Lo que pierdes al callar tu pecado

Seguramente has escuchado este versículo: «El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia» (Prov. 28:13).

Espero que hayas experimentado en tu vida espiritual esa misericordia de parte de Dios al confesar tu pecado. Pero, si eres como muchas chicas cristianas jóvenes, tu experiencia en cuanto a confesar pecado a otras personas ha sido otra. Sea una experiencia personal o en la vida de alguien cercano a ti, tu instinto de autoprotección te grita que las cosas no funcionan tal cual dice ese versículo. 

¿Por qué? Probablemente has visto una de dos cosas: has observado cómo ciertas personas encubren su pecado, y siguen prosperando (aparentemente), y has visto o vivido la triste realidad de que históricamente el cristianismo no siempre ha tratado con misericordia al que destapa su pecado para confesarlo y abandonarlo. 

Confesar y abandonar hábitos pecaminosos es difícil. Jamás será algo fácil. Normalmente no es suficiente confesar solamente a Dios y esconderlo de otros, ya sea porque has pecado en contra de otra persona, o porque necesitas ayuda para caminar en victoria. ¿Me permites unos momentos para intentar convencerte de que sí vale la pena y apuntarte al que te espera con misericordia? 

Creo que nos puede servir preguntarnos primero por qué es tan difícil confesar una lucha o un pecado, y buscar ayuda entre personas conocidas y cercanas. Además de las razones ya mencionadas en la introducción, hay otras posibles razones: 

  1. Temor a las consecuencias. Por ejemplo: si les digo a mis padres que batallo con la pornografía, me quitarán el internet o el celular. Si alguien se entera de que soy adicta al shopping y que tengo deudas grandes en las tarjetas de crédito, me van a quitar y tirar las tarjetas. Si confieso que robé en el trabajo o que copié en el examen, perderé mi trabajo o mi carrera. Si no termino este embarazo, todos sabrán que pequé y además tendré una vida difícil como mamá soltera. Las consecuencias son tan grandes en mi mente que no puedo ver más allá. 
  2. Vergüenza. A nadie le gusta ser expuesto por algo que no hizo bien. Pero hay algunas de nosotras que evitamos a toda costa el sentirnos avergonzadas. No importa si tengo que seguir pecando o contar una mentira para taparlo, no aguanto sentir vergüenza. Pero, ¿sabes de dónde viene eso? Del orgullo. Yo siento vergüenza cuando mi orgullo es dañado al ya no gozar (según yo) de la buena opinión de otros. Es probable que valoro demasiado mi imagen de santidad que la santidad en sí misma. 
  3. Valorar muy poco el evangelio. El eterno Dios del cielo se hizo hombre, bajó para estar entre pecadores y vivir una vida sin pecado, luego, morir una muerte horrenda, y así ofrecernos perdón de pecado y una vía de salvación eterna. Ese pecado que yo trato de tapar, ese «rasgo de personalidad» que tú no quieres reconocer como pecado, clavó a Cristo a esa cruz. Lo más valioso que podemos tener en la vida solo se adquiere porque alguien pagó un alto precio por ese mismo pecado que toleramos.
  4. Concepto deficiente de la iglesia local. Algunas iglesias tienen una comprensión torcida de cómo tratar el pecado en la congregación, y el abuso espiritual puede suceder en nombre de «disciplina en la iglesia». Pero no dejemos que los errores de otros nos roben la experiencia de vivir en comunidad como Dios ha diseñado. Como dice la famosa frase: «La iglesia no es un museo de cera, sino un hospital espiritual». La confesión y el perdón entre hermanos, junto con la humilde rendición de cuentas llena de esperanza, debe caracterizar a los seguidores de Jesús. Una mala comprensión de este tema es la causa de mucho pecado callado. 

Habiendo entendido algunas de las razones por las que tendemos a callar nuestro pecado, hablemos de lo que nos perdemos cuando no somos transparentes con Dios y otros acerca de nuestro pecado. 

  1. Perdemos comunión plena con nuestro Salvador. Aunque una vez salva no puedes perder tu salvación, patrones de pecado no confesados y abandonados causan una interrupción en tu experiencia de comunión con Dios. Fuiste creada para esa comunión, y es la única manera de conocer una vida plena. 
  2. Perdemos el efecto purificador y aliviador de la confesión y el perdón. El pecado representa una carga espiritual, emocional, mental y relacional. La confesión y perdón alivian esa carga al purificar el corazón y la mente. Quizá crees que la carga de pecado descubierto es la más pesada, pero esa es una mentira de Satanás.
  3. Perdemos la posibilidad de crear lazos fuertes entre hermanos en Cristo. La unidad y el amor que se puede experimentar entre hermanos en Cristo es una probadita del cielo. Confesar el pecado y buscar ayuda en ese contexto, fortalecen esa unidad. Es importante que esto sea dentro del contexto de la iglesia local y no con un desconocido por internet.
  4. Perdemos crecimiento en fe, conocimiento y madurez espiritual. Cuando hay pecado no confesado, un estancamiento espiritual ocurre. La mente no absorbe la verdad como antes, el corazón no responde en adoración y arrepentimiento como debería, y en la vida diaria no hay crecimiento.
  5. Perdemos nuestro camino en la vida. Porque no somos sumisas a la Palabra, nuestros valores se siguen torciendo y adquirimos creencias que no son acertadas. Esto afecta todo el rumbo de la vida. 

Antes de que corras a confesar tu pecado más secreto a la primera persona que veas, piensa sobre cómo manejar sabiamente la transparencia en tu vida espiritual:

  1. Comienza a establecer un hábito de confesión constante a Dios. Pídele sinceramente que te revele áreas de pecado escondido.
  2. Procura intencionalmente ser más abierta en general. Empieza a compartir lo que aprendiste en tu devocional con alguien más. No contestes preguntas de interés de parte de otros con palabras monosílabas. Comparte de tu vida en general con otros.
  3. Pide ayuda o establece rendición de cuentas con sabiduría y discreción. Lo más probable es que la persona en la que pienses primero cuando consideras con quién sería más cómodo para ti confesar tu pecado, no es la mejor opción. Dependiendo de lo complicado de tu situación, busca a una mujer madura en la fe que te va a exhortar para que salgas de tu zona de confort. 
  4. Evalúa constantemente tus motivos. Irónicamente, es posible usar la «transparencia» y la «vulnerabilidad» con motivaciones orgullosas y egocéntricas, en lugar de hacerlo desde un genuino deseo de abandonar el pecado y glorificar a Dios. 

El pecado no tiene poder sobre ti si eres hija de Dios, pero cuando lo callas, le cedes otra vez el mando. Confesarlo y abandonarlo es un proyecto en comunidad en el que todas deberíamos de estar participando. ¿Cuáles pasos tomarás hoy para dejar de callar tu pecado, y entonces confesar y abandonarlo? ¡Ánimo! ¡Te estoy echando porras desde acá! 

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Sobre el autor

Susi Bixby

Tiene 21 años de casada con Mateo, y ama a sus tres regalos de Dios: Aaron, Ana y David. Deseando vivir el diseño de Dios para su vida, dedica la mayor parte de su energía a su familia. Es esposa … leer más …

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