Cuando contemplamos nuestra tan grande y preciosa salvación quizás podríamos pensar que responder en alabanza, gratitud y obediencia a nuestro Salvador vendría de manera más natural o simple. Podríamos pensar que, al realmente entender el pago tan grande por el perdón de nuestros pecados, nuestros corazones se verían inclinados a una firme y constante devoción a Cristo.
Es verdad que la única respuesta lógica al amor que hemos recibido debería doblegar nuestros corazones tanto en alabanza como en obediencia a Cristo todo el tiempo, llevándonos a una devoción total y completa a Él. Viéndolo desde esta perspectiva, sería racional pensar que no existiría la tentación de buscar nuestra satisfacción en cisternas rotas, ¿verdad? Tal como lo describe Jeremías 2:13.
Sin embargo, nuestra realidad presente muestra que existe una lucha interminable por nuestra devoción a Cristo. Aun cuando nuestros ojos fueron ya abiertos a Él, la luz verdadera (Juan 1:4, 9; 8:12), aun cuando nuestras almas fueron ya saciadas por Él, el Pan de vida y Agua viva (Juan 6:35; 4:14), y aun cuando fuimos ya saciadas por Sus riquezas celestiales (Efesios 1:3-11; 2:4-8), seguimos luchando. Y mientras estemos en esta carne, seguirá siendo así. «Pero Él da mayor gracia» (Santiago 4:6).
A veces pienso en cuán absurdo es el pecado, sea cual sea; nos promete satisfacción y gozo duradero, pero una vez que hemos mordido el anzuelo, comprobamos lo amargo y doloroso que es. Para aquella persona que camina en comunión con Dios y disfruta las delicias que Él ofrece, bien sabe que el pecado solo satisface por un momento, pero al final deja manchas, marcas, dolor, desesperación, culpa, amargura, y bueno, la lista no termina. El pecado ofrece mucho de lo cual no da nada. Nos seduce y engaña, y nosotras vamos tras él cada vez. La lucha contra el pecado es interminable porque nuestras tentaciones son inagotables (Gálatas 5:16-17).
Las tentaciones existen en diferentes formas, medidas y grados; no importa la proporción que tengan, realmente siempre tienen el título de tentación. La palabra tentación viene de lapalabra massah en hebreo, que significa: prueba, dificultad e incitación. En otras palabras, somos tentados cuando nos enfrentamos a situaciones o experimentamos circunstancias de cualquier tipo que prueban nuestro carácter, nuestra devoción, nuestro corazón. No llamamos tentación a aquello que podemos ignorar sin ningún problema. Las tentaciones están moldeadas a las lujurias, esto es, los deseos irresistibles (las idolatrías) de nuestros corazones a la medida de los hoyos que buscamos cavar en lugar de ir a la fuente principal y ser saciados por Su gracia, riquezas y abundantes misericordias.
Santiago 1:13-15 nos explica que el origen de nuestras tentaciones radica en los deseos que maquinan nuestros corazones; ya que nuestro corazón es la fuente de nuestros afectos, devoción, anhelos y obediencia. La tentación principal reside en desear cualquier cosa por encima de Cristo. Esto se debe a no conocer, disfrutar y experimentar la satisfacción completa y plena que se encuentra únicamente en nuestro Salvador.
Y cuando hablo de disfrutar una satisfacción plena en Cristo, no me refiero a asentar a esta verdad como meramente intelectual, sino a experimentarla de tal forma que en verdad disfrutemos del poder que el Espíritu Santo nos provee para gozar la suficiencia de Cristo y escogerlo a Él por sobre todas las cosas. Y es que esta satisfacción no es barata, ¡es muy costosa! ¿Cómo podría ser barata si costó la sangre del precioso Hijo de Dios? Costó cada gota de Su sangre y cada gemir de Su agonía para que nosotras pudiéramos acercarnos al trono de la gracia y sentarnos a la mesa para gozar de la dulce comunión con Cristo todos los días por el resto de nuestras vidas.
