Desde que el nuevo libro de Nancy DeMoss Wolgemuth, Adorned fue publicado, he disfrutado del privilegio de leer los dulces y emocionantes comentarios de lectoras de todas partes, al compartir citas del libro #AdornedBook e imágenes en las redes sociales. Es una de las fabulosas ventajas de mi trabajo en Revive Our Hearts.
Adorned pinta el dibujo de las gloriosas realidades de vivir juntas la belleza del evangelio que se retrata en Tito 2, en la que las mujeres mayores enseñan lo bueno y entrenan a las mujeres más jóvenes. Es por eso que nuestro equipo ha estado escribiendo publicaciones inspiradoras y prácticas sobre la mentoría durante todo el mes de marzo. Esperamos que hayas entendido el tema de que somos creadas para vivir para Jesús en comunidad. Pero existe este comentario que sigue apareciendo en nuestras publicaciones. Lo he leído muchas veces y de muchas mujeres diferentes y pesa en mi corazón.
Es este: «Me encantaría ser mentora de alguien, pero las mujeres más jóvenes no quieren». Como mujer más joven (¡que también es mujer mayor para otras!) y milenial, mi respuesta a este comentario es doble:
¿Quieren las mujeres más jóvenes tener una mentora? No puedo responder por nuestra generación entera, pero para muchas jóvenes cristianas, yo de todo corazón creo que la respuesta es un rotundo «¡Sí¡»
En realidad anhelamos una conexión real y anhelamos ser conocidas, entendidas y amadas.
Estamos hambrientas por algo real y cara-a-cara, y ni siquiera nos damos cuenta.
Pero como nuestra generación depende de la tecnología, en el otro extremo, fomentamos un falso sentido de conectividad con cada golpe del pulgar y desplazamiento. Pensamos que estamos conectadas. Estamos hambrientas por algo real y cara-a-cara y ni siquiera nos damos cuenta.
Verdaderamente estamos hambrientas, hambrientas por conocer lo que es realmente llevar sabiamente una casa, servir en un ministerio en la iglesia, guiar un estudio bíblico. Necesitamos escuchar sabiduría piadosa cuando hacemos preguntas sobre muchachos, universidad, matrimonio, familia, el futuro, sufrimiento y conflicto.
¿Así que, dónde está la falla? Si estamos tan hambrientas por relaciones reales, ¿por qué piensan las mujeres mayores que no las queremos o las necesitamos? ¿Por qué no están viendo ellas que estamos listas y anhelando ser mentoreadas?
Nosotras, la generación más joven, en realidad parecemos estar desinteresadas y no disponibles. Aquí está el porqué.
Nos hemos aislado a nosotras mismas.
Al aferrarnos a nuestros celulares (secretamente nos esforzamos por ser conocidas y amadas), irónicamente comunicamos a las mujeres mayores que estamos bien, que no estamos interesadas.
Puede ser que nos hayamos sumergido en la arena movediza de la tecnología y en las tendencias de hoy buscando nuestra realización, y en realidad estemos perdiendo la oportunidad de conexión real, genuina que podríamos tener con mujeres mayores sabias y dispuestas.
Nuestros ojos están firmemente pegados a nuestras pantallas. Intentamos con vehemencia vernos como si tuviéramos todo resuelto y como si fuéramos importantes para alguien. Apresuradamente golpeamos, presionamos, presionamos nuestros teléfonos, cuando en realidad solo estamos actualizando Instagram porque tenemos miedo de involucrarnos con las personas a nuestro alrededor. Tenemos preguntas importantes y urgentes, pero como no sabemos a quién preguntarle o cómo ser vulnerables, simplemente las buscamos en Google.
Aprecio la manera en la que Erin Davis expresa esta idea en su libro Connected:
Podemos minimizar nuestro uso todo el día, pero nuestros dispositivos cuentan una historia diferente. Estamos adictas y nuestra adicción nos está llevando a una brecha entre nosotras y aquellos con los que estamos diseñadas a conectarnos. Cuando se trata de la soledad, bien pudiera ser que nos disparáramos a nosotras mismas en el pie y es posible que la tecnología sea la humeante pistola» (p. 49).
¿Así que, cómo podemos demostrar a las mujeres mayores que estamos aquí, que estamos hambrientas por una conexión y que simplemente nos encantaría ser sus discípulas?
Estas tres cualidades pudieran ayudarnos muchísimo a mostrar que nosotras, la generación más joven, estamos listas para escuchar a las mujeres mayores:
1. Un corazón enseñable
La mentoría no es una receta para cortar galletas. No tiene que caber en una caja en particular. Puede ser tanto formal como informal. Puede ser en una cafetería o puede ser en la mesa de la cocina con pequeñines. La vida de una mujer mayor es única y también lo es la de una mujer más joven. La combinación de esa relación puede tomar muchas formas, ¿no es esa la belleza de esta idea?
Lo que una relación de mentoría sí requiere es un espíritu enseñable.
Tito 2:3-5 instruye a las mujeres mayores a ser maestras:
Que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
Pero las mujeres mayores enseñan a ojos ciegos y oídos tapados si las mujeres más jóvenes no están dispuestas a ser enseñadas. ¿Tenemos mentes y corazones enseñables?
