El día comercial del amor y la amistad está por llegar. Decimos que es comercial porque el amor y la amistad se reflejan y se demuestran todos los días, y aunque suene cliché, es la verdad. Cuando amas o aprecias a alguien, cada día lo demuestras con una llamada, un mensaje, un detalle, en fin, con algo que le agrade. Pero desde los años 500 d.C, es una «tradición» comprar flores, chocolates, peluches gigantes, tarjetas y miles de artículos que, de una manera u otra, «afirman» que amas a una persona.
Mi intención no es escribir un artículo sobre si debemos o no celebrar el día del amor y la amistad, sino compartirte las mentiras que durante mucho tiempo creí sobre mí con relación a este día. Tengo 31 años y nunca he recibido detalles especiales de un chico el 14 de febrero. Créeme que por un tiempo creí tanto en estas cosas que me deprimía y me encerraba en cualquier lugar a llorar por ser la desdichada chica que no recibía ni una rosa.
Estas son algunas de las mentiras que más me afectaban (y con las que creo que también te puedes identificar):
Si no tengo con quién celebrar hoy, entonces el problema soy yo. Esta es una mentira muy peligrosa. En primer lugar, porque pone la mirada en ti misma como el centro de lo que puede estar funcionando o no en tu vida, y, en segundo lugar, porque te da a entender que la soltería es un problema. Con el internet y las redes sociales, esto puede salirse de control. La avalancha de fotografías y videos de tus amigas compartiendo con sus novios te presiona y te lleva a pensar que el problema eres tú.
Sí hermana, sé que la soltería es difícil, y más en esta fecha. Sin embargo, aunque Dios nos creó como seres relacionales, las relaciones se ven de diferentes maneras para todos: teniendo un cónyuge e hijos, disfrutando de una buena red de amigos o sirviendo a otros en tu iglesia local. Así que, te puedo asegurar que, si no tienes a alguien con quien celebrar, es porque Dios en Su soberanía así lo ha orquestado.
Prefiero quedarme sola porque no necesito a nadie. Parece increíble, pero esta mentira se incrementa en estos días porque nos vamos directamente al otro extremo. Pasamos de soñar con el príncipe azul a nunca querer que alguien del sexo opuesto nos dé los buenos días. Otro problema con esta mentira es que ha creado serios problemas en algunas mujeres adultas que, al pasar tanto tiempo sin compañero, sienten y entienden que son autosuficientes e invalidan por completo su necesidad de compañía. La verdad es que casarnos no es necesario para fraternizar y estar en comunidad, pero no es menos cierto que Dios usa a las personas con las que nos relacionamos para santificarnos. La vida cristiana no es para llaneros solitarios, por eso Dios en Su plan perfecto creó la Iglesia, y tu iglesia local es tu familia.
Cuando me case seré feliz. Personalmente creo que esta es una de las mayores mentiras que llega a nuestra mente en estos días. El ver películas de amor y sus finales felices nos hace creerlo, sin embargo, ¡Cristo es quien nos hace felices! Quiero ser enfática en esto porque es imposible que un soltero infeliz se convierta en un casado feliz solamente porque cambió de estado civil. El propósito del matrimonio no es hacernos felices, el Señor estableció claramente que el propósito del matrimonio es representar la unión sagrada entre Cristo y la Iglesia. El matrimonio no se trata de ti, ni de tu pareja, sino de Su gloria.
Todo tiene su tiempo, y en Su tiempo Dios me mandará «el mío». Esta es una frase que las solteras recibimos de manera constante de nuestras madres, tías o amigas que se comprometen en matrimonio. Por mucho tiempo también me la repetían mientras veía cada año pasar llenándome de falsas esperanzas.
La verdad es que no importa si estamos casadas o solteras, Dios en Su maravilloso amor nos da la gracia que necesitamos para vivir cada día de nuestras vidas sin importar nuestro estado civil, y eso es más que suficiente (2 Co. 12:9). Debemos recordarnos constantemente que nuestra identidad no radica en nuestro estado civil de «soltera» o «casada», sino en que somos hijas adoptadas a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo (Juan 1:12), y como hijas, en Él nos ha dado eternas y mejores promesas que las que un matrimonio nos puede ofrecer: una herencia reservada en los cielos (1 Pedro 1:4).
