libro «Mujer Verdadera: el maravilloso diseño de Dios para ti» nos responden a esta pregunta que parece simple pero que puede ser una llamada de alerta para muchas: ¿Qué hubieras hecho diferente de joven?
Laura González de Chávez
Me sometería a la soberanía de Dios y disfrutaría de sus propósitos para mi vida
Cuando era jovencita no conocía a Cristo como lo conozco ahora. Yo tenía un plan para mi vida; tenía sueños. Yo pensaba que yo jugaba una parte importante en hacer que esos sueños se hicieran realidad. Pensaba que yo era la «arquitecta de mi destino», como decía una poesía de Amado Nervo que me gustaba mucho. Sin darme cuenta, eso ponía una carga grande sobre mÍ, porque si por casualidad tomaba el camino equivocado, yo podÍa contribuir a alejarme de esa meta.
Si hubiera sabido entonces, lo que Dios me ha mostrado hoy, habría disfrutado más de mis años de adolescencia. Habría descansado en el conocimiento de que Dios es el arquitecto de mi destino, de que Él tenía planes y propósitos para mí, que Él me llevaría a lugares que yo nunca hubiera soñado, que me llevaría a través de caminos que yo nunca hubiera diseñado ni esperado, que me haría pasar por experiencias que jamás habría soñado. ¡Ni siquiera llegué a ejercer la carrera que pensé que era la adecuada para mí!
Así que, si pudiera haber hecho algo diferente, habría sido descansar más en el maravilloso plan y los propósitos de Dios para mí y habría disfrutado más «el momento» y habría dejado de intentar controlar, manipular y orquestar las cosas en mi vida. Al final, he podido constatar que Sus planes fueron mucho mejores que los míos.
Elba Ordeix de Reyes
Buscaría una mentora
Conocí al Señor cuando iniciaba universidad, siendo novia de quien es mi esposo. Yo tenía 19 años. Recuerdo esos años como muy especiales, pero me hizo falta una mentora. Una mujer que me guiara con sabiduría y en la Palabra, de una manera intencional. Algunas hermanas mayores de la iglesia me amaban mucho, pero en esos años todas éramos tiernas en la fe. Unas un poco más que otras pero no teníamos el conocimiento de ser intencionales al llamado a caminar al lado de otra más joven, guiándola en la vida diaria y siendo su apoyo en oración. Por eso hoy conociendo el diseño de Dios lo amo y lo enseño a otras. Tito 2:3-5
Margarita de Hinojosa
Estudiaría más la Palabra
Yo tuve el privilegio de conocer al Señor muy joven, a los 19 años. Él me preparó conforme a Su Palabra para el matrimonio y para educar a nuestros hijos basada en Sus principios. He podido ver Su mano en mi vida todo este tiempo.
Si algo pudiera yo cambiar sería el dedicar más tiempo a Su Palabra, profundizando más en ella para conocerle mejor a mayor profundidad, y a la oración.
En muchas ocasiones, haber estado con mis ojos puestos más en Él, en las cosas eternas, más que en las de esta tierra.
Y como consecuencia de haber profundizado más en Su Palabra, mi amor por Él sé que hubiera crecido más y por lo tanto mi amor hacia los demás. Una mejor relación vertical me hubiera ayudado en mis relaciones horizontales.
Pero creo que no es tarde, si el Señor me tiene aquí todavía mi anhelo es ese, crecer en conocerle más profundamente, deleitarme más en Él, y el fruto será manifestado en mis relaciones con las personas a mi alrededor. Quiero servirle donde Él me quiera y vivir para Su Gloria todos los días.
Mi anhelo es poder transmitir esto a la siguiente generación, a las mujeres que Dios ha puesto cerca de mi vida y juntas seguir creciendo para ser cada día más como Jesús.
Isabel Andrickson
Sería más enseñable
Deponer el orgullo que me hizo creer que «me las sabía todas», impidiéndome pedir y escuchar consejos, lo que me habría permitido darme cuenta de que no era más que una necia que se apoyaba en su pobre propio entendimiento. Esto provocó que rechazara el evangelio llevándome a:
- Tomar mis principales decisiones «según mi propia opinión», sin tomar en cuenta a Dios (carrera y matrimonio; usando el último como una «tabla de salvación» para escapar de los problemas familiares)
- Repetir hasta el cansancio que el matrimonio no era «más que un contrato» que se rompía cuando una de las partes lo decidiera, sin importarme el valor que Dios le otorga.
Tras conocer a Cristo, fallé en buscar intencionalmente el cultivar una relación más íntima con Él que acabara con mi autosuficiencia y me hiciera dependiente solo de Él.
Betsy Gómez
Atesoraría mi diseño como mujer
No crecí con el ejemplo de un matrimonio piadoso, mi mamá era divorciada y teníamos a una señora que nos ayudaba haciendo los oficios de la casa. Nunca tuve un genuino interés por entrenarme en las labores domésticas y mucho menos en cultivar un corazón para la maternidad. A pesar de que conocí a Jesús a los 12 años, estaba completamente desconectada de cómo mi fe debía afectar mi manera de vivir como mujer.
