Si pudiera reducir esta publicación de blog a una sola oración, sería esta: No seas un troll. No estoy hablando de esos pequeños muñecos lindos con pelo loco de arco iris. Estoy hablando del tipo de troll que. . .
. . . siembra discordia en Internet al comenzar peleas o molestar a las personas, publicando mensajes incendiarios, extraños o fuera del tema en una comunidad en línea (como un grupo de noticias, foro, sala de chat o blog), con la intención de provocar en los lectores una respuesta o interrumpir la discusión normal sobre el tema, a menudo para la diversión del Troll. (¡Gracias, Wikipedia!)
Parece que los Trolls llegaron para quedarse, junto con muchos otros desagradables efectos secundarios de vivir en un mundo digital. Pero no tenemos que estar entre ellos. De hecho, esta es un área que los creyentes de otras épocas no tuvieron y en la que nosotras tenemos la oportunidad de vivir como sal y luz.
Si bien entiendo la tentación de disparar un pensamiento enojado como respuesta a un mensaje con el que no estamos de acuerdo, en nuestras páginas personales de las redes sociales, no creo que sea apropiado que las hijas de Dios sean Trolls de las redes sociales. Aquí hay dos razones del porqué:
Razón # 1: Deberíamos ser edificadoras, no destructoras
«Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» (Ef. 4:29).
Es cierto que este versículo trata sobre lo que sale de nuestras bocas, pero ¿acaso nuestros teclados y teléfonos no se han convertido en una especie de boca? Los usamos para comunicar cómo nos sentimos y pensamos como lo haríamos, si estuviéramos hablando de persona a persona. El estándar que Pablo describe aquí es intenso.
- No decimos nada que corrompa (que lastime a los demás).
- Decimos palabras que construyen (que ayuden a otros).
Pablo nos está pidiendo que tengamos al oyente en mente cuando hablemos, en lugar de pensar solo en nosotras mismas (quien habla, o en algunos casos, quien escribe.) En lugar de preguntar: «¿Esto me hará sentir mejor?» Antes de hablar, hacemos una pausa y consideramos: «¿Esto hará que la persona que está al otro lado de estas palabras sea edificada o la derribará?»
Razón # 2: Cada palabra cuenta
Echa un vistazo a Mateo 12:36: «Mas yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio»
Cada palabra vana
¡gulp!
Claramente, nuestras palabras le importan mucho a Dios. ¿Por qué? Porque las palabras que salen de nuestra boca revelan lo que realmente sucede dentro de nuestros corazones (Luc. 6:45). La Escritura nos dice que es imposible decir lo que no queremos decir. Nuestras palabras funcionan como un reflejo de la verdadera condición de nuestros corazones. No daremos cuenta solamente de nuestras palabras, sino también de la condición de nuestros corazones.
La Palabra de Dios ofrece una verdad eterna para cada generación. Los investigadores han comenzado a llamarle iGen porque tu generación está marcada de forma única por el uso constante de las redes sociales. Dado que Internet es una parte tan importante de tu vida cotidiana, vale la pena que te tomes un tiempo y te detengas y consideres cómo se aplican estas verdades a la forma en que actuamos en línea.
Cinco puntos de control para filtrar:
Para evitar palabras descuidadas que no construyen, considera las siguientes preguntas. Piensa en estas como puntos de control o puertas por las que deben pasar tus palabras antes de presionar «enviar».
1. ¿Esto es útil?
¿Este comentario ayuda a otros a que te entiendan mejor? ¿Les ayuda a comprender mejor la verdad de Dios? Siempre debes poner cuidado en las maneras que ayuden a no dañar.
2. ¿Es agradable?
Expresa una actitud que sea agradable y encantadora que pueda ganar a otros. Estas actitudes son lo opuesto:
- Combativo
- Argumentativo
- Hostil
- Agresivo
- Enojado
- Desagradable
Si no puedes decir lo que quieres de una manera que sea agradable, no lo digas. (Incluso si el oyente no está de acuerdo con tus palabras, tu comentario puede ser tranquilo y encantador) En cada debate, el objetivo es ganar, ¿no? Cuando nuestras palabras se presentan de maneras que no son agradables, todos perdemos.
3. ¿Vale la pena pelear por esto?
Las palabras de Pablo que se encuentran en 2 Tim. 2:23 fácilmente podrían haber sido escritas para nosotras en la era de la Internet.
«Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas.»
Tengo tres niños pequeños. Y como es normal entre los niños pequeños, a menudo se pelean por cosas que no importan. Cuando lo hacen, nos detenemos y decimos este versículo juntos y luego hago esta pregunta:
«¿Qué es más importante (pistola NERF, palo, libro, juguete) o tu hermano?»
Sus cabecitas caen mientras dicen «mi hermano», porque se les ha recordado que por un momento perdieron de vista el hecho de que la comunión con su hermano es mucho más importante que el objeto por el que estaban peleando.
Necesitamos este recordatorio también, ¿verdad?
¿Qué es más importante, decir lo que piensas o tu hermano o hermana en la fe?
¿Qué es más importante, ser percibida como «correcta» o tu hermano o hermana en la fe?
¿Qué es más importante, defender tu posición o tu hermano o hermana en la fe?
Muchas de las cosas sobre las que discutimos son tontas controversias. Lo mejor es seguir nuestro camino y darle clic a salir.
4. ¿Esto honra el Imago Dei?
En Génesis 1:27, leemos que todas las personas están hechas a la imagen de Dios. Los estudiosos de la Biblia lo llaman el Imago Dei, ¡y es una verdad que realmente importa! Cada persona con la que te encuentras en línea está hecha a la imagen de Dios. Jesús pensó que valía la pena morir por las personas con las que te encuentras en línea.
Eso cambia las cosas. Significa que no tratamos a las personas (por ejemplo, a los portadores de la imagen de Dios), como si nuestras opiniones tuvieran más importancia que la de ellas. Significa que nos importa menos tener la razón y más la dignidad humana. Significa que Dios ama a las personas, así que deberíamos hacerlo también.
5. ¿Esto comunica gracia?
«Porque de Su plenitud todos hemos recibido, gracia sobre gracia» (Juan 1:16).
La gracia es un favor inmerecido. A través de Jesús hemos recibido gracia sobre gracia sobre gracia. No merecemos sus regalos. No merecemos su perdón. No merecemos su aceptación; sin embargo, Él nos la da como un cargamento de un camión de volteo. Eso es gracia.
Como cristianos, somos agentes de la gracia. Nuestro trabajo es dar gracia sobre gracia a los demás como una forma de celebrar lo que Dios ha hecho por nosotros.
Si alguien publica algo que te enoja, dale gracia.
Si alguien toma algo que escribiste de manera incorrecta, dale gracia.
Si alguien está atacando tu fe en línea, dale gracia.
Si alguien no está de acuerdo contigo, dale gracia.
Gracia sobre gracia, ese es nuestro objetivo.
La vida más allá de los «me gusta»
Te advertiré, este enfoque probablemente no te hará viral. La controversia atrae la atención, y la moderación con gracia a menudo no lo hace. Evitemos ser Trolls de todos modos porque el Internet necesita algo de sal y luz, ¿no? Alguien tiene que levantarse y ser amable. ¿Por qué no nosotras? ¿Por qué no las lectoras de este blog? ¿Por qué no hoy?
PD: Si las ruedas en tu cabeza y corazón están cambiando lo que publicas en línea, considera revisar esta publicación de nuestros archivos, «6 preguntas para hacer cada vez que publiques algo».
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