Entonces, ¿qué puedo hacer en este día para mantener mis ojos en Jesús, evitar caer en estas mentiras y guardar mi corazón?
1. Evita la decepción: Se acerca el día. Todas tus amigas casadas o con novio te cuentan de sus planes para la fecha y hasta te piden ayuda. En tu cabeza comienzas a imaginar que existe un chico misterioso que ese día te mandará un ramo de flores con chocolates, bombones y una carta declarándote su amor. ¡NO! No, amada hermana. La suposición es la antesala a la decepción. Llegará el día, y probablemente no recibirás nada y al final estarás con una cara larga en tu trabajo, casa o universidad, sintiéndote mal por algo que tú misma buscaste, algo que no iba a pasar.
2. Evita la depresión: Desde ya estás comprando las palomitas de maíz, los helados, chocolates, sodas y demás cosas que necesitarás para pasar esa noche viendo las películas más románticas de todos los tiempos y usando los tan horribles hashtags #ForeverFat y #ForeverAlone. ¿En serio? De los hashtags hablaremos en otro artículo porque lo más importante aquí es tu corazón. ¡Cuídalo! No te expongas a ver todas esas historias de «amor eterno» que Hollywood nos vende como perfectas. ¡La vida real no es así! Es cierto que el amor es hermoso y todo lo puede como dice I Corintios 13, pero las relaciones cristocéntricas toman tiempo y mucho trabajo. Además, pasarte la noche llorando y consumiendo comida chatarra no es sano, por lo que tampoco cumplirás con cuidar el templo del Espíritu Santo.
3. Evita la tentación: No puedes dejar de ver este video, en él, Betsy nos enseña cómo podemos evitar «darle alas» a un chico, lo cual, en un momento de vulnerabilidad como lo es San Valentín, puede terminar mal. ¡Míralo aquí!
Pero no quiero dejarte solo con las cosas que debes evitar, aquí te comparto 2 cosas que puedes hacer para que pases ese día en pleno contentamiento:
1. Corre al trono de la gracia: designa un tiempo para ir ante Su presencia para derramar tu corazón ante el trono de la gracia llevando todas tus ansiedades, inseguridades y preguntas. Ora con las manos abiertas y rinde al Señor tus deseos; pídele que te ayude a ser dócil a los designios de Su voluntad. Allí hay seguridad y contentamiento, allí te sentirás realmente amada; pues sabrás que tu Creador, el mismo que hizo los cielos y la Tierra, te escucha, te consuela y te da paz que sobrepasa todo entendimiento. Ora también para que Dios haga de ti una mujer piadosa en quien el carácter de Cristo se vaya formando.
2. ¡Haz una noche de chicas!: Una manera superdivertida de pasar esa noche es con tus hermanas y amigas en Cristo. Pueden orar juntas, compartir sus testimonios, hacer palomitas, ver una divertida película, pintarse las uñas, en fin, ¡pasar una divertidísima noche agradeciendo a Dios por tener amistades que te acercan a Él!
Sé que se necesita oración constante para llevar nuestros pensamientos cautivos a la obediencia en Cristo, y nuestra carne hace mucho más fácil el pensar que estamos olvidadas o que somos menos valiosas simplemente porque estamos solteras. Debemos recordar que la máxima recompensa que tendremos en la vida no es un hombre, ni es una relación o un matrimonio, sino Dios. Este es motivo suficiente para agradecer y contentarnos en esta hermosa etapa.
Recuerda esto: La vida no empieza cuando te casas. ¡Esta es tu vida! Este es el momento en el que Dios te tiene por una razón y con un propósito. Una vez que entiendes que Dios es quien orquesta todo lo que sucede en tu vida, entenderás que nunca encontrarás felicidad en vivir esperando lo que pueda suceder.
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