Porque nunca sabes quién te está observando

Por Liza Proch

Estaba en una cómoda sala con un grupo de jóvenes, la mayoría de ellas mayores que yo, escuchando una conversación entre dos hermanas. (Las llamaremos Jamie y Kate). Jaime era más o menos 10 años mayor que Kate y se había casado cuando Kate aún estaba en su adolescencia. Al progresar su conversación, Kate explicaba cómo al ir creciendo, ella había aprendido mucho de Jaime al observar como ella manejaba diferentes pruebas y luchas en su vida y se había esforzado por seguir el ejemplo piadoso de su hermana.

Los ojos de Jaime se pusieron grandes y se llenaron de lágrimas al escuchar las palabras de su hermana. Ella miró a su alrededor y sonrió, “No tenía la más mínima idea de que Kate estaba poniendo tanta atención a como yo estaba manejando los gozos y luchas de la vida. Supongo que nunca sabemos realmente quién nos está observando”.  

Esto me dejo pensando. ¿Estoy viviendo en una manera que es digna de ser admirada? Si estamos dispuestas a abrir nuestros ojos y mirar a nuestro alrededor, hay tantas jóvenes menores quienes podrían aprender de lo que nosotras podemos decir. Sin importar cuan incapaz o sin preparación te sientas, Dios nos ha dado a todas la increíble responsabilidad de invertir en las vidas de aquellas a nuestro alrededor.

Jesús nos dice en Mateo 28:19: “Id, pues, y haced discípulos”. ¿Que si comenzáramos justo ahora, justo dónde estamos? ¿Que si comenzáramos a invertir en las vidas de niñas más jóvenes a nuestro alrededor, animándolas a buscar a Cristo? Aquí hay cuatro maneras para hacer justo eso.

1. Busca oportunidades

Busca oportunidades para invertir en la vida de alguien más. Hay ojos más jóvenes buscando un ejemplo que seguir. Aunque no te des cuenta, algunos de esos ojos más jóvenes están observando tus acciones, palabras y actitudes buscando dirección. Es tan importante recordar que somos observadas y frecuentemente imitadas.

2. Ora que Dios te muestre

Algunas veces es tan fácil pasar por alto una oportunidad que está justo frente a nosotras. Ora y pide a Dios que abra tus ojos para ver a aquellas a tu alrededor bajo nueva luz. Tal vez sea alguien en la escuela, una amiga de la iglesia o un hermano más pequeño. No es sobre cuánto conoces; es sobre tu disposición de compartir lo que conoces.

3. No tiene que ser estresante

Estaba estudiando un libro con una muchacha más joven hace un par de meses, y cada vez que nos íbamos a reunir, yo me estresaba completamente. Tenía miedo de no saber qué decir y de echar todo a perder. ¿Y sabes qué? Algunas veces, no tenía la más mínima idea de qué decir. Pero está bien, porque Dios obra a través de nuestro desorden. Así que sea que estés comenzando a juntarte con alguien cada semana o simplemente mandando correos, recuerda la verdad de Dios hecha a la medida.

…no os preocupéis de cómo o qué hablaréis; porque a esa hora se os dará lo que habréis de hablar” (Mat. 10:19).

4. No hay cualificaciones

Es fácil caer en la trampa de “Pues, simplemente no tengo que compartir. No estoy calificada. ¿Qué puede alguien aprender de mí?” Satanás le encanta hacernos creer que no somos suficientemente buenas o no tenemos lo que se necesita. Pero Dios nos ha dado a cada una de nosotras una historia especial, y sin importar que “poco calificada” nos sintamos, siempre hay algo que alguien puede aprender de nuestros triunfos y errores.

Dios nos ha dado tal maravillosa responsabilidad de invertir en las vidas de otras jóvenes a nuestro alrededor, me encantaría escuchar cómo has invertido en alguien o como alguien ha marcado una diferencia en tu vida. ¿Hay algo que has encontrado que es de ayuda cuando te acercas a otros? ¡Me encantaría que me contaras en la sección de comentarios!

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