No se ha registrado un tiempo en la historia en el que las jóvenes hayan batallado más con la ansiedad que esta generación. A veces no sabemos identificarla porque no conocemos las formas en las que se esconde en el corazón. Un ejemplo es esa tendencia constante a sentir nervios o irritabilidad ante situaciones normales del día a día o esa sensación de pánico que te impide reaccionar ante los retos que tienes por delante o que nisiquiera te deja dormir. A veces se esconde detrás de un dolor de estómago o una timidez excesiva. Quizás es más fácil identificarla cuando sientes el deseo de hacer algo compulsivamente como comer, hablar o usar tu teléfono.
La lucha es real. Quizás no lo has pensado, pero es probable que estés viviendo bajo una gran presión social que te impone expectativas altas acerca del éxito y te has dejado arrastrar por un deseo que te consume por cumplir metas que no son realistas. Quizás te encuentres en una situación compleja en tu hogar y el ambiente en el que vives te causa temor; temes al futuro o sientes miedo de que «esa situación» que te agobia nunca se solucione. Es probable que tu fuente de estrés provenga del uso excesivo de las redes sociales, que son una fuente rota porque te exponen a un mundo de mentiras que te presionan a «fabricar» una vida que no es real; y siempre te deja insatisfecha con lo que tienes. O quizás es algo que vienes arrastrando desde hace muchos años y no entiendes por qué, pero tus dedos lo revelan porque te comes las uñas sin parar.
La ansiedad no es un «problema moderno». Tampoco es un invento de esta generación. La diferencia es que las presiones sobre las jóvenes se han multiplicado. La ansiedad es real y la Biblia no lo ignora. Todo lo contrario. En la Escritura vemos claramente que la tendencia del corazón es hacia la ansiedad y también encontramos el consejo de Dios para lidiar con ella.
Aquí algunos pasajes bíblicos que pueden ayudarte a crecer en tu confianza en Dios y a calmar tu corazón ansioso con la Verdad.
«Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo, echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes. Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar. Pero resístanlo firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en sus hermanos en todo el mundo» (1 Pedro 5:6-9).
Las cartas de Pedro fueron escritas a creyentes que estaban viviendo bajo persecución por su fe. No puedo imaginarme el nivel de ansiedad que ellos experimentaron, y me encanta el hecho de que Pedro les escribió a todos como iglesia. ¿Notaste que él está hablando en plural? Él no les dijo que buscaran la solución a su ansiedad de forma individual. ¿Me sigues? Ellos necesitaban aprender a reconocer la poderosa mano de Dios que los cuidaba en medio de la situación tan hostil, juntos.
Aislarte nunca será una buena idea al batallar contra la ansiedad. Necesitas de las personas que te aman y aman a Dios para aprender a reconocer la grandeza de Dios y confiar en Su cuidado y bondad para tu vida. Busca ayuda porque no puedes librar esta batalla tú sola. Necesitas resistir las mentiras del enemigo uniendo esfuerzos de tu familia en la fe.
«Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7).
Ya sé que notaste que las palabras de Pablo también son en plural. Ya vas captando la idea. Aunque te atemorice la idea de ser vulnerable, esta batalla no es solo tuya. ¿Te fijaste que en esa ocasión hay un mandato a no preocuparse? Sé que te estás preguntando cómo puedes lograrlo porque eso es lo que precisamente no sabes hacer. El punto de este pasaje no es que te esfuerces por eliminar lo que te produce ansiedad, sino que, en lugar de llevar tu ansiedad al departamento de preocupación en tu mente, los entregues a Dios en oración. En lugar de gastar tu energía tratando de resolver todos los rompecabezas que existen en tu mente, trae todas tus inquietudes a Dios y ora por ellas. Deja de hablarte a ti misma acerca de tus ansiedades, y háblale a Dios.
No vas a silenciar lo que sientes, todo lo contrario. Vas a verbalizar tus preocupaciones, pero lo harás en el lugar correcto: ante el único que puede ayudarte. Dios te concederá la paz en la medida en la que confíes en Su cuidado para ti, al punto de que aprendas a encontrar evidencias de Su cuidado y tu corazón se llene de gratitud. Esa paz no tiene comparación porque reconoce que Dios no se intimida con nuestras ansiedades y podemos confiarle a Él todas nuestras inquietudes. Es una paz llena de gratitud y confianza de que mientras estemos en Jesús, tendremos todo lo que necesitamos. ¡Y qué alivio tan grande es saber que el trono de Dios siempre está abierto para recibirnos! Siempre. Siempre.
Este es un camino que necesitas transitar en comunidad y con paciencia. Tienes toda una vida por delante para aprender a confiar en Dios y a contentarte con la situación que Él ha orquestado para tu bien (Flp. 4:11b). Lo mejor de todo es que no es una misión imposible, porque si estás en Jesús, Él mismo ha prometido ayudarte a crecer hasta convertirte en una joven entrenada a confiar plenamente en su Padre celestial, como Él (Flp. 1:6).
Agradezco tanto a Dios porque aun en la oscuridad de nuestras ansiedades Su Palabra arroja tanta luz y esperanza. Oro que Dios te dé la valentía para romper el silencio acerca de esta lucha y a encontrar ayuda en tu hogar e iglesia local.
¿Qué tal si hoy antes de ir a la cama meditas en el cuidado de Dios ante tus necesidades en Mateo 6:19-34?
¿Más sobre la ansiedad? Aquí te comparto dos episodios del podcast Joven Verdadera:
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