Si en diciembre del año pasado me hubieras enseñado un vídeo de lo que iba a suceder en el 2020, no te creería. Es increíble cómo el mundo nos cambió en un instante. Todo lo que antes era normal –y hasta dábamos por sentado– ahora lo vemos como un recuerdo que nos produce nostalgia.
Ahora todo se siente tan extraño. Hacer planes para salir de casa, ir a la iglesia, reunirnos en los grupos de jóvenes, sentarnos en una pizzería, caminar por los centros comerciales, hablarnos de cerca y darnos un abrazo. Ya nada de esto se siente normal. Las sonrisas que acompañaban los chistes ahora están cubiertas por una mascarilla.
Sé que te gustaría encontrar un control remoto para avanzar rápidamente al próximo capítulo (porque todo esto parece una película). Pero no es posible. Solo Dios tiene el control de todo lo que está aconteciendo y aunque a veces lo hemos dudado –nada, absolutamente nada se ha escapado de sus manos–. Dios no está distraído mientras el mundo parece colapsar. Él está corriendo su plan redentor en el mundo y está trabajando particularmente en tu corazón y en el mío.
Por eso, en lugar de colocar tu esperanza en la llegada de la «nueva normalidad» y convencerte de que estarás bien cuando todo esto pase, quiero animarte a que pongas tus ojos en algo mucho mejor: la soberanía de Dios. Ese es el único salvavidas que puede rescatarte cuando te hundes en la frustración. Aquí te comparto algunas frases –del libro Coronavirus y Cristo, escrito por John Piper– que me han ayudado a alinear mi corazón con la verdad. Procura buscar los versículos bíblicos, medita en ellos y úsalos como motivos de oración.
La soberanía que puede detener el coronavirus, y no lo ha hecho, es la misma soberanía que sostiene el alma en medio de la pandemia. Saber esto hace la diferencia. (Pág. 22) | Isaías 45:7-9
La soberanía de Dios implica que Él tiene control absoluto de este mundo. Gobierna el viento (Lc 8:25), los relámpagos (Job 36:32), la nieve (Sal 147:16), las ranas (Éx 8:1-15), los mosquitos (Éx 8:16-19), las moscas (Éx 8:20-32), las langostas (Éx 10:1-20), las codornices (Éx 16:6-8), los gusanos (Jon 4:7), los peces (Jon 2:10), los gorriones (Mt 10:29), la hierba (Sal 147:8), las plantas (Jon 4:6), las hambrunas (Sal 105:16), el sol (Jos 10:12-13), las puertas de las cárceles (Hch 5:19), la ceguera (Éx 4:11; Lc 18:42), la sordera (Éx 4:11; Mr 7:37), la parálisis (Lc 5:24-25), la fiebre (Mt 8:15), toda enfermedad (Mt 4:23), los planes de viaje (Stg 4:13-15), los corazones de los reyes (Pro 21:1; Dn 2:21), las naciones (Sal 33:10), los asesinos (Hch 4:27-28) y la falta de vida espiritual (Ef 2:4-5). Y todos obedecen Su voluntad. (Pág. 41)
Este no es un buen momento para ver a Dios de formas sentimentales. Estamos pasando por una temporada amarga. Dios la decretó. Dios la gobierna. Y Él la terminará. (Pág. 41) | Job 42:2
Dios es misericordioso al gritarnos en estos días: “¡Despierta! ¡Así es el pecado contra Mí! Es atroz, es feo y es mucho más peligroso que el coronavirus”. (Pág. 67)
El coronavirus es un llamado estruendoso para que todos nos arrepintamos y realineemos nuestras vidas con el infinito valor de Cristo. (Pág. 77)
La razón por la que (Dios) usa las calamidades para ofrecernos a Cristo es que la grandeza suprema de Cristo brilla con más fuerza cuando Cristo nos mantiene gozosos en medio del sufrimiento. (Pág. 82) | 2Co 1:8-9
El coronavirus es un llamado de Dios a Su pueblo para que se despojen de la autocompasión y el temor, y en cambio se vistan de gozo y valentía para hacer las buenas obras de amor que glorifican a Dios. (Pág. 87)
¿Deseas leer este libro completo? ¡Lo tengo resuelto! Descárgalo gratuitamente aquí y/o escúchalo aquí. Es mi oración que Dios te llene de una convicción inquebrantable acerca de Su soberanía y de su amor que sobrepasa todo entendimiento. ¡Te abrazo!
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