Cada día estoy en una batalla.
¿El premio? Mi tiempo. Mi atención. Mis lealtades. Y lo más valiosos de todo, mi corazón.
Mi enemigo es astuto e ingenioso con muchas armas verdaderas y probadas a su disposición. Sus favoritas – estrés, conflicto, ocupación, redes sociales, presión de los amigos. Cada una de estas él las conoce bien y las maneja hábilmente.
Él también conoce que no necesita atacar con todas ellas al mismo tiempo. Si él puede utilizar solo una para invadir y conquistar con éxito el territorio de mi corazón, su misión será cumplida. Mi corazón, dividido.
Para mí, sería una batalla sin esperanza, perdida, si no fuera por un detalle.
Yo, también, estoy armada.
¿Mis armas? La Palabra de Dios. El ejército de ángeles del Altísimo. Y una poderosa arma que es tan improbable como es mortal. El tiempo pasado en la quietud de estar a los pies de mi Salvador. Es esta defensa que me da la armadura que necesito para combatir al enemigo. (Ef. 6:11–12). Es por eso que, antes que él pueda lanzar su ataque, yo corro a mi Torre Fuerte, con estas palabras en mis labios.
“Señor, dame un corazón no dividido delante de Ti”.
Indivisible.
Esto no es nada fácil.
Hay tantas cosas que nos tiran de un lado a otro. Voces que intentan decirnos que pensar, cómo sentirnos. Hay tanto por hacer – sin fin de oportunidades y posibilidades. Con todo ese ruido, no es de sorprenderse que termináramos sintiéndonos tan vacías y distraídas. Por lo tanto… divididas.
Estoy segura que lo has sentido. Sé que yo sí. Ese sentimiento de estar partida en dos, una parte de ti es atraída a una cosa, otra a algo diferente. Te quita tu paz y gozo, dejándonos agotadas y confundidas.
El secreto a la paz verdadera
Es fascinante que la palabra Hebrea para el antónimo de dividido – entero o indivisible – es la palabra Shalom. Pudieras reconocer esta palabra porque frecuentemente es traducida como paz.
¿Lo puedes ver?
Integridad = paz
Algunos de mis versículos en la Escritura favoritos también tienen unas cuantas cosas que decir sobre Shalom.
“Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, (Shalom) porque en ti confía” (Isa. 26:3).
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. (Shalom)” (Juan 16:33).
Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz (Shalom) de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. (Fil. 4:6–7).
Si observas de cerca, notarás un tema en común.
En la presencia de Dios, en la plenitud de Su amor, al presentar nuestras peticiones a Él, allí encontramos paz e integridad. La verdadera paz se encuentra en la presencia del Dador de Paz - Jehová Shalom (Jue. 6:24).
Esto nos trae de vuelta a la guerra – esa batalla diaria por nuestra atención que nos rodea.
Tu enemigo te quiere dividida
Nuestro enemigo no quiere que pasemos tiempo en la dulce simplicidad de la presencia de nuestro Salvador. Él no quiere que tengamos Shalom.
Él nos quiere divididas.
¿Por qué?
Porque una persona dividida es una persona ineficaz. Alguien cuyo corazón está partido en dos no sabe qué es lo que cree o cómo debe actuar. Una persona dividida jamás será alguien que cambie el mundo para Cristo. Esa no es la persona que yo quiero ser. Quiero ser efectiva para el evangelio. Deseo paz e integridad.
Al mismo tiempo, sin embargo, me doy cuenta que hay tantas cosas en mi vida que si me dividen y me distraen. Cosas como mi horario y mi lista de cosas por hacer. Cosas como las redes sociales y el Internet, que tienen la posibilidad de robar mí tiempo y arruinar mi paz. Ninguna de estas son malas en sí misma, pero permitirles tomar mi mente me deja abierta y vulnerable para un ataque del enemigo.
Nuestra única fortaleza
He descubierto solo una Fortaleza efectiva para proteger el territorio de mi corazón: Jehovah Shalom. Cuando tomo tiempo para aclarar mi mente de todas las distracciones y poner mis ojos únicamente en Cristo, encuentro que Él me da mayor gozo y paz que ninguna otra cosa jamás tenga o pueda.
No siempre es fácil. Hay días en los que no tengo ganas de leer mi Biblia y orar, momentos cuando pienso que saltarme mi tiempo de oración e ir directo a las cosas que tengo que hacer ese día sería más productivo. Pero he aprendido que cuando me siento así, puedo estar segura que estoy en medio de la batalla. Cuando no cedo al diablo y más bien busco a Dios, allí es cuando El habla profundamente a mi corazón y me da una fresca medida de paz.
¿Es difícil solo sentarme en la presencia de Dios cuando todas las cosas que tengo que hacer me están llamando? Sí. Pero vale la pena totalmente, absolutamente y maravillosamente.
No te distraigas
Hoy te reto a detenerte y simplemente deleitarte en la presencia de Dios. Acalla el ruido y permite que Su paz te inunde. Permítele a Él darte un corazón indivisible. Un corazón guardado por Shalom. Un corazón que no será fácilmente invadido. Un corazón completamente y seguramente Suyo.
Enséñame, oh Señor, tu camino;
andaré en tu verdad;
unifica mi corazón para que tema tu nombre.
Te daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón,
y glorificaré tu nombre para siempre. (Sal. 86:11–12).
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