En estos días en los que estamos elaborando listas de metas y resoluciones quiero advertirte de una meta que necesitas que sacar de tu lista, de tu mente y corazón. No solo este año sino también todos los días de tu vida y es que tu meta no sea ganarte la aprobación y el favor de Dios con tu comportamiento. No existe una tarea más drenante y frustrante que tratar de ganarnos puntos delante de Dios basándonos en nuestras buenas obras o las cosas “buenas” que hacemos.
Al final de cuentas cuando lo hacemos estamos diciendo abiertamente que la obra de Cristo no es suficiente para venir ante Dios, para el perdón de tus pecados y para tu justificación. Mucho peor, estamos diciendo que tenemos que agregarle nuestras obras a lo que ya Cristo hizo a tu favor.
Y para verlo de una forma sencilla, imagínate que inicias la semana después de un maravilloso domingo en la iglesia, en el cual fuiste animada y confrontada con la Palabra de Dios; así que iniciaste el lunes con mucha determinación y deseos de agradar a Dios, de vivir conforme a su voluntad, lo buscas en Su Palabra, estás haciendo tu devocional pero a mitad de semana pecas. Lentamente todo se va poniendo gris en tu corazón, es como si bajaron los interruptores de tu alma y te encuentras escondiéndote de Dios y huyendo de Él. Ya no te sientes digna para venir delante de Él y no te sientes “merecedora” de Su presencia.
Tristemente así lucen muchos de nuestros días cuando no recordamos que no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, como dice la Biblia en Romanos 8:1. Por mas que te esfuércese el próximo año y trabajes duro, tú nunca vas a poder llevar a cabalidad las 613 leyes que se encuentran en el Antiguo Testamento, tú nunca vas a poder vivir a la perfección como para “merecerte” a Dios.
Nunca vas a acumular la santidad que se requiere de un ser humano para presentarse delante de Dios, lo único que sí puedes hacer es depositar toda tu confianza en la vida perfecta de Cristo y en su obra en la cruz en tu lugar y acercarte con confianza al trono de la gracia para que recibas misericordia, y halles gracia para la ayuda oportuna (Hebreos 4:16). Cristo ya logró la difícil meta de aplacar la ira de Dios, el pagó la alta cuota que se requería para el perdón de tus pecados, para que la tuya sea conocerle, amarle y disfrutarle. ¡Que esa sea tu resolución este próximo año!
Reflexionemos:
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¿Cuáles son tus metas para el próximo año?
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¿Están tus metas centradas en el Evangelio?
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¿Quieres ganarte la aprobación de Dios a través de tus resoluciones?
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¿Cómo el Evangelio te liberan de la culpa y la vergüenza?
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