Quizás, como yo, ya habrás notado que, en los últimos años, por todas partes y a través de todas las plataformas posibles, el sistema filosófico del mundo en que vivimos se ha encargado de persuadirnos acerca de seguir nuestro corazón. Follow your heart (sigue tu corazón), dicen en inglés. Haz lo que te haga sentir feliz, cree en ti misma, ámate primero a ti, son frases similares que corresponden al mismo hilo de pensamiento. Lo hemos visto en camisetas, en portadas de libretas, en revistas, en los medios sociales, en decoraciones de tiendas y restaurantes, en letras de canciones pegajosas, en los guiones de las películas más vistas.
Algunos dirán que hacer lo que diga el corazón no tiene nada de malo, hasta suena romántico y liberador. El problema con esta idea es que, de acuerdo a la cosmovisión cristiana en la que creemos, es antibíblica. La Palabra escrita de Dios enseña que la naturaleza del corazón humano es caída, depravada, con una tendencia de continuo al mal. Para nuestro Creador, Dios y Redentor, la idea de que sus hijas obedezcan a los pensamientos/deseos/sentimientos/intenciones de sus corazones es egocéntrica, pecaminosa, diabólica.
Jeremías capítulo 17:1, 5, 7 y 9 (NTV) revela lo peligroso que es dejarnos guiar por nuestros volátiles corazones:
«El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro, grabado con punta de diamante en su corazón de piedra y en las esquinas de sus altares…Esto dice el Señor: “Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor... Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza…El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?”».
¿Qué dice este pasaje sobre nuestro corazón?
El profeta, inspirado por el Señor, nos deja ver varias características de nuestro ser interior:
- Es pecaminoso (v. 1). El pecado formaba parte del ADN espiritual del corazón de los habitantes de Judá, el pecado estaba esculpido en sus almas. Y esto no es diferente a ti y a mí, tenemos la rebeldía cincelada en nuestra alma.
- Es idólatra (v. 5). Con demasiada facilidad ponemos la confianza y esperanza en personas finitas, débiles y pecadoras al igual que nosotras.
- Es engañoso (v. 9). Engañoso y no solo engañoso, sino: ...lo más engañoso que hay... Nuestra tendencia natural es a pensar, hablar y vivir la mentira. El engaño es tan familiar en nuestro mundo interior que hasta nos convencemos a nosotras mismas sobre hacer o no hacer esto o aquello, utilizando falsedades.
- Es perverso (v. 9). Es incurable. El comentarista Matthew Henry destaca: «Es sutil y falso; capaz de suplantar… a lo malo llama bueno y a lo bueno malo, pinta las cosas de falsos colores».
Así es nuestro mundo interior sin la gracia de Cristo. Ciertamente el diagnóstico de nuestro corazón es serio, trágico, terminal. A la luz de las Escrituras podemos concluir que no es para nada confiable.
¿Hay alguna cura para nuestro corazón?
Sí, arrepentirnos y confiar en Jesucristo como Señor y Salvador. «Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza». Cuando confiamos en Dios, dejamos de tener fe en nosotras y en otros. El llamado al arrepentimiento y a la fe solo en Cristo lo vemos repetidas veces en los evangelios y en el resto del Nuevo Testamento. En Hechos 2, vemos al apóstol Pedro predicando su primer sermón sobre la encarnación, vida, padecimiento, muerte y resurrección del Mesías (el evangelio). Dice el texto que las palabras de Pedro traspasaron el corazón de quienes lo escuchaban. Ellos le preguntaron al predicador qué debían hacer al respecto y Pedro contestó: «Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios…» (v. 38).
Entonces, ¿a quién debes seguir?
Ya que hemos derribado el argumento mentiroso de que seguir a nuestro corazón es bueno, permíteme decirte a todo pulmón: ¡Sigue a Cristo! Niégate a ti misma y obedece al único Rey que tenemos quienes hemos nacido de nuevo (Lc. 14:25-27).
Cuando tus emociones te quieran controlar, somételas bajo el señorío de Jesús. Cuando tus pensamientos sean antagónicos, llévalos cautivos a la obediencia a Cristo. Cuando tus motivaciones no sean claras, deja que Dios las examine y purifique.
Ahora quiero compartirte algunas recomendaciones para lidiar con nuestras emociones:
- No olvides que eres mujer y, por lo tanto, Dios te diseñó altamente emotiva.
- Cultiva el dominio propio en coordinación con el Espíritu Santo. Las emociones en sí no son malas, pero fuera del control del Espíritu pueden ser nocivas.
- Prepárate espiritualmente para los días en los que por el ciclo femenino estarás con las emociones a flor de piel.
- No le des tanta importancia a tus sentimientos. Prioriza tus convicciones bíblicas y tus responsabilidades.
Recuerda mi amada hermana, sigue a Cristo. En días buenos y malos, obedece a tu Amo. No sigas tu corazón, sigue a Cristo.
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