Por el amor tan grande de nuestro Salvador, hemos sido invitadas a ser saciadas por las abundantes riquezas del Dios de toda gracia; y a menos que seamos saciadas, no podremos permanecer firmes ante la tentación. No podemos dar por sentado ni menospreciar tan grande sacrificio. Cuando lo hacemos, cuando cedemos a la tentación, es porque sabemos, pero en el momento no creemos realmente en nuestro corazón que Cristo es suficiente; por lo tanto, no experimentamos esa verdad y escogemos el pecado por encima de Cristo.
Me encanta la manera en que John Piper lo dice: «Hay una manera de conquistar las promesas de los placeres del pecado y es con el poder de un placer superior. Su nombre es Jesús y la manera en la que es experimentado se llama fe salvadora. Esto es la fe. Es recibir a Jesús como un tesoro que todo lo satisface».
Ahora quiero compartir contigo algunas maneras en las que podemos permanecer firmes en las tentaciones de nuestra vida diaria y desear más a Cristo.
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Recuerda y aférrate a las verdades del evangelio todos los días.
A medida que pasamos tiempo meditando en las realidades que gozamos ya que Cristo nos ha hecho suyas, nuestro corazón se maravilla al recordar la bondad y gracia que se nos ha extendido. Cuando pertenecemos a Cristo, Él está a nuestro lado en las batallas de la vida y es ahora la vida de Cristo en nosotras la que nos capacita para hacer frente a las tentaciones de la vida (Isaías 41:10, Gal. 2:20). De igual forma, porque Cristo, nuestro Sacerdote, está sentado en los cielos intercediendo a favor nuestro, tenemos la seguridad de Su gracia sobre nuestras vidas (Heb. 4:14-16). Y si hemos pecado, Él es nuestro Abogado para con el Padre (1 Juan 1:9). Recordarnos todas estas verdades son necesarias para poder permanecer firmes en la tentación y rodearnos de hermanos en la fe que nos recuerden estas verdades es también de vital importancia.
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Dispón tu corazón para buscar a Cristo por sobre todas las cosas.
Tomar en serio nuestro caminar con Cristo significa que le damos prioridad en nuestra vida y nuestros días, apartando tiempo para venir a Su presencia. Cuando tomamos en serio a Cristo, buscamos crecer en nuestra fe y santidad y luchamos con la potencia de Su poder contra el pecado (Col 1:11), haciendo uso de los medios de gracia que Él nos ha provisto (2 Pedro 1:5-8). Es solo cuando hacemos uso de estos medios de gracia que permanecemos en Cristo, y Él nos concede el poder para permanecer firmes en medio de la tentación (Juan 15:4-5). Su Palabra, al igual que la oración, son medios por los que podemos experimentar la dulzura de Cristo y gozar de plena satisfacción en Él. Así, las tentaciones pierden su atractivo a la luz de nuestro más valioso tesoro (Mateo 13:44).
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Recuerda que tenemos todo lo necesario para permanecer firmes.
2 Pedro 1:3 nos dice que «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, nos han sido dadas por su divino poder» incluyendo un corazón nuevo para amar a Cristo, desearlo más, y obedecerlo. No podemos quejarnos de carecer de las abundantes riquezas celestiales, cuando el Señor ya nos las ha concedido. ¡¿Cómo dudar de esta verdad cuando tenemos a Su Espíritu como nuestra garantía y fiel Ayudador?! El Espíritu Santo, que habita dentro de nosotras, nos da el poder para permanecer firmes en las tentaciones (Juan 14:17). ¡Gracias sean dadas a Dios por Sus abundantes riquezas en Cristo para con nosotras!
Nuestro corazón está presto a divagar, más Su gracia inagotable siempre nos llama y regresa nuestra mirada a Él. Necesitamos Su gracia, necesitamos el evangelio para vivir recordándonos que sólo Él es suficiente y sólo Él satisface. Esta es la única manera de permanecer firme en la tentación, sea cual sea: creyendo la verdad y viviendo conforme a la verdad de que Cristo basta. Solo así podremos crecer en nuestro deseo por Él, y finalmente, aferrarnos a Él, nuestro suficiente Salvador.
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