Escritora invitada, Kaitlin Dendekker
Un joven conoce a una joven.
Él se enamora de ella. (Y ella también se enamora de él, ¡por supuesto!)
Él le pide matrimonio.
El joven y la joven viven felices para siempre.
Este es el escenario que desearía que me sucediera a mí. Es simple, típico, y aparentemente inalcanzable en mi vida justo ahora. No puedo sino preguntarme, ¿alguna vez me va a suceder a mí?
¿Estás tú, como yo, preguntándote cuándo va a aparecer el amor de tu vida?
¿Preguntándote si algún joven te va a escoger?
¿Preguntándote si alguna vez vas a saber qué se siente ser una novia?
¿Secretamente te preguntas si en primer lugar realmente vales la pena para que alguien te busque?
Sí, yo entiendo, esas son las dolorosas preguntas con las que tu corazón está agobiado. También son las mías. “¿No hay alguien allá afuera que me ame lo suficiente como para querer casarse conmigo?” La respuesta me golpeó en la cara una sombría tarde al estar soñando y anhelando y preguntándome si algún hombre podría enamorarse de mí.
Con una sacudida, fui recordada de que ¡si hay Alguien que me ama profundamente! Él continúo buscándome, incluso cuando yo no quería tener nada que ver con Él. Cuando fui tentada a darme por vencida, Él rehusó aceptar mi renuncia. Cuando le fui infiel, Él pacientemente y amorosamente me siguió y me perdonó. Él nunca se rindió. ¡Él dio su vida por mí!
¡Wow!
La historia que tanto anhelo ya ha sido escrita, y es mucho más grande y mejor de lo que jamás haya imaginado en mis más elaborados sueños.
Dios crea a una joven.
Dios ama a esa joven incluso cuando ella no siempre le corresponda.
Dios manda a su Hijo a dar su vida por ella.
Dios ya ha creado un medio para que yo sea una novia radiante, sin mancha alguna. (Ap. 19:7–9).
Esto no es una ilusión. No es algo que simplemente soñé despierta. ¡Es la verdad! Somos escogidas por Dios para ser la novia de Cristo. Justo ahora, Él está preparando un lugar para nosotras en el cielo de manera que podamos estar con Él para siempre y disfrutar del eterno banquete de bodas. La Biblia lo llama la cena de las bodas del Cordero.
Una invitación a pensar de nuevo
Conocer estas profundas verdades no necesariamente disminuye nuestro deseo para el matrimonio, ¡y Dios no nos está pidiendo que destruyamos nuestros anhelos! El matrimonio fue Su idea, pero cuando vemos la Palabra de Dios encontramos que:
Somos amadas.
Somos deseadas.
Hemos sido buscadas.
Cuando nuestras emociones y deseos nos dicen lo contrario, nos están mintiendo. En ese momento, tenemos que decidir si vamos a confiar en nuestros sentimientos o confiar en nuestro Dios.
Un amor verdadero
¿Alguna vez has leído Cantar de los Cantares? Está saturado de romance y alusiones al amor que apuntan a un amor perfecto, el de Cristo por nosotras.
Mira lo que dice el versículo 4:9:
Has cautivado mi corazón, hermana mía, esposa mía;
has cautivado mi corazón con una sola mirada de tus ojos,
con una sola hebra de tu collar.
Como un novio cautivado por un amor puro por su amada, así Cristo nos amó al punto de entregar su vida para acercarnos a Él. No pienses ni por un minuto que he dominado el contentamiento de estar soltera o que jamás dudo de cuán atesorada soy por el Señor y que Él es más que suficiente para mí. ¡Sí dudo! Pero la Palabra de Dios apunta mi corazón de regreso a la verdad.
¿Puede Jesús satisfacer verdaderamente? ¿Realmente puede Él ser suficiente? A la novia en Cantares 5:9 se le hizo esta pregunta:
¿Qué clase de amado es tu amado,
oh la más hermosa de las mujeres?
¿Qué clase de amado es tu amado,
que así nos conjuras?
En otras palabras, ¿qué fue lo que lo hizo mucho más especial que cualquier otro hombre? La novia declaró que su amado es “todo... deseable” (v.16). ¡También así es Jesús! Cuando lo vemos a Él, vamos a descubrir que jamás podremos tener suficiente de Él. Él es un océano de amor cuyas profundidades jamás podremos alcanzar. Cuando en nuestros corazones se hagan nudos, si nos detenemos y consideramos la distancia que Cristo recorrió por nosotras hasta la cruz y la vasta profundidad de Su apasionado amor, cualquier noción de no ser suficientemente valoradas va a salir por la ventana. ¡Somos atesoradas! ¡Somos tan deseadas!
Pudiéramos no tener un anillo de diamante en nuestro dedo, pero un día vamos a recibir una corona de gloria (1 Pedro 5:4). Tomemos una decisión. Podemos continuar poniendo nuestra esperanza y sentido de valor en un posible matrimonio humano o podemos ver el amor de Cristo por nosotras y ver cuán profundamente amadas somos. Que el conocimiento de ese vasto amor nos ayude a confiar en que Él está obrando todas las cosas para nuestro bien, aun mientras Él esté (al menos temporalmente) reteniendo de nosotras aquello que tanto anhelamos.
Porque como el joven se desposa con la doncella,
se desposarán contigo tus hijos;
y como se regocija el esposo por la esposa,
tu Dios se regocijará por ti (Isa. 62:5).
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