“No tenemos relaciones sexuales”

Seguimos mirando el consejo del libro “Mamá, ¿qué tiene de malo el sexo?” por Sharon Hersh. El contenido de esta publicación es un resumen del capítulo 6. Recuerda que Sharon tiene mucha experiencia aconsejando chicas adolescentes sobre situaciones de sexualidad.

­—Estoy en grandes problemas, -suspiró Britlee- Se supone que iríamos al cine con mi amiga, pero no estaban pasando nada bueno y nos encontramos dos chicos, así que nos metimos en un auto con ellos y fuimos a una de sus casas y… eh… hicimos… cosas.

—¿Cosas?- pregunté y esperé a que Britlee continuara.

—Bueno, no sé cómo se enteró mi mamá, pero solo jugué con el cuerpo de uno de los chicos. No sé cuál es todo el escándalo por eso… No es como si hubiéramos tenido relaciones sexuales o algo así…

—Si lo que experimentaste con ese chico no fue sexo, ¿Qué fue entonces?

-No lo sé, pero no fue sexo. No voy a tener relaciones sexuales.

Al parecer, la relación sexual no es fácil de definir para los adolescentes de hoy. Los que crecen en hogares religiosos a menudo están confundidos en cuanto a las cosas de las cuales deben abstenerse. Nuestra cultura dice que el sexo no significa nada más que una oportunidad de experimentar placer, pero sus corazones les dicen que significa más. ¿Por qué es tan importante?

Lo que hacemos con nuestros cuerpos tiene importancia

Dios creó nuestros cuerpos y dijo que eran buenos (Gen. 1:21). Conectó nuestros genitales con nuestros corazones, diseñó nuestros cuerpos para que se excitaran y para que nuestra carne se conectara con otra persona a fin de establecer una unión que nada pudiera separar (Gen. 2:24; Mat. 19:6). Cuando nuestros cuerpos se excitan para conectar nuestra carne con otra persona en una unión fugaz o superficial, algo en nosotros se rompe cuando termina la relación. Muchas chicas y mujeres separan sus cuerpos del corazón en un intento de encontrarles sentido a todos los inevitables sentimientos conflictivos. O endurecen sus corazones por completo. Cuanto más se desnudan de manera física, menos lo hacen en lo emocional. Quizá a esto se refiere 1 Corintios 6:18:

Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo.

Por pecado sexual o abuso sexual en su pasado, muchas mujeres adultas tienen dificultades en su relación sexual matrimonial. Experimentan una falta de deseo sexual. Esto se debe, por lo menos en parte, a que hemos aprendido que el deseo sexual corporal está conectado a la culpa y la vergüenza. Por esto, hemos aprendido a desconectarnos de nuestro deseo. Muchas jóvenes hacen esto en sus relaciones sexuales ilícitas, y más adelante tiene un impacto grave en su matrimonio.

Las señales de excitación que tu cuerpo experimenta no son malas, son naturales. Es natural que incluso al tomarte de la mano con un chico, sientas excitación. Dios quiso que fuera así, no para que siempre hagamos lo que el cuerpo indica, sino para que le prestemos atención a estas señales. Tenemos que decidir si seguir adelante o guardar un mayor placer físico para más adelante.

 Lo que hacemos con los demás tiene importancia

La idea de que la relación sexual puede ser superficial (o casual) es probablemente una de las mentiras más poderosas de nuestra cultura sexual actual. Aun si la relación sexual se ve como una forma de entretenimiento, aún si se considera sin sentido, aun si dos personas que acceden lo disfrutan, nunca es superficial. El Apóstol Pablo dice, “¿O no sabéis que el que se une a una ramera es un cuerpo con ella? Porque Él dice: Los dos vendrán a ser una sola carne” (1 Cor. 6:16). Quieras o no reconocerlo, practicar cualquier relación sexual (que el diccionario define como contacto genital) es unirte a la otra persona… volverse uno. Esto es una realidad.

En la relación sexual le rendimos nuestra desnudez a otra persona. Dios quiso que disfrutáramos, honráramos, y protegiéramos nuestra desnudez. Es triste que esta casi nunca sea la experiencia de la relación sexual del adolescente, acerca de la cual escucho en mi oficina. Hay mucha grosería, prisa, y falta de respeto por la desnudez.

En la relación sexual le rendimos nuestras diferencias a otra persona. Dios quiso que la relación sexual uniera a un hombre y a una mujer, al rendirse entre sí sus diferencias. “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban” (Gen. 2:24-25). Cuando le rindo mis diferencias a otro, ya no solo debo pensar en mí misma. Puedo concentrarme en la otra persona. Pero gran parte de la relación sexual adolescente se basa en una gratificación egoísta e inmediata. La fornicación no piensa en la otra persona ni le rinde sus diferencias. La relación sexual más significativa se encuentra en una relación de cariño, interés, respeto y disfrute mutuo… esto lo provee solamente el matrimonio. 

En la relación sexual le rendimos nuestra vergüenza a otra persona. En el acto físico de la intimidad sexual, hay momentos incómodos, vergonzosos y graciosos. A diferencia de las escenas escritas y ensayadas con cuidado que se ven en las películas, la relación sexual verdadera está llena de errores humanos. Dios no quería que la relación sexual fuera el momento perfecto y apasionado que tan a menudo se ve representado en los medios. Quería que fuera un acto en el que cubriéramos la vergüenza del otro con amor. La intimidad sexual debe representar una intimidad relacional diaria en la que ofrecemos perdón, aceptación y gracia el uno al otro. Aunque de seguro el matrimonio no es perfecto y está lleno de gente imperfecta, es la única relación que Dios diseñó para la relación sexual.

Lo que hacemos con Dios tiene importancia

La relación sexual fue creada para producir placer y procrear, una rendición de nuestra desnudez, diferencias y vergüenza a otra persona en una relación para toda la vida. Con todo, no siempre resulta así. Ninguna otra realidad revela nuestros fracasos y debilidades, bondad y fragilidad, pasión y egoísmo, como la relación sexual. Una adolescente piensa que, si tiene relaciones sexuales con este chico, la amará y aliviará el dolor del último chico. Una mujer casada también puede pensar que, si logra que su esposo lea un libro más, sanará el dolor de años de desilusión.

La relación sexual, comprendida a través del lente de la Palabra de Dios, es un espejo en el que vemos para qué fuimos creadas, y cuán cortas quedamos en la experiencia humana. La relación sexual, nuestro anhelo de intimidad y nuestras heridas y esperanzas en el camino, puede guiarnos al único que nos invita a ser una con Él.

Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad. (Ef. 2:15-16 NVI)

El tema de la relación sexual provoca preguntas, vergüenza, recuerdos, y una conciencia mayor de nuestro vacío como seres humanos. Hay algo acerca de mirar este tema con sinceridad y consideración que nos deja queriendo un cuidado tierno y cariñoso. Es por eso que la relación sexual se trata del deseo; y de dejar que el deseo que no se satisface nos lleve a Dios.

¡Corre a Dios y deja tus deseos sexuales en sus manos! Y recurre a tu mamá, y a mujeres piadosas en tu iglesia local con las que puedes continuar esta conversación. ¡Vale la pena!

*Parte de esta publicación ha sido adaptada con permiso de la autora del libro “Mamá, ¿qué tiene de malo el sexo?

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Sobre el autor

Susi Bixby

Tiene 21 años de casada con Mateo, y ama a sus tres regalos de Dios: Aaron, Ana y David. Deseando vivir el diseño de Dios para su vida, dedica la mayor parte de su energía a su familia. Es esposa … leer más …

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