Los dulces son mi debilidad, tengo que admitirlo. Desde pequeña tengo el recuerdo de mi padre sirviéndonos un postre después de cada tiempo de comida, diciendo: «Un pequeño dulce para alegrar tu corazón». No puedo decir que sea por mi padre que me gustan tanto los dulces o disfrutar de un buen postre, pero seguro que verlo deleitarse al comer cada postre, sí me influyó.
Años después, cuando leí Proverbios 16:24 que dice: «Panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos», entendí que ¡Su Palabra es como miel para mi alma pues endulza mi vida aun cuando me corrige y exhorta. ¿Te sabe dulce Su Palabra? ¿Te deleitas en ella? Quiero compartirte tres verdades bíblicas que el Espíritu Santo me enseñó en mi caminar con Él para aprender a deleitarme en Su Palabra.
Desarrolla tu paladar
«[La ley del Señor] Deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal». -Salmos 19:10
Desde pequeña, mi hija menor fue muy selectiva con su comida. Aún suele decirme: «Eso no me gusta», a lo que yo respondo: «¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has probado?». Deseaba que comiera zanahoria, así que le hice un pastel de zanahoria. Después de un tiempo de dialogar para que lo probara, finalmente lo probó, tal fue su sorpresa que exclamó: «¡Qué rica es la zanahoria, es dulce!». Lo cierto es que, no puedes saber si algo es realmente dulce a tu paladar si no lo pruebas, una y otra vez.
Con la Palabra de Dios ocurre igual, si no te habitúas a probarla cada día, no desarrollarás tu paladar por ella; si no experimentas las promesas de Dios, Su dirección, corrección y bondad, no sabrás lo dulce que es para tu alma y mucho mejor que cualquier otra palabra. Cuánto más lees, más la desearás porque no es un ejercicio en soledad, el Espíritu Santo se presenta para ayudarte a entenderla y obedecerla, pues la obediencia limpia tu paladar del engaño del pecado y de otras enseñanzas de este mundo, te ayuda a discernir lo que lees y escuchas. Llegas a comprobar que la Palabra de Dios es más dulce que otras palabras cuando meditas en ella para vivirla.
Sus Palabras son mejores que la miel
«El hombre saciado aborrece la miel, pero para el hombre hambriento todo lo amargo le es dulce». — Proverbios 27:7
Un famoso predicador llamado Charles Spurgeon dijo: «Cuando un alma está llena de sí misma, del mundo y de los placeres del pecado, no me sorprende que no vea dulzura en la Palabra de Cristo. Pierde el apetito». Cuando estás saciada por otras enseñanzas, cuando tú escoges la cantidad de Biblia que consumes o te conformas con escuchar el sermón los días domingos o leer algunos posts en las redes sociales, no dejas lugar para probar la dulzura de la Palabra de Dios, terminas estorbando tu crecimiento espiritual y adoración a tu Padre celestial.
La Palabra no te sabrá dulce porque compartes tu paladar con otras palabras, acción que te deja a merced de tus volátiles emociones. Lo que más consumes te moldea y forma tu manera de pensar y actuar. La maravillosa noticia es que, si la salvación de Dios vino a tu vida por gracia, como un regalo de Dios; si has creído en Su Hijo y te has arrepentido de tus pecados, Él ha prometido que esta obra que Él empezó en tu corazón, Él la terminará. Al final del día, comprobarás que esas enseñanzas a las que prestaste tu oído, y por un breve momento parecieron dulces, te decepcionan y confunden; se vuelven amargas. En nuestra juventud creemos que podemos manejarlo todo, pero la Biblia dice que tengamos cuidado de nosotras mismas para no caer (1 Ti. 4:16).
Deléitate en Sus Palabra
«¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Sí, más que la miel a mi boca». — Salmos 119:103
Puedes comprobar que la Palabra es dulce cuando la pruebas todos los días, pero aún más, cuando te lleva a conocer más a Cristo. El fin de leer la Biblia y atesorar Sus palabras es conocer a tu Señor y Salvador. Nos deleitamos en Sus Palabras porque cada una nos apunta a una Persona viva, poderosa, fiel, misericordiosa, justa, santa y que no falla: Cristo. Cuando conoces más a Cristo, te deleitas hasta en los mandamientos que te confrontan y en esas partes de la Biblia que te son difíciles de entender, pero algo es seguro: al consumir Su Palabra te pareces más a Su autor. ¡Ese es el propósito mayor de tu vida! Deleitarte en Su Palabra es deleitarte en Él.
El Espíritu Santo te capacita para gustar, probar y ver la bondad de Dios en Su Palabra y en tu vida (Sal. 34:8), pues experimentar la dulzura de la Palabra es lo que realmente te ayuda a deleitarte en ella. Puedes saber intelectualmente que necesitas la Biblia porque eso se supone que hacen los cristianos, pero no es hasta que la vives que realmente sabes que la necesitas. Mayormente cuando pasas por el valle de sombra y de muerte es cuando experimentas Su vara y Su callado que te infunden aliento porque el buen Pastor está contigo.
Así que, encuentra en la Palabra de Dios la dulzura del consuelo en momentos de aflicción (Sal. 119:92); recibe tu nueva identidad (1 Jn. 3:1); reconoce que todo ayuda a bien (Ro. 8:28); descansa en saber que Él está contigo siempre (Jos. 1:9) y que nada te faltará (Sal. 23:1); sé llena de Su amor que nadie te quitará (Ro. 8:39), y de la esperanza de que un día delante de Él, por siempre estarás (Jn. 10:28-30). La vida cristiana es una dulce experiencia cuando tu deleite está en tu Señor.
Esta semana pregúntate: ¿cuál es mi mayor deleite y por qué? Si no es Dios, pide perdón y Su ayuda, empieza a deleitarte más en Él por medio de la Palabra y camina con otras mujeres. Al final, creo que mi padre tenía razón, un pequeño dulce alegra el corazón, pero cuando ese dulce es la Palabra de Dios.
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