Fue un sueño que tomó años hacer realidad. Varios años de planificar, tener esperanza, esperar... una mudanza a través del país... meses utilizados en estudiar y entrenar, seguidos por otros cuatro meses en un entrenamiento... cuando finalmente, todo el arduo trabajo y dedicación habían rendido sus frutos para Leah. Ella obtuvo el trabajo y estaba viviendo su sueño con un futuro brillante delante de ella.
Menos de un mes después, todo se vino abajo de la noche a la mañana. Un examen médico para revisar una condición persistente y dolorosa reveló una alergia severa que hacía imposible que Leah tenga un trabajo en su campo laboral. Ella aún no ha terminado de pagar su educación superior y ya está forzada a buscar una nueva línea de trabajo.
Leah me describió su experiencia como algo «bastante devastador.» Sólo puedo imaginar lo que se debe sentir el invertir todo ese tiempo, energía y dinero en algo, sólo para que te sea arrebatado de un momento a otro.
Cuando tus opciones son desalentadoras
¿Has enfrentado una experiencia trágica como la de Leah?
¿Qué haces con tus sueños destrozados?
¿Cómo encuentras paz cuando has sido amargamente decepcionada?
Muchos creyentes que vivieron antes que nosotros hicieron preguntas similares en medio del dolor y la confusión:
- «¿Hasta cuándo, O Señor?»
- «¿Por qué me has olvidado?»
- «¿Por qué está abatida mi alma?»
Este tema de sentirse defraudado o abandonado es común a través de la Biblia, particularmente en los Salmos.
El Salmo 89 fue escrito durante un momento cuando la nación de Israel fue vencida y capturada por sus enemigos. Los Israelitas, incluyendo el escritor de este salmo, estaban exiliados en una tierra extranjera pagana, lejos de la comodidad de casa. Es en este contexto cuando el salmista le pregunta desconsoladamente al Señor, «¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te esconderás para siempre?... ¿Dónde están, Señor, tus misericordias de antes?» (vv. 46, 49).
Realmente aprecio que hay pasajes francos y vulnerables como este en la Biblia. Me recuerdan de ser honesta y humilde en mis oraciones. También trae consuelo el saber que, como el salmista, el sentirse desanimado o desalentado no significa que he perdido totalmente de vista la verdad. Simplemente significa que necesito un recordatorio que Dios todavía está allí y que Él me escucha.
Pienso que es por esto que es importante notar que encerradas dentro de estas preguntas de duda se encuentran reiteraciones del carácter confiable de Dios. Aun cuando el salmista está en desesperación en su situación actual (y estoy sumamente de acuerdo, ¡era bastante nefasta!), él establece un argumento convincente al recordar la bondad y fidelidad de su Dios:
Por siempre cantaré de las misericordias del Señor; con mi boca daré a conocer tu fidelidad a todas las generaciones. (v. 1).
Porque, ¿quién en el firmamento se puede comparar al Señor?, Dios muy temido en el consejo de los santos, e imponente sobre todos los que están en su derredor? (vv. 6–7).
¡Bendito sea el Señor para siempre! (v. 52).
Una historia de esperanza
La celebración pasada de Acción de Gracias, Dios me regaló una probadita de su inalterable amor por mí. Corrí una carrera de 5 kilómetros por primera vez en mi vida. ¡Todas las 3.1 millas! No soy una corredora, así que nunca me imaginé que correría una carrera de alguna distancia, y menos especialmente después de los últimos dos años y medio de estar batallando una enfermedad debilitante.
Para este tiempo, un año atrás, difícilmente era capaz de salir de la cama o de aún más tomar una ducha, y sin embargo, ¡allí estaba yo corriendo durante un total de treinta y seis minutos! Cuando corrí atravesando la línea de meta, estaba totalmente sobrecogida con gratitud por la fidelidad y la gracia sustentadora de Dios.
No siempre nos gusta o entendemos el camino en el cual Dios nos tiene. Todavía hay días en los cuales me despierto sin mucha energía o me mantengo despierta por la noche por causa de dolor físico. Leah todavía está buscando un nuevo trabajo. Pero cuando le pregunté cómo le va frente a la decepción, esta fue su respuesta llena de esperanza: «no permito que esos pensamientos frustrantes y negativos me gobiernen. Me permito llorar, pero luego trato de buscar el lado positivo y le agradezco a Dios por eso.»
El Señor ni una sola vez deja de caminar con nosotros, consolándonos, y fortaleciéndonos para correr y no desfallecer. Leah continuó diciendo, «Dios no se ha olvidado de mí. Todo esto es parte de algo más grande. Muchas veces el panorama general tiene vueltas dolorosas, pero eso no significa que Él me ha abandonado.»
Amiga, no sé por lo que estás atravesando o qué decepción estás enfrentando, pero un día correrás tu carrera. Tengo total confianza de esto porque tengo total confianza en el amoroso e invariable carácter de nuestro Dios.
Dios sí responde la oración (Jer. 33:3). Él sí hace todas las cosas bien. Él es fiel y bondadoso, generosamente dando más de lo que podemos imaginar o comprender (Ef. 3:20-21). Dios es bueno y Él está por ti.
Ya sea que te estés tambaleando del dolor de una pérdida o abandono, esperando un importante logro, o lidiando con cualquier tipo de decepción, por favor no te desesperes. Continúa esperando en Dios y confiando en su carácter. Aférrate a la Palabra de Dios y ve a Jesús como una prueba viviente de su amor inalterable. Solamente en Él encontrarás esperanza.
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