Para mí, el prosperar espiritualmente era sinónimo de estar involucrada en todas las actividades de la iglesia y ser diferente al mundo (sobre todo en cuestiones de vestimenta, lenguaje y pasatiempos), pero no tenía idea de que Dios había creado a las mujeres con el diseño especial de ser ayuda idónea y que como mujer glorificaba a Dios a través de abrazar mi feminidad de una manera bíblica. Definitivamente me hubiera entrenado para servir en el hogar, me hubiera expuesto a la Palabra de Dios, la lectura y el servicio a otras mujeres en sus hogares para crecer en esa área.
Mayra Beltrán de Ortíz
Buscaría agradar a Dios y no la aprobación de los demás
Definitivamente es haber vivido menos para llenar las expectativas de los demás. Esa búsqueda de aprobación desde mis padres hasta mis amigos me hizo vivir preocupada, llena de ansiedad porque, por supuesto, nunca pude complacer a todo el mundo, y eso me impidió disfrutar más de tantas y tantas bendiciones que ahora recuerdo haber recibido. Lamento no haber conocido al verdadero Dios y haber tenido una íntima relación con Él para haber descubierto que mi identidad está en CRISTO y no en tantos otros y tantas cosas donde la busqué y nunca la encontré.
Patricia de Saladín
Escogería una carrera más afín al diseño de Dios para la mujer
El querer responder esta pregunta me hizo ir atrás y revisar muchas cosas. Debo dejar claro que no conocí al Señor Jesucristo como mi Señor y Salvador hasta recién cumplidos los 21 años. Me hubiera gustado haberlo conocido más temprano. Pero aun así, le doy gracias por la familia en que me colocó, por el esposo que me dio, a los 19 años, por cada una de las circunstancias que han formado lo que soy, por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no ha sido en vano para conmigo.
Pero hay algo que cambiaría si pudiera volver atrás. Para concederme el permiso de casarme hice el compromiso con mi papá de terminar mi carrera universitaria. Soy economista de profesión. Hoy me doy cuenta de que estudié esa carrera impulsada e influenciada por el pensamiento feminista de verme como ejecutiva en un banco o algo por el estilo. La premisa de donde salió mi decisión era contraria al diseño divino que abracé aún todavía estando en la universidad. Pero decidí terminarla. Hoy en día hubiera tratado de conocer mi vocación como mujer, aunque hubiera sido una carrera que no luciera tan «exitosa». Quizás más orientada al servicio a los demás, o a algo que verdaderamente me apasionara. Por otro lado hubiera pesado más mi deseo de casarme y de tener hijos y abrazar de todo corazón el quedarme en mi hogar y criar a mis hijos en el temor y la instrucción del Señor, disfrutar de amar a mi esposo y a mis hijos y no escoger algo que me devolviera a casa con muchos éxitos profesionales en vez de éxitos familiares para la gloria de Dios.
Clara Nathalie Sánchez
Evitaría seguir el consejo del mundo y haría de la obediencia a la Palabra de Dios mi meta principal
Dios en Su misericordia me permitió conocerlo a los 16 años… Y me encantaría que la historia siguiera una linda línea pero ¡no! Al entrar a la universidad me llevé del consejo del mundo y terminé descarriada, en pecado y adolorida. Hasta que años después desperté en redil (no sé cómo). La fidelidad de Dios me impactó como un yunque marca Acme. Cuatro horribles años de mi vida hubieran desaparecido si tan solo hubiera obedecido. ¡Gracias por Cristo que hace de nuestra más terrible historia Su material de redención.
Sarah Jerez
Serviría más a otros y dejaría de vivir para mí misma
¡Tantas cosas que quisiera cambiar! La realidad es que cuando estaba creciendo pensaba que lo sabía todo, pero cuando miro hacia atrás puedo ver realmente mi inmadurez. Pero gracias a Dios, quien es paciente con nosotras y nos santifica fielmente día a día, sé que soy «una obra en construcción» hasta mi último aliento.
Mirando hacia atrás, lamento lo egoísta que era (¡aunque lo sigo siendo!). Aun siendo cristiana, como adolescente creía que el mundo giraba alrededor de mí. Creo que en general, los jóvenes tienden a vivir su juventud para ellos mismos - sus sueños, su futuro, su aspecto físico, sus estudios, la aprobación de las amigas y del sexo opuesto, etc. ¡Y eso, le doy gracias a Dios que no fui adolescente en esta era de las redes sociales!
Hubiera querido buscar más intencionalmente maneras de servir a otros, y no creer que esos años me daban permiso para vivir para mí misma.
Siento que desperdicié años donde pude haber invertido más en otros, servido más a mis padres, servido a mis amigos de manera desinteresada. Viví esos años solo ocupándome de mí y eso hizo mi transición al matrimonio y especialmente a la maternidad mucho más difícil. Hubiera querido no menospreciar mi juventud (1 Tim. 4:12), y seguir el ejemplo de Jesús que vino a servir y no ser servido (Mat. 20:28) y abrazar desde mi juventud las palabras de Pablo en 2 de Corintios 5:15: «por todos murió (Cristo), para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.»
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