Por qué necesitas amigas mayores que tú

Pensábamos que nos dejaría el avión. Mi amiga Mayra y yo corríamos en busca de nuestra terminal como si un perro nos estuviera persiguiendo a toda velocidad. Yo iba detrás de ella, tratando de alcanzarla porque parecía que ella andaba en patines. Por donde ella doblaba, yo la seguía sin vacilar; y por más que me esforzaba en correr con mi equipaje de mano, en todo el trayecto ella llevaba la delantera. A lo mejor te imaginas que Mayra es más joven que yo; pero, ¡que va!, en realidad ella tiene la edad suficiente para ser mi mamá. 

Ese día comprobé tres cosas: mi sentido de orientación es pésimo, soy más lenta que una tortuga, y nunca se debe subestimar a una mujer mayor. Ese momento épico es un retrato de mi relación con las mujeres mayores que Dios ha puesto en mi vida. Ellas van delante con más experiencia y sabiduría, y yo voy detrás siguiendo sus pasos. 

Caminar (o correr) junto a mujeres maduras en la fe ha enriquecido mi vida. Ellas han sido un cinturón de seguridad cuando he necesitado refreno, una llamada de alerta no he andado bien, una dosis de verdad cuando mi mente ha estado nublada, un lugar seguro donde he compartido mi corazón, y una palmadita en la espalda cuando he necesitado ánimo. Amo a mis amigas mayores.

Pero no siempre fue así. Por muchos años creí que solo necesitaba amigas que estuvieran en la misma etapa de vida que yo. Amigas «relevantes» que entendieran mis luchas y que compartieran mis intereses. No me daba cuenta de lo que me estaba perdiendo al creer esa mentira cultural. Amo a mis amigas jóvenes, pero reconozco que como cristiana no pertenezco solamente a mí «grupo exclusivo de amigas», pertenezco al cuerpo de Cristo. Dios no nos salvó para que nos relacionemos solo con los que son iguales a nosotros. Él nos colocó en medio de la diversidad intergeneracional de la iglesia local con propósito. ¡Es ahí donde florece el discipulado!

En la Palabra de Dios encontramos ejemplos de relaciones intergeneracionales: Moisés y Josué, Elí y Samuel (1 Samuel 3:1-10), Noemí y Rut (1:16), María y Elisabet (Lucas 1:39-46), Pablo y Timoteo (Filipenses 2:22). En el libro a Tito, Pablo establece cómo deben lucir las relaciones entre las mujeres en la iglesia local (Tito 2:3-5). Él no dice «que las jóvenes solo compartan entre ellas y que las ancianas se reúnan en grupos pequeños a tejer». Él cambia las reglas del juego, él invita a las mujeres maduras a involucrarse en la vida de las jóvenes, a enseñarles cómo vivir piadosamente en los asuntos prácticos del día a día. Y de forma implícita, Él también está llamando a las jóvenes a responder a esa relación con un corazón enseñable. 

Este es el corazón del discipulado intergeneracional en la iglesia local: una anciana dispuesta a enseñar con su Biblia y su vida abierta, y una joven con un corazón abierto a recibir la enseñanza. Esto no necesita suceder en un salón de clases, puede llevarse a cabo en el contexto de una relación de amistad; en conversaciones de sobremesa, en una llamada telefónica o en una caminata. ¡Justo como te relacionas con amigas de tu edad!

En esta generación que aplaude lo superficial, lo inmaduro y la necedad, necesitas mujeres maduras en la fe que te estimulen a crecer en sabiduría. Lo sé, suena anticuado, pero no compres la mentira de que tus amigas solo deben ser jóvenes. Necesitas de la experiencia de mujeres que han vivido más que tú. Necesitas consejos sabios cuando todo dentro de ti quiera irse por el despeñadero. Necesitas aprender de sus errores. Así que sé intencional en acercarte a una mujer mayor piadosa (no dije «una mujer perfecta», porque no la vas a encontrar). Interésate en ella, busca maneras en las que puedas servirle y serle de ayuda; y mientras lo haces, haz preguntas, abre tus oídos para escuchar y tu corazón para aprender. 

Antes de irme, te cuento que después de correr detrás de Mayra por el aeropuerto, llegamos a tiempo a la terminal de nuestro vuelo. Fuimos las últimas en entrar al avión y cuando entramos no podíamos creer que nuestros asientos eran los últimos (justo al lado del baño). Cuando nos sentamos, respiramos con un gran alivio. Inmediatamente quisimos mirar hacia afuera y, ¿qué crees? 

¡Nuestros asientos no tenían ventanas! Nos reímos sin parar, y luego hablamos tanto, que el viaje se hizo super corto. Doy gracias a Dios por las mujeres mayores que Él ha puesto en mi camino. 

¡Anímate a buscar a tu amiga mayor! Te recomiendo que lo hagas en la comunidad donde Dios te ha colocado. Y si necesitas inspiración, aquí te comparto estas conversaciones de mujeres de diferentes edades y etapas de vida. Ellas están explorando Tito 2 en una serie titulada: Vive y enseña la sana doctrina.

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …

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