Mi nombre es Samantha, y soy una perfeccionista crónica.
Per-fec-cio-nis-ta.
Sustantivo
- Definición: una persona que se niega a aceptar todo corto estándar de perfección.
Mis estándares son altos, y mi mente hipercrítica. Aprecio la precisión y los planes bien pensados y bien ejecutados. Detesto conformarme con menos que lo mejor y amo cuando las personas notan cuán perfecto es mi trabajo.
¿Están en el club del perfeccionismo también? Entonces tú sabes cuán fabuloso se siente dar un paso atrás y observar un trabajo bien hecho, cuán satisfactorio es ver un 102% en tu prueba escrita, cuán energética eres en cuanto a líneas derechas y escritura a mano perfecta.
Pero también estoy demasiado bien familiarizada con el lado oscuro del perfeccionismo. La ultra-crítica voz dentro de mi cabeza. La frustración de sucumbir ante un proyecto que es menos que lo mejor. La inhabilidad de tomar decisiones porque no puedo ver el camino más perfecto. La manera en que ignoro a las personas en mi persecución por lo perfecto. La intensa y debilitante parálisis de análisis.
Lo que me conduce a buscar un alto estándar es la misma cosa que puede romperme una fracción de segundo. La precisa y pensativa mente que Dios creó en mí cambia a toda marcha y deja que las personas se sientan infravaloradas y que mi alma se ata en nudos críticos.
Y en esta batalla de toda la vida, Dios me está enseñando algo. Está revelando a mi esforzado y luchador corazón a la luz de Su Palabra, la verdad que dice: «Ven y descansa» (Marcos 6:31). ¿Estás caminando en tu propio largo viaje de perfeccionismo? Consideremos y apliquemos la verdad juntas.
Soy perfeccionista, soy una adoradora de ídolos
¿Te ves a ti misma como una perfeccionista? Aquí hay algunas maneras de reconocerlo en tu propia vida:
- No puedes tomar decisiones al menos que no hayas agonizado sobre ella, porque quieres asegurarte de que sea perfecta.
- Tú (irónicamente) procrastinas proyectos porque te rehúsas a empezarlos hasta que tengas la idea perfecta, estés en el ánimo perfecto y saber que el producto será perfecto.
- Siempre criticas el trabajo de otro si está debajo de tus estándares.
- Preferirías que las personas sólo se salieran de tu camino.
- Frecuentemente pierdes el sueño porque no puedes dejar de analizar un proyecto o situación.
- Deseas que tu familia, amigos, colegas, líderes de jóvenes, profesores (y básicamente todos los demás) puedan llenar con tus expectativas.
- Te sientes aplastada cuando alguien importante para ti cae debajo de tus estándares.
- Se te hace difícil elogiar a otros por un trabajo bien hecho.
- Sientes envidia cuando la calificación de alguien es más alta que la tuya o gana un premio o el galardón que querías.
- No soportas ver las redes sociales, porque las vidas de los demás lucen completamente perfectas y hacen que la tuya luzca... no perfecta.
Solía pensar que estos eran sólo efectos colaterales de mi personalidad, es lo que viene con ser alguien que ama ser perfecto. Pero Dios lo ve completamente diferente.
Aquí está cómo Él ha revelado el feo pecado que está gobernando mi corazón:
Como una futura esposa, yo luchaba con el sueño de una boda perfecta tan pronto como el anillo de compromiso se deslizó en mi dedo. La gracia de Dios me recordaría una y otra vez que el propósito de mi boda era reflejar la gloria y el esplendor de Cristo. Él fue tan bueno al dirigir mi corazón hacia Él mientras yo planeaba mi boda. Solo que no estaba preparada para la «batalla tras batalla»: todas mis expectativas se estrellaron sobre mí.
Meses después de mi boda me encontré atascada en una parálisis de análisis, agonizando sobre las formas en las que pude haberla preparador mejor, empaparme mejor del momento, hacer las cosas incluso más despacio. No importaba todo lo que reflexionaba sobre ello, no podía cambiar ni un solo detalle. Y eso me volvía loca.
Pero la palabra de Dios me hizo ver que todo este análisis no era acerca de la boda en absoluto. Es acerca del ídolo que estaba controlando mi corazón.
La expectativa de perfección controla mi vida. Me postro ante ella, la anhelo, la ansío, me acuesto despierta agonizando sobre ella. Quiero que mi vida sea perfecta.
¿Y tú?
¿Perfecto? No existe tal cosa
¿Esta idea perfecta por la que nos esforzamos? Es sólo un espejismo, una mentira que el enemigo quiere que persigamos. Él hará todo para convencernos que el chico perfecto, el grado perfecto, la universidad perfecta, la boda perfecta, el trabajo perfecto, la casa perfecta, la familia perfecta es todo en nuestro alcance si nos esforzamos lo suficiente. Si dejamos todo en el altar del perfeccionismo llegaremos ahí...
Los ídolos en nuestro corazón nos volverán locas: analizaremos hasta que nos agrietemos, haremos lo que sea para alcanzar el desenvolvimiento perfecto, descuidaremos a las personas en nuestra vida que no puedan ayudarnos a alcanzar nuestras metas. Podemos buscarle la quinta pata al gato, planificar el futuro, y trabajar hasta la saciedad.
Y luego caeremos.
Porque el glorioso y resplandeciente ideal de «perfeccionismo» no está en nuestras manos. No fuimos creadas para ser perfectas, fuimos creadas para adorar a un Dios perfecto (Col. 1:16).
Viendo el perfeccionismo como lo que es
El perfeccionismo es idolatría. Dice, «sobre todo, persigue la perfección. Es lo que te llenará.»
El perfeccionismo es orgullo. Dice, «mereces ser perfecta.»
El perfeccionismo nos hace obviar las bendiciones de Dios. Dice, «si no eres perfecta, no eres buena.»
La perfección puede controlar nuestras vidas como una adicción, pero Jesús nos hizo libres de toda esas idolatrías, orgullos, luchas y presiones. (Gal. 5:1).
Detén la lucha: encuentra esperanza
¿Es tu deseo de ser perfecta tan fuerte que controla tu vida? ¿Estás frustrada, estresada y desgastada porque aunque has trabado y te has esforzado, la perfección continúa deslizándose a través de tus dedos?
Tratar de ser perfecta es muy fuerte.
Libera la válvula de presión de perfección.
Deja de esforzarte y pelear. La perfección no es para ti.
Encuentra paz, descanso y verdadera satisfacción no en la falsa esperanza de las cosas perfectas, sino total y completamente en Jesús.
Si tu ansioso corazón está esforzándose con el ídolo de la perfección, invierte algún tiempo en estos pasajes de la Escritura:
«El Señor tu Dios está en medio de ti, guerrero victorioso; se gozará en ti con alegría, en su amor guardará silencio, se regocijará por ti con cantos de júbilo.» (Sofonías 3:17)
«Estad quietos, y sabed que yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra. El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob.» (Salmos 46: 10-11)
«Nuestra alma espera al Señor; Él es nuestra ayuda y nuestro escudo; pues en Él se regocija nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea sobre nosotros tu misericordia, oh Señor, según hemos esperado en ti.» (Salmos 33:20-22)
«Al Señor esperé pacientemente, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios; muchos verán esto, y temerán, y confiarán en el Señor.Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el Señor su confianza, y no se ha vuelto a los soberbios ni a los que caen en falsedad. Muchas son, Señor, Dios mío, las maravillas que tú has hecho, y muchos tus designios para con nosotros; nadie hay que se compare contigo; si los anunciara, y hablara de ellos, no podrían ser enumerados.» (Salmos 40: 1-5)
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