Hay algo sobre la juventud que nos engaña a pensar que tenemos todo resuelto. Y esta es una actitud que hace que las mujeres mayores se sientan innecesarias.
Las mujeres mayores enseñan a ojos ciegos y oídos tapados si las mujeres más jóvenes no están dispuestas a ser enseñadas.
De una mujer joven a otra te puedo asegurar esto: No tenemos todo resuelto.
Te prometo que en todos los caminos nos espera una lección tras otra. Desde la fe y nuestro caminar con Jesús hasta las cosas prácticas como hacer presupuestos y organizar closets. Cuando nos damos cuenta de cuánto necesitamos aprender, el ser enseñables es plantado como una semilla en la tierra de la humildad.
No es debilidad, sino la buena gracia de Dios que nos muestra cuánto no sabemos, para que podamos volver nuestros ojos hacia arriba en dependencia de Él y hacia afuera en disposición de aprender de aquellas que han ido antes que nosotras.
2. Curiosidad
En realidad me considero a mí misma una terrible persona para hacer preguntas. En conversaciones, particularmente con personas que acabo de conocer, tiendo a compartir de mis propias experiencias para ver si otros se pueden relacionar. Hacer preguntas muestra un interés genuino y preocupación por el corazón y la vida de la otra persona. «Aprender a hacer buenas preguntas», está en la lista de las áreas que debo mejorar.
Una relación de mentoría va a prosperar en base a buenas preguntas. Esta práctica corre paralela con la enseñabilidad; admitamos que no tenemos todo resuelto, y que queremos crecer, así que preguntemos.
Haz preguntas difíciles. Haz preguntas que requieran respuestas largas compuestas de historias de vida. Pide consejo. Pide sin esperar una respuesta específica. Haz preguntas de seguimiento. Pide aclaración.
En nuestra cultura de búscalo en Google para saberlo, arriesgamos perder el valor de participar en conversaciones estimuladas por buenas preguntas. Imagina como sería el impacto en el reino de Dios si fuéramos mujeres jóvenes curiosas que desean obtener sabiduría de mujeres mayores, haciendo preguntas. Nuestra fe seria fortalecida, y nosotras seriamos animadas a seguir adelante viviendo vidas piadosas por Su gracia.
Valoremos a las mujeres mayores en nuestras vidas, al demostrar cuánto nos preocupamos por aprender de ellas al hacer preguntas reflexivas, significativas.
3. Vulnerabilidad
Una relación de mentoría genuina necesita este ingrediente vital, como la masa del pan necesita levadura para elevarse: vulnerabilidad.
En otras palabras, necesitamos ser honestas sobre dónde estamos con Dios, con nuestra familia, con nuestros amigos, en nuestros corazones.
Esto no quiere decir que debes vaciar el contenido entero de tu corazón cada vez que veas a tu mentora, pero sí quiere decir que estés dispuesta a expresar las áreas donde luchas. No podemos caminar verdaderamente lado a lado en honestidad y amor si permanecemos en el extremo superficial. Debemos hacer el valiente clavado en el lado profundo.
Esto toma tiempo. Vas a necesitar conocer bien a tu mentora y confiar en su corazón. (Esto asume que ella es una mujer piadosa buscando moldear su vida como la de Jesús). Al abrirte tú en vulnerabilidad, puedes expresar cuánto valoras su aporte y el poder rendirle cuentas.
La vulnerabilidad es difícil. Abrir las puertas de las recámaras cerradas que guardan oscuridad y fealdad es difícil, incómodo, intimidante… y bueno.
El pecado prospera en la oscuridad, pero cuando exponemos lo que está oscuro y escondido, caminamos en la luz (1 Juan 1:7).
Cuando tu mentoría va más allá del nivel superficial, no la abandones; permanece allí.
La vulnerabilidad honesta también nos recuerda esto: Todas batallamos. Tu mentora experimenta sus propias batallas contra el pecado. Pudieras sorprenderte de cuánto ánimo ella te puede dar en la lucha que estás teniendo contra el pecado. Al tú compartir lo que está sucediendo, ella estará allí para señalarte a Jesús, para orar contigo y para cuidarte.
Cuando tu mentoría va más allá del nivel superficial, no la abandones; permanece allí, y comenzarás a desenterrar la belleza de llevar la vida real juntas para la gloria de Dios.
No esperes, ¡lánzate!
Tal vez las mujeres mayores en tu esfera no piensen que estás interesada en una relación de mentoría. Sorprendámoslas de la mejor manera posible. Alejémonos de la falsa conectividad del mundo en línea, miremos hacia arriba y mostremos que estamos listas. Seamos enseñables, curiosas y vulnerables.
Busquemos vivir la belleza del evangelio juntas –mujer a mujer– aprendiendo, creciendo y amando.
Como mujer joven, ¿qué pasos necesitas dar para llegar a estar disponible para aprender de una mujer mayor? ¿Tienes ya una mujer mayor que sea tu mentora? ¿Cómo ves tú la enseñabilidad, la curiosidad y la vulnerabilidad mostrándose en su relación? ¡Me encantaría escuchar de ti!
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