Mis emociones me están controlando

En un verano en el lago, una de mis primas menores me dijo, «tú sonríes… demasiado».

Ese comentario, por supuesto, me hizo sonreír y nunca lo he olvidado. ¡Gracias, Kennedy! Siempre me haces reír.

Ella tiene razón; Yo me río bastante. Pero la cosa es que muy a menudo me río incluso cuando estoy triste o confundida o herida, o frustrada, o ansiosa. Es algo que debo manejar.

Yo siento emociones muy, muy profundas. Pareciera que ni siquiera puedo escoger bien las palabras para describir cuán intensamente me pueden afectar las cosas. Pero esas emociones son tan tiernas, tan crudas, que asumo que abrumarán a cualquier otra persona. Entonces las guardo protegidas muy dentro de mi corazón. Por fuera yo sonrío. Simplemente me río. Tal vez le cuente a una amiga cercana que estoy sufriendo, pero tengo una gran sonrisa en mi cara—porque «estaré bien», le digo atemorizada de tocar fondo en el pozo profundo de mis emociones.

Pero a puertas cerradas, estoy sufriendo. O tal vez estoy gritando del enojo. Tal vez me estoy arrastrando en el piso mientras me falta el aire. O tal vez estoy bailando de la felicidad encima de la mesita de centro o cantando a todo pulmón mientras aliso mi cabello, entusiasmada por buenas noticias o emocionada por lo que está por venir.

(En serio, eso pasa. Mis bailes solitarios de felicidad son vergonzosos). Porque el único lugar donde me siento suficientemente segura para expresar mis más profundas emociones de vida, es estando sola, por mi cuenta.

Y si no busco a Jesús, estoy permitiendo a mis emociones gobernar el día, estoy completamente perdida.

Es Jesús, en su palabra, quién provee perspectiva para nuestras emociones. Él nos llama a salir del hoyo y nos coloca en tierra firme—Él mismo. Él es nuestra roca segura cuando se siente como si todo estuviera al revés o se estuviera desmoronando. (Salmo 40:2).

Es también Su palabra la que me invita a dejar de sonreír cuando el verdadero dolor ha quebrado mi corazón, y a confiar en él mientras me acerco a una amiga de confianza a quién expreso esas emociones en mi vulnerabilidad.

Esos momentos de vulnerabilidad son poderosos. Es en esos momentos cuando una hermana piadosa puede mirarme a los ojos y decirme «Te veo. Dios te ve también. Él es tu esperanza» (Lam 3:19–27; Salmo 42)

Una y otra vez, Dios me deja sin aliento cuando despojo lentamente una capa de emociones y las comparto con una amiga.

Ella habla verdad a mi corazón.

Ella dice, «yo también he pasado por eso». (Esas palabras son increíblemente poderosas)

Ella ora por mí.

Ella persevera conmigo.

Ella se une a mis luchas.

Ella me ayuda a saber que puedo dejar la sonrisa de «todo está bien» y dejar que el dolor alcance la superficie.

Ella me lleva a la Palabra, cuando recuerdo que debo vestirme de la Verdad y despojarme de la mentira. Dios hace esta obra en nuestros corazones a medida que fijamos nuestros ojos en Él, orando, leyendo la Verdad. (Col 3:12-17).

Porque en nuestras emociones no siempre se puede confiar (Jer. 17:9). He estado repitiendo esto a mí misma muy seguido: «los sentimientos no son realidades». Mis sentimientos son grandes. Masivos. Más profundos que lo profundo. Pero, ¿significa eso que son verdad? No necesariamente. Allí es cuando la verdad entra. Dios nos ayude a discernir si lo que que estamos creyendo, está de acuerdo con Su verdad.

Por eso es que amé y necesité tanto este mensaje de Danna Gresh en True Woman ‘18. Yo me identifiqué con mucho de lo que ella compartió—y fui profundamente convencida sobre mi necesidad de revestirme de la Verdad (leyendo las Escrituras) para poder creer la Verdad, sin importar lo que mis emociones puedan decirme.

Es absolutamente valioso ver esos veintitrés minutos. Esta frase es mi favorita, y se ha quedado grabada en mí: «Hermanas, tus pensamientos gobiernan tus sentimientos». Si nosotras estamos pensando Verdad, nuestras emociones serán gobernadas por la Verdad. ¿Amén?

Esto no significa que nosotras dejaremos de sentir—la Biblia está llena de relatos de personas que sintieron emociones crudas. Pero la verdad nos ayuda a direccionar nuestro pensamiento para que nuestros corazones estén alineados con Dios, en vez de correr hacia las profundidades de la ira, desespero o soledad.

Acomódate y escucha el mensaje de Dannah:

Yo planeo seguir sonriendo, y mucho. Pero le estoy pidiendo al Señor que me ayude a discernir mis emociones de acuerdo a su Palabra y buscar a mis hermanas en Cristo en aquellos momentos donde me sienta vulnerable. Adiós sonrisas falsas, bienvenida a las genuinas.

Después de escuchar el mensaje de Dannah, tomate un tiempo y hazte las siguientes preguntas:

  • ¿Dónde estoy «poniendo» mi corazón? ¿En las Escrituras, o en algo más?
  • ¿Han estado mis emociones—altos y bajos—gobernando mi vida?
  • ¿Qué pasos puedo tomar para vestirme de la Verdad?

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Sobre el autor

Samantha Keller

A Samantha le encantan los días en el lago, el café fuerte y escribir sobre las formas en que Jesús transforma nuestros desórdenes cotidianos en hermosas historias. Le encantan las cuatro estaciones en el norte de Indiana y usualmente viste … leer más …

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