Más allá del despertador: esperanza para los que odian madrugar

No soy para nada de esas personas a las que les gusta levantarse temprano. En el instituto, perdía el autobús porque simplemente no me despertaba. En la uni, me levantaba a las 7:52, me ponía la ropa que encontraba en el suelo, y llegaba justo a tiempo a mi clase de las 8. Solía caminar como sonámbula, empezando mi día a las 2 de la mañana, comiendo cereales y dándome una ducha, porque el simple hecho de despertarme me estresaba. Siempre creí que algún día dejaría de detestar las mañanas y empezaría a disfrutar levantarme temprano… pero aún sigo esperando ese día. 

Todavía sigo luchando por las mañanas. La autocondena empieza antes de abrir los ojos. Me levanto a saltos, odiándome por haberme quedado dormida otra vez, diciéndome que mañana será diferente mientras preparo el café. Pienso en la mujer de Proverbios 31, esa que se levanta súper temprano, pasa tiempo con Dios y ya ha hecho mil cosas por su familia antes de que salga el sol. Yo no soy como ella y el enemigo me recuerda que, antes de comenzar el día, ya he fallado. 

No soy tan productiva como quisiera. Mi lista de cosas por hacer crece y siento que me estoy quedando atrás. Esos pensamientos me dejan frustrada, cansada y sin ganas de seguir. ¿Te pasa lo mismo en las mañanas? ¿Te levantas tarde, sales corriendo, te saltas el desayuno, olvidas lo que ibas a hacer y terminas tirada en la clase sin poder con todo? ¿Sientes el estrés antes de peinarte? ¿Te sientes abrumada por todo lo que te espera? Yo he estado ahí muchas veces. «Cálmate, Samantha», me digo, aplastada por la presión.

Su gracia es verdaderamente nueva cada mañana

Después de años luchando con mañanas llenas de estrés y frustración, el Señor me está mostrando que Él me da la gracia que necesito para cada día. Lamentaciones 3:22-24 no solo es un versículo bonito, ¡es una verdad increíblemente real!

«Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! “El Señor es mi porción” dice mi alma, por tanto en Él espero». -Lamentaciones 3:22-24

Este pasaje no es solo un «hoy es un nuevo día». No es un simple mantra que dice que mañana será mejor y puedes olvidar lo de hoy. No, es mucho más que eso. Estos tres versículos cantan una hermosa melodía de amor, misericordia y esperanza del Señor. Nos recuerdan que cada mañana es una oportunidad para recibir Su misericordia fresca, dejar atrás la frustración y la autocondena, y aferrarnos a la bondad de Dios hacia nosotras.

Amor, misericordia y esperanza para cada mañana

«Que las misericordias del Señor jamás terminan» ¿Qué pasaría si este fuera nuestro primer pensamiento cada mañana, en lugar de quejarnos mientras revisamos Instagram con los ojos cansados? Su amor no para. Estaba ahí ayer, está ahí hoy y seguirá cubriéndote mañana. No puedes cambiarlo, ni disminuirlo, ni perderlo. El amor de Dios es constante y eterno.

«Den gracias al Dios del cielo, porque para siempre es Su misericordia». -Salmos 136:26

«Tu compasión y bondad nunca fallan y por los siglos el mismo serás ¡Oh tu fidelidad!», la canción perfecta para empezar el día. Cuando clamo desesperada porque tuve un mal día, Dios me escucha y responde. Sus misericordias nunca se acaban. 

Podemos aferrarnos a esta verdad de nuevas misericordias y saber que Él es suficiente para renovar nuestras almas, no importa lo que enfrentemos. «“El Señor es mi porción”, dice mi alma, por tanto en Él espero» (Lam. 3:24). Este versículo está lleno de vida y poder para empezar el día. ¡Porque el Señor es mi porción, mi ancla, mi Salvador, esperaré en Él! Jeremías no solo dice «puedo» esperar, dice «espero»; es una decisión de confiar en un Dios fiel y misericordioso. Si comenzamos nuestras mañanas con esta declaración, ¡todo cambiaría!

Cuando las mañanas son complicadas…

Cuando no puedes dormir porque temes la mañana, recuerda que Sus misericordias son suficientes para ti. Si apagas la alarma para dormir más, porque no quieres enfrentar el día, piensa que Su fidelidad es más grande de lo que puedes imaginar. Cuando el enemigo te ataque con pensamientos de fracaso, incluso antes de levantarte, aférrate al amor firme de Dios. Cuando el estrés te haga llorar, aférrate a esta verdad: «El Señor es mi porción, en Él espero». Me he aprendido Lamentaciones 3:22-24 de memoria, porque lo necesito cada mañana cuando suena el despertador. 

No importa lo que te traiga el día, ¿Estás lista para aferrarte al amor inquebrantable de Dios y Su promesa de esperanza? ¿Qué te cuesta más trabajo en las mañanas? ¿Qué harás para recordarte la verdad que aprendiste hoy?

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Sobre el autor

Samantha Keller

A Samantha le encantan los días en el lago, el café fuerte y escribir sobre las formas en que Jesús transforma nuestros desórdenes cotidianos en hermosas historias. Le encantan las cuatro estaciones en el norte de Indiana y usualmente viste … leer más …

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