¿Qué haces tú en el pesebre?

Aún recuerdo a mi perrito Tinny, era un chihuahua súper alegre y le encantaba ser el centro de todas las actividades que se hacían en la casa. Era tanto así que cuando llegaba la Navidad y mi madre colocaba el nacimiento debajo del arbolito cada mañana lo encontrábamos durmiendo donde el pesebre había sido colocado.

¿Te imaginas ver a ese perro diminuto siendo tiernamente observado por María, José y los demás personajes de cerámica?

Él empujaba el pesebre, se colocaba moviendo su colita mientras se arrullaba entre las pajas y se calentaba con las lucecitas del árbol. ¡Todas las mañanas nos moríamos de la risa! Ya Tinny no está con nosotros y esto es solo un recuerdo pero al mismo tiempo lo grabé en mi mente como una advertencia. Y es que aunque no nos atrevamos a hacer una locura como la de Tinny, en realidad la manera en la que celebramos la Navidad deja muy claro quién está en el pesebre.

Es parte de nuestra tendencia pecaminosa desplazar a Cristo del centro de nuestro corazón y entronarnos a nosotras mismas, estar más pendientes de nuestras necesidades y de lo que queremos recibir. Al punto de sentirnos merecedoras de regalos y exigir que se nos complazca por el simple hecho de que es Navidad. En el momento que eso ocurre estamos al igual que Tinny acostadas en el pesebre con una sonrisa escondida queriendo ser el centro del nacimiento.

Gracias a Dios porque al arrepentirnos y mirar a Cristo como el único digno de adoración podemos recibir Su perdón. También encontramos la gracia para vencer la tendencia de volver a colocarnos en el centro y por eso quiero compartirte un antídoto para la tentación de querer servirte a ti misma. ¿Estás lista para saberlo?

Es sencillo: ¡Sirve a otros!

Al final de cuentas eso fue lo que el niño del pesebre (que creció y se hizo un hombre) hizo toda su vida.

Si quieres seguir su ejemplo te invito a que busques oportunidades para “quitarte del medio” y glorifica a Dios mientras lo haces. Aquí te comparto algunas ideas:

- Disponte a lavar los platos durante una semana en casa sin que te lo pidan. (O cualquier otro oficio que no acostumbres a hacer.)

- Cuida los niños de una mujer que no tenga ayuda en casa para que ella pueda dormir. Bono: Regálale una tarjeta de regalo de un salón de belleza.

- Ve a la juguetería, compra un regalo (puede ser algo sencillo) y dalo a un niño pobre en la calle. Bono: compártele el Evangelio mientras lo haces.

- Haz brownies o cualquier postre y regálalos a los líderes o pastores de la iglesia. (No olvides incluir una nota que los anime en la obra del ministerio)

-Limpia tu closet y dona la ropa que no estés usando con personas que lo necesiten. Bono: comparte una de tus piezas favoritas.

-Da una ofrenda a alguien en necesidad o a alguna causa misionera. (Asegúrate de tener la autorización de tus padres y que no sea de lo que te sobre.)

-De la cena de Navidad de tu casa, sirve un plato y llévalo a alguien en necesidad.

-Llama a hermanos de tu iglesia y pregúntales motivos por cuales motivos puedes orar por ellos, luego tómate el tiempo y hazlo.

- Reúne a algunos amigos y entre todos colaboren con los regalos de alguna madre soltera o viuda que tenga necesidad en la iglesia.

-Y si quieres llevar esto a un nivel más extremo puedes hacer algunas de estas cosas de manera anónima. Dejar los regalos en la puerta o pasarlos por debajo.

Algo te aseguro: Quizás te duela un poquito pero ¡vas a experimentar mucho gozo!

Comparte algunas ideas en la sección de comentarios.

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …

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