Hace unas semanas estaba escuchando música, mientras lavaba los platos de la cocina. Se trataba de un nuevo álbum que no había escuchado antes y entretanto escuchaba una frase llamó mi atención. Era una linda canción sobre una pareja que se conocía, se enamoraba y comenzaba a salir. La siguiente parte de la canción parecía ser muy normal, solo un evento natural: una noche antes de irse a dormir, el chico se arrodilla y le dice a la chica que se case con él. Ese era el comienzo de su historia feliz por siempre. Qué canción tan dulce y romántica, ¿no crees?
¿Pero te diste cuenta de lo que pasó? Le propuso matrimonio. Se arrodilló sobre su pierna. Una noche antes de irse a dormir. Hmm... Algo no está bien. ¿Por qué se van a acostar y a comprometerse la misma noche? ¿Qué pasó con lo de «el matrimonio viene primero»? Esta canción lo expresó de una manera simple, pero sacó a la luz una verdad incómoda. Esta es la cultura en la que vivimos. Esta es la «dulce historia de amor» que nuestra cultura está adoptando, pero que está muy lejos de lo que Dios quiere para sus hijos.
Dios usó la letra de esta canción para recordarme que si elijo seguir a Jesús con todo el corazón, voy a ser rara. Los valores que enseña la Biblia no son populares, incluyendo este: «Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios» Hebreos 13:4.
Las Escrituras no solo nos pide que guardemos nuestros cuerpos hasta el matrimonio, sino también nuestros corazones. Dios quiere que sigamos a nuestro Salvador, en vez de «seguir nuestros corazones» y ser dominadas por nuestras emociones.
En nuestra cultura, es normal que tengas relaciones sexuales con tu novio y que dejes que un chico te toque o te hable como solo un esposo debería hacerlo. Se espera que tengas experiencias sexuales antes de comprometerte con el matrimonio para siempre; pero Jesús nos llama a hacer algo más grande, nos llama a una vida santa, a una vida que no terminará con vacío e insatisfacción.
Hace poco descubrí a un hombre interesante en la Biblia llamado Demas. Él era amigo de Pablo y le acompañó un tiempo en sus viajes misioneros. Sin embargo, algo triste pasó. En 2 de Timoteo 4:10, mientras Pablo entrega el reporte a la iglesia, dice: «pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica». No conozco la historia de Demas, pero lo que sí sabemos es que creyó las mentiras y sentimientos huecos de su cultura.
Quizás Demas pensó que vivir de una manera diferente requería mucho esfuerzo o tal vez se cansó de ser «raro». Lo que es cierto, es que de alguna manera, Demas se enamoró del mundo. Y el problema de enamorarse del mundo es que en el momento que caes, la red que había debajo tuyo desaparece y quedas colgando. Así, las promesas de satisfacción y felicidad que van en contra de la ley de Cristo, al final, fracasan.
Así que, ¿cómo podemos vivir de manera diferente? ¿Cómo evitamos caer en lo «normal»? Tengo tres ideas.
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¡Entiende lo que crees!
Es fácil enredarse en las cosas que todos hacen a nuestro alrededor y olvidar por qué creemos lo que creemos. ¿Cuáles son tus principios cuando se trata de modestia, música o películas? Pregúntate por qué. ¿Es porque «es lo que siempre hemos hecho»? Cuando no tenemos razones firmes y fundamentadas en la Biblia para lo que creemos, caer en los caminos del mundo puede ser extremadamente fácil.
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Permanece en la Palabra de Dios
Cuando tenemos constantemente la verdad frente a nosotras, las mentiras del mundo no pueden entrar a nuestro corazón tan fácilmente. Es como poner un guardia en la puerta de nuestros corazones como protección contra las falsas creencias. Cuando estamos en comunicación diaria con nuestro Creador, podemos entender mejor su plan original para nuestras vidas, que está muy lejos de lo que el mundo piensa.
Ora así y luego abre tu Biblia:
«Enséñame, oh Señor, el camino de tus estatutos, y los guardaré hasta el fin. Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón. Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ellas me deleito. Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta» Sal. 119: 33-36.
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Rodéate de personas que piensen como tú
«Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!» (Ecl. 4:9-10).
Es importante que nos rodeemos de personas que siguen a Jesús, que viven de acuerdo al supremo llamamiento de la Biblia y no se guían por los caprichos mundanos, fluctuantes y emocionales.
No debemos conformarnos. La muerte y la resurrección de Jesús nos dan una razón superior para vivir, una mucho más valiosa que sentimientos fugaces y esperanzas sin sentido. Podemos entregarnos completamente en servicio desinteresado y amor porque sabemos dónde está nuestra realización y de donde viene nuestra felicidad: de la Fuente que nunca se seca.
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