¿Alguna vez te has preguntado por qué Dios nos creó con la habilidad de hablar? A mí me encanta hablar. Tengo la lengua muy «suelta», podríamos decir. Pero al parecer, no siempre fue así. Me dicen que nací con la lengua un poco anclada, y me la tuvieron que cortar para liberarla. Recuerdo que de pequeña, a mi papá le gustaba bromear conmigo cuando yo no cesaba de hablar. Decía, «¡debimos haberles dicho a los doctores que dejaran tu lengua como estaba!» No me gustaba esa broma, pero al crecer y entender la gran lucha que tenía por delante, llegué a preguntarme si él no tendría la razón. ¡A veces creo que habría sido mejor pasar esta vida sin una lengua tan fácil de mover!
Uno de los problemas principales de la lengua es que ¡está muy cerca del cerebro! Muchas cosas salen de nuestros labios cuando apenas las hemos pensado. Cuando juntamos este efecto con la aceptación cultural de muchos hábitos verbales, tenemos un resultado desagradable: palabras que no glorifican a Dios, y que son antibíblicas, salen de nuestra boca sin que las pensemos dos veces.
¿Me permites llamarte la atención a varios pecados del hablar que son comúnmente «aceptados» en la cultura, y tristemente, entre creyentes también? No es mi intención ofenderte, sino ayudarte a discernir si estás ofendiendo a Dios sin darte cuenta.
«OMG, Dios mío, por Dios…»
Creo que todas conocemos el tercer mandamiento: «No tomarás el nombre el Señor tu Dios en vano» (Ex. 20:7). ¿Alguna vez has considerado la posibilidad de que cuando escribes «OMG» en un mensaje de texto, podrías estar violando este mandamiento? (OMG = oh my God = «Dios mío»). Por otra parte, es demasiado común en muchos países de habla hispana, usar las frases «Dios mío» y «por Dios» en muchísimas ocasiones en las cuales no se está hablando de Jehová Dios, ni dirigiéndole una oración.
El Salmo 111:9 dice, «santo y temible es su nombre». ¿Puedes decir honestamente que estás pensando en el nombre de Jehová como santo y temible, y aún así usarlo sin pensar para agregar énfasis o expresar una emoción tuya? En Mateo 6:9, Jesús nos enseña a orar al Padre expresando nuestro deseo de que Su nombre sea santificado. ¿No sería algo hipócrita usar Su nombre en vano y luego expresarle a Dios tu deseo de honrar Su nombre?
«Dile que no estoy»
Es uno de esos chistes conocidos… El niño contesta el teléfono, le piden hablar con su mamá, le grita a su mamá «te habla la señora Rosy», y Mamá grita de regreso, «dile que no estoy». Obviamente la señora Rosy escuchó todo. Nos reímos, pero sabemos que sucede.
En algunas culturas, parece ser pecado hacer que alguien se sienta mal, se vea mal, o que uno mismo quede mal delante de otros. Un resultado desafortunado de esto es la aceptación general de las «mentiritas piadosas». Creo que el razonamiento es algo así: «No quiero hablar con ella porque me cae mal, porque estoy ocupada, o porque no hice algo que debía hacer, y me está llamando para preguntar sobre eso. O, yo voy a quedar mal, o ella se va a sentir mal, así que la mejor opción es que piense que no estoy». Esto sucede entre jóvenes y sus padres: quizá se justifican para proteger a algún amigo, para cubrir alguna regla desobedecida, o para hacer la vida más fácil. La creencia detrás de esto es que no afecta en el largo plazo, no es gran cosa, y no es realmente pecado.
Si estudias los pasajes bíblicos sobre la mentira, quedarás impactada. Proverbios está lleno de declaraciones fuertes sobre este pecado: «Los labios mentirosos son abominación al Señor» y «el que cuenta mentiras perecerá» (Prov. 12:22 y 19:9). El Salmo 101:7 dice, «el que habla mentiras no permanecerá en mi presencia». Esto debe motivarnos a tener mucho cuidado con el uso de palabras y frases que, aunque comúnmente aceptadas, no son verdaderas. Sería bueno buscar adquirir esta cualidad: «El justo aborrece la falsedad» (Prov 13:5).
«Ese fue el mejor discurso que he escuchado en mi vida»
Existe cierta expectativa de responder con halagos a algún logro, presentación, desempeño o apariencia. El mundo frecuentemente valora más la adulación que la sinceridad. Aunque el creyente debe ser bondadoso y respetuoso, insinceridad realmente es equivalente a falsedad. El hábito de decir halagos puede llevar a la manipulación. Puedes llegar a estar dispuesta a decir cualquier cosa con tal de que alguien haga lo que quieres. Debemos cuidar la sinceridad de nuestras palabras, y los deseos de nuestro corazón en esta área.
«Te lo cuento, solo para que ores»
Esta es la famosa excusa cristiana para repetir un chisme. Pocas veces surge de un deseo sincero de ver a Dios obrar y de una convicción de la importancia de la oración. Más bien, es una justificación para poder ser la portadora de alguna «noticia jugosa». Debemos recordar que el chisme es pecado. Si la persona con la que estoy hablando y yo no somos parte del problema o de la solución, no debo compartir la información.
Podríamos seguir hablando de otros pecados sutiles de la lengua como: «insultos cristianos», palabras ásperas en nombre de «confrontación bíblica», crítica hacia los líderes espirituales y gobernantes e insinuaciones sexuales. Te animo a que sigas evaluando cada palabra que sale de tu boca para que puedas vivir de acuerdo con la Palabra de Dios y usar tu lengua para testimonio de Su gloria.
¡También te animo a que sigas en tu lectura del libro Chicas sabias en un mundo salvaje! Ya vamos terminando el libro y nos faltan pocos, pero importantes, temas para ver esta semana y la siguiente. Te dejo el reto de la semana.
Reto
Lee:
Chicas Sabias en un Mundo Salvaje: capítulo 17: Forma de hablar; y capítulo
18: Influencia (p. 231-250).
Santiago 3; Deuteronomio 13.
Memoriza:
Mateo 15:18: «Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre».
Reflexiona:
- Según el texto de memoria arriba (Mat. 15:18), ¿Cuál es el verdadero problema detrás de los pecados de la lengua? ¿Qué nos dice esto sobre la probable solución?
- ¿Has identificado algún pecado de tu hablar al leer esta publicación, o el capítulo 17 del libro? ¿Qué pasos tomarás para empezar a vigilar más lo que sale de tu boca?
Ora:
Señor Jesús, tú diste todo para que yo pudiera ser libre del dominio del pecado. Quiero glorificarte con cada palabra que sale de mi boca, pero necesito de tu ayuda para limpiar primero mi corazón. Ayúdame a someter cada pensamiento a ti para Tu honra y Tu gloria.
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