«Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos» -Deuteronomio 7:9
¿Qué significa que Dios es fiel? Y, ¿por qué podemos descansar en Su fidelidad? Los diccionarios definen la palabra fiel como una cualidad de alguien que es firme en sus decisiones y constante en sus afectos, ideas y obligaciones y cumple con sus compromisos. Pero hubo una parte en la definición de la RAE que me impactó: «no defrauda la confianza depositada en él». Ufff… ¡qué descripción! ¡Que no defrauda la confianza depositada en él!
Me parece como si el diccionario hubiera querido definir el carácter de Dios. Y es que dime, ¿no es cierto que aun nuestras amistades más cercanas y confiables, aquellas que esperamos que jamás nos defrauden llegan a fallarnos? De la misma manera que nosotras defraudamos a otros, por cierto.
Quizás esa es la razón por la que significa tanto para mí que Dios no defrauda. Aun mis amistades más cercanas me han fallado y yo las he defraudado. Por ejemplo, al decir algo inadecuado cuando ellos necesitaban escuchar otra cosa de mi parte, al llegar tarde cuando me esperaban antes, … la lista podría ser interminable. Pero no así con nuestro Dios. Él nunca defrauda, nunca se equivoca, nunca actúa por impulsos, nunca llega tarde. ¡Simplemente nunca!
Cuando la Biblia habla de que Dios es fiel, describe rasgos de Su carácter, por ejemplo, que es verdadero: Él es la verdad (Juan 14:6). De igual forma, se refiere a Su firmeza: Él es la Roca, nuestra Roca. «¡La Roca! Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Dios de fidelidad y sin injusticia, justo y recto es Él» (Deuteronomio 32:4).
Todo lo que Dios es, Su persona, Su voluntad y Sus anhelos; y lo que dice y hace es verdad. Él es firme, es congruente en todo tiempo y permanece para siempre. Y, por lo tanto, Él es digno de nuestra confianza. Me encanta meditar en este pensamiento: la fidelidad de Dios lo hace digno de nuestra confianza y no cualquiera es digno de confianza; Él es el más digno de confianza porque nunca falla. Y es por ello, amadas, que podemos descansar en Su fidelidad.
Debido a que la fidelidad de Dios se basa en Su carácter, Su nombre, Su reputación; nosotras podemos descansar en Él. No existe más firme y sólido fundamento. De igual forma, la fidelidad de Dios se basa en Su compromiso y capacidad para cumplir con Sus promesas. Sólo imagina que la fidelidad de Dios para con nosotras dependiera de nuestra piedad, obediencia o afectos para con Él cada día. No sé tú, pero yo no me ganaría mucha fidelidad de Dios para conmigo. Sin embargo, Su fidelidad reside en que Él siempre actúa en base a Su carácter, escogiendo siempre lo que es mejor por amor de Su nombre y por amor a nosotras.
Y porque fiel es el que nos llama, el cual también lo hará (1 Tes. 5:24), sabemos que la buena obra que Él ha comenzado, también será perfeccionada en nosotras (Filipenses 1:6). ¡Él comenzó Su obra en nosotras trayéndonos a salvación, y nos mantiene creyendo y creciendo en Él!
Sabiendo esto, ¿cuán a menudo consideras que es la fidelidad de Dios la que te mantiene tomada de Su mano y confiando en Él cada día? Nuestro ser tan cambiante necesita y depende de Aquel que no es cambiante, Aquel que no cambia a pesar de que nosotras sí lo hagamos. Esa es la fidelidad que nos lleva a descansar. Una fidelidad que decide nuestros pecados olvidar y atraernos tan cerca de Su corazón cada día.
La triste realidad de nuestros corazones, a pesar de que han sido transformados, es que nosotras no le somos fieles a Dios. Esto es algo que vemos desde el Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Israel iba tras otros dioses dejando a su Dios, tal como hoy en día nuestro corazón divaga tras ídolos y vamos en pos de ellos. No deseamos al Amante de nuestras almas aun cuando Él derrama la abundancia de Su amor sobre nosotras todo el tiempo.
A pesar de nosotras…
Sin embargo, Dios es fiel a pesar de nosotras. «Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a Él mismo» (2 Timoteo 2:13). Después de todo, no es que nosotras seamos dignas de Su fidelidad; pero porque esa es Su esencia es que Él ha escogido ser fiel a nosotras hasta el final. Por ello es que podemos descansar en Sus brazos de amor tierno y eterno.
Y, descansar es lo que más anhelamos y necesitamos en un mundo en caos, lleno de aflicciones por todos lados. Pero de igual manera, necesitamos descansar de nuestros esfuerzos personales por cambiarnos a nosotras mismas, necesitamos descansar de nuestra propia justicia que desea ganar la aprobación de Dios, necesitamos descansar de querer esconder nuestros propios fracasos y buscar aparentar, en lugar de poder simplemente en los brazos del Salvador descansar.
Dios nos es fiel únicamente porque hubo un pago por nosotras. Jesucristo clavado en la cruz en nuestro lugar compró la fidelidad de Dios para nosotras, y esto no fue barato. No despreciemos, ni ignoremos, no seamos frías e indiferentes hacia semejante amor que nos trajo a los pies de la cruz y hoy nos tiene sentadas en los lugares celestiales en Cristo (Efesios 2:6). Todo en nuestra vida descansa en la fidelidad de Dios para con nosotras; tanto Su obra de salvación como de santificación, todo por los méritos de nuestro Salvador.
La misma fidelidad de Dios que completó la obra de salvación en la cruz a nuestro favor, completará su obra en nosotras. Su fidelidad está marcada en nuestras almas por Su Espíritu en nosotras y un corazón nuevo que nos ha dado para poder amarle y obedecerle. En los días buenos a veces pensamos que es nuestra piedad y esfuerzo lo que nos ha traído hasta ahí, olvidando e ignorando que es la fiel mano de nuestro Dios. Y en los días malos, podemos animarnos recordando que Su fidelidad es la que nos sigue sustentando a pesar de nuestras múltiples fallas. Él no nos falla.
Es Su mano la que nos sostiene siempre. Es Su fidelidad la que nos llama, es Su fidelidad la que nos guarda, y una vez más, lo hará hasta el final. Estamos seguras en los brazos de nuestro Salvador. Adoremos a nuestro Dios por Su obra en nosotras y meditemos en tanta fidelidad.
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