La veía de rodillas recargando sus brazos en el borde de la cama mientras las lágrimas recorrían sus mejillas; otras veces estaba sentada en una mecedora con los ojos cerrados, una sonrisa dibujada en su rostro y su Biblia abierta en el regazo; también caminaba por la calle mientras sus labios se movían sin hacer algún sonido, pero con un rostro que reflejaba preocupación y paz al mismo tiempo. Estas eran algunas maneras en las que de pequeña podía darme cuenta que mi mamá estaba orando. Ella oraba en cualquier momento y en cualquier lugar. Orar fue algo que ella me enseñó a hacer, no con palabras, sino con su ejemplo: una guerrera de oración.
Te confieso que, aunque tenía el ejemplo de mi madre, orar no era algo que yo practicara hasta hace un tiempo. Los jóvenes hoy en día subestimamos la oración. Somos parte de una generación que pide y quiere obtener todo en el momento, vivimos en una era en la que se nos enseña a «controlar» y «resolver» las circunstancias por nosotras mismas y a ser independientes. Hemos aprendido a hacer de todo, excepto lo que más necesitamos hacer: orar.
Así que, quiero compartir contigo 3 mitos que creía sobre la oración, con los cuales es posible que te identifiques:
- No sé orar
- Dios no me escucha porque estoy en pecado
- Dios no me da lo que le pido
Una vez que los leíste, ¿pudiste darte cuenta en dónde están centrados? ¡Exacto! Están centrados en el «yo». Amiga mía, la oración no se trata de nosotras, la oración se trata de Dios. Mira lo que el escritor y predicador John Bunyan dijo sobre la oración:
«La oración es el derramamiento sincero, sensible y amoroso de nuestra alma y corazón a Dios por medio de Cristo, en el poder y auxilio del Espíritu Santo, por las cosas que Dios ha prometido o que están de acuerdo con Su Palabra, para el bien de la iglesia, y con sumisión en fe a la voluntad de Dios».
Con esto en mente, acompáñame a desenmascarar cada uno de estos mitos que constantemente creemos y nos alejan de ser intencionales en la oración.
Mito #1: No sé orar
De alguna manera, podemos decir que este mito es verdad; pero si eres hija de Dios, entonces el Espíritu Santo mora en ti e intercede por ti ante Dios. El Espíritu Santo es el que nos dice qué y cómo orar, y sin Su ayuda no podemos orar porque no sabemos cómo hacerlo. Nuestra mente humana tiene tantas limitaciones que, cuando oramos en nuestro propio entendimiento, tendemos a orar egoístamente, sin que nuestro centro de oración sea la voluntad de Dios. Así lo afirma Romanos 8:26: «Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles».
Es por eso que Jesus enseñó a sus discípulos a orar:
«Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará». –Mateo 6:5-6
En el momento en el que Jesús nos enseña a orar, decir «no sé orar», se convierte en un mito. Te invito a ser intencional y orar, así como Jesús nos enseña. Puedes leer los versículos de Mateo 6:5-8 y hacer una lista de cómo NO orar y cómo SÍ orar según estos pasajes. Esto te puede ayudar a enfocar tu mente. También necesitas un corazón dispuesto a ser dirigida por el Espíritu Santo para que sea Él quien inspire tus oraciones y puedas orar como conviene.
Mito #2: Dios no me escucha porque estoy en pecado
Cuando pecamos, nos alejamos de Dios porque Él es Santo y no permite el pecado en Su presencia. Es por eso que sentimos que Dios no nos escucha ni siquiera cuando le damos gracias por los alimentos. Nuestras oraciones suenan vanas y repetitivas. Nos sentimos así a causa de nuestro pecado, pero Él siempre nos escucha, Él nunca se aleja.
Entonces ¿por qué tendemos a quedarnos allí alejadas? Dios no quiere eso, si así fuera, no hubiera enviado a Su Hijo a morir por nosotras para tener acceso a Él. Podemos tener la certeza de que el pecado que nos aleja del Padre puede ser perdonado porque en Cristo hay perdón de pecados. Si estás en Cristo, todo el tiempo estás vestida de su justicia. Cuando Dios te ve, mira la perfección de Su Hijo. Cristo vino a romper el velo que nos separaba del Padre. Hebreos 10:19-22 dice:
«Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio del velo, es decir, Su carne, y puesto que tenemos un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura».
Amiga, si estás en Cristo, no tengas miedo de acercarte al Padre. Dios quiere que vengamos a Él en oración y que disfrutemos de Su presencia. Él es un Padre amoroso que te abrazará con bondad y misericordia, Él recibirá tu oración de confesión y perdonará tu pecado.
Mito #3: Dios no me da lo que le pido
¿No te pasa que cuando por fin te animas a hacerle una petición a Dios y ves que lo que le pediste no se cumple, terminas completamente desilusionada? A mí, sí.
Primero que nada, debemos estar conscientes que Dios no es el genio de la lámpara que va a conceder todo cuanto pidamos. Si eres hija de Dios, entonces le perteneces a Él, por lo tanto, tu vida debe ser única y exclusivamente para darle gloria a Dios (Romanos 14:8, Efesios 1:14). Eso incluye también nuestras oraciones, la manera en la que oramos y por qué oramos. No hay nada de malo en pedir, de hecho, Jesús mismo nos anima a venir al Padre pidiendo por nuestras necesidades, aunque Él ya conozca cada una de ellas. Pero Dios es soberano y a Él le pertenece el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. Y todo cuanto quiere hacer, Él lo hace.
Jesús, en Su ejemplo de oración conocido como El Padre Nuestro, nos enseña a pedir siempre por que la voluntad del Padre se cumpla (Mateo 6:10). Jesús mismo oró por esto antes de ser crucificado. El pidió al Padre que le librara del sufrimiento. Muchos comentaristas piensan que Jesús no quería separarse del Padre, temía la ira de Dios derramada sobre Él. Sin embargo, oró: «no se haga mi voluntad sino la tuya» (Mateo 26:42).
¿Cómo oras cuando estás dentro de una situación difícil o cuando tienes un deseo no cumplido? ¿Le exiges a Dios? o ¿le pides que se haga Su voluntad aun en tu situación difícil?
Puede ser que el Señor conceda tu deseo o tu petición a Su tiempo, pero también puede ser que no lo conceda, así como a Jesús no se lo concedió, pues tenía un plan maravilloso: rescatarnos de la muerte eterna por medio de Su sacrificio.
Es mi deseo que el Señor nos ayude a pedir como conviene; que podamos entrar en Su presencia con acción de gracias y adoración; que Él obre en nuestros corazones para derribar estas mentiras que frecuentemente creemos; y que podamos disfrutar de Su presencia y comunión con Él cada día de nuestras vidas.
Amiga mía, Dios está obrando aun en esas peticiones y deseos no cumplidos. Confía, espera, y cree en Su Palabra. Dios tiene un plan maravilloso en medio de esa espera por el cumplimiento de aquella petición. Recuerda que Su voluntad siempre es mejor.
«Me deleito en hacer Tu voluntad, Dios mío; Tu ley está dentro de mi corazón». –Salmo 40:8
¿Qué paso de obediencia estás dispuesta a dar hoy para cultivar el hábito de la oración? ¿Cuál es la verdad que vas a abrazar para combatir estas mentiras?
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