Lo que nadie te dijo del aborto

Hoy quiero contarte un historia, una que podría cambiar la forma en que ves el aborto para siempre…

Una amiga me invitó a traducir como voluntaria a una paciente hispana que había hecho una cita en la clínica de atención primaria a mujeres embarazadas en la que ella trabajaba. La mayoría de las mujeres acuden a ese lugar pensando que pueden optar con hacerse un aborto y se encuentran con todo lo contrario porque se trata de un ministerio cristiano que brinda servicios gratis con el fin de ayudar a las madres a tomar decisiones pro-vida.

Cuando llegué ella estaba ahí acompañada de su amiga. Lucía nerviosa y su mirada estaba perdida. Me introduje y le ofrecí mi ayuda para traducirle e inmediatamente me dijo que había llegado a ese lugar porque necesitaba realizarse un aborto. Ella quería dar la impresión de que estaba decidida, pero con tan solo ver sus ojos me di cuenta de la inseguridad que la embargaba.

La enfermera nos pasó un formulario con una serie de preguntas que ella debía contestar, ella no quería dar todos esos pasos, quería saltarlos para llegar al punto en el que ella autorizaba que le hicieran un aborto. Ella me pidió que le dijera eso a la enfermera porque no quería dar vueltas. «Aquí no hacemos ese procedimiento», dijo la enfermera… ella no podía creerlo e inmediatamente me expresó que estaba perdiendo el tiempo.

La enfermera le dijo que si estaba decidida a hacerse un aborto que se tomara el tiempo para verificar si en realidad había vida en su interior y luego que considerara cómo las diferentes maneras en la que se practican los abortos para que tuviera la información correcta de cada procedimiento y así decidiera con todo el conocimiento que necesitaba. Ella no estaba muy convencida de querer saber lo que sucedía dentro de ella ni tampoco quería saber qué pasaba en medio del proceso del aborto.

Es más fácil tomar decisiones a ciegas, como dice un adagio popular «ojos que no ven, corazón que no siente». El problema es que el pecado te hace creer que el corazón no siente, pero esa mentira lleva a muchas mujeres a toda una vida de sufrimiento y culpa que comienza a sentirse poco después de que los ojos comienzan a abrirse a la realidad de lo que ha sucedido.

Por la gracia de Dios Susana (así la llamaré para cuidar su privacidad) aceptó que le hicieran una sonografía. Nunca olvidaré ese cuarto oscuro, viendo las imágenes de un bebé acabadito de formar con tan solo 7 semanas, ella no podía creer que lo supuestamente era un simple tejido en realidad ya tenía la forma de un bebé. El momento que cambió todo fue cuando ella escuchó los latidos de su corazón, sonaban fuertes y acelerados, tan fuertes como eran sus ganas de vivir. Y mientras aún estaba acostaba la enfermera puso en sus manos un prototipo de un bebé de 7 semanas para que ella pudiera tocarlo con sus manos. La experiencia en ese cuarto oscuro trajo mucha luz a su pobre entendimiento de la vida que ella tenía dentro.

«¡Ustedes están jugando con mi mente!», dijo Susana con desesperación. A lo que le respondí que solo estaba viendo la realidad que ella quería callar en su corazón. En ese momento ella abrió su corazón y me expresó cómo este bebé había llegado en un tiempo de mucha dificultad en su vida, que estaba alejada de su familia y que vivía con unas amigas que la habían convencido de que esto era lo correcto. La enfermera interrumpió esta conversación cuando entró y se sentó a explicar la forma en que cada uno de los procesos abortivos acababan con la vida de su bebé.

Susana solo miraba al piso, la enfermera le decía como la pastilla abortiva bloqueaba el efecto de la hormona progesterona, la cual es vital para la continuación del embarazo y cómo eventualmente su bebé iba a perder todo contacto con el útero, causándole la muerte. Ella fue método por método, explicando cómo de formas diferentes estos terminan la vida de su hijo, hasta que llegó a los métodos quirúrgicos. Recuerdo cuando le enseñó cómo un tubo plástico es introducido a través del cuello cervical hasta el útero y luego es conectado a un aparato de succión para así desgarrar al bebé por partes hasta sacar cada uno de sus órganos. Mientras ella más escuchaba, más se daba cuenta que el aborto lejos de ser una solución a su problema, era un cruel escape a su responsabilidad.

Recuerdo como ahora su rostro desconcertado, la enfermera salió y le pedí que me dejara orar por ella. Ella bajó su cabeza y lagrimas salieron de sus ojos mientras le pedía al Señor que tuviera misericordia de ella y de su bebé. Intercambiamos teléfonos y ella se marchó.  Nos mantuvimos en contacto unos días, hasta que un día me llamó para decirme que ella iba quedarse con su bebé, que ya había salido de la confusión en la que estaba y que sabía que Dios la iba a ayudar en esta jornada. No puedo explicarte el gozo que sintió mi corazón, un hijo salvado de la muerte y una madre librada de ser la causante de la misma.

Dios abrió las puertas para una hermosa relación entre Susana, su hijo y mi familia. Frecuentemente les visitamos, mi esposo abre las Escrituras y les habla la verdad de la Palabra de Dios.

Las mentiras que ella había creído acerca del aborto y el desconocimiento de la verdad de ese procedimiento, la hacían sentir empoderada para hacer lo que ella quisiera y de escapar a su responsabilidad. Pero el resultado de exponerse a la verdad, la ayudó a empoderarse de una manera correcta, a ser valiente para decidir por la vida y a enfrentar las consecuencias de sus acciones de una forma responsable. Hace unas semanas Susana tuvo la oportunidad de aconsejar a una adolescente embarazada y con su niño en los brazos pudo darle esperanza y aliento.

Hoy oro que así como la verdad ayudó a Susana a ser libre de disfrutar a su hijo. Así la Verdad de la Palabra de Dios pueda llevarla a ella y a otras en su situación a la libertad eterna que se encuentra en Cristo.

Aquí te comparto una foto de mi última visita a Susana y su hermoso bebé.

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …

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