Hay 2 tipos de personas en este mundo.
Están esos que parecen rebosar del espíritu navideño. Si eres uno de estos, amas todo lo que se refiere a la Navidad. Deseas que diciembre llegue con anticipación. Amas las tradiciones de esta temporada del año—el olor de los pinos, la sensación de una taza de cocoa en tus manos, el parpadeo de las pequeñas luces blancas alrededor de tu vecindario.
Luego, hay un segundo grupo. Esas chicas cuyos espíritus decaen en la temporada de Navidad. Que luchan para abrazar el bullicio de esta época del año. Que quieren mantener sus ojos enfocados en Jesús, acostado en un pesebre, pero de alguna manera parece que no pueden mantener su atención allí.
Honestamente, tiendo a pertenecer al segundo grupo. No me malinterpreten, me gusta la Navidad, pero lucho con el pensamiento de que Jesús vino a la tierra como un pequeño bebé (la palabra dominguera que la iglesia da a este evento es “encarnación”). Las exigencias de la vida diaria siguen tirando de mis pensamientos lejos del pesebre y en las cosas que simplemente no importan tanto.
Por eso no importa cuántas veces lo he escuchado, no puedo obtener suficiente de la historia de Navidad encontrada en el Evangelio de Mateo y Lucas. Leerlo es como la búsqueda del tesoro más grande del mundo; mientras más excavo, más pepitas de oro encuentro.
Por eso te quiero llevar conmigo en la búsqueda del tesoro de la historia de la Navidad en este blog. Vamos a examinar cada uno de los personajes implicados en el nacimiento de Jesús y ver si ellos pueden guiar nuestros corazones al bebé que lo cambió todo.
Así que si estás leyendo esto mientras escuchas música de Navidad o quizás más bien refunfuñando, "¡Bah, Bobadas!," espero que te unas a mí para volver a visitar esa primera Navidad a través de los ojos de las personas que estaban allí.
¡Coge tu pala y empecemos a cavar!
Santa María, la Valiente.
María irrumpe en la escena del nacimiento de Jesús que estaba por venir en Lucas 1: 26-39. Aquí está un resumen corto de lo que el pasaje nos dice acerca de ella:
~María vivía en Nazaret.
~Ella era una virgen.
~Ella era desposada (una palabra dominguera para “comprometida”) con José.
~La Biblia no nos dice la edad de María. La mayoría de los estudiosos de la Biblia coinciden en que ella era muy joven, posiblemente una adolescente, debido a que ella aún no estaba casada.
María está ocupándose de sus propios problemas cuando el ángel Gabriel se le aparece. Aquí está una parte del diálogo que la Biblia registra entre ella y Gabriel en Lucas 1:28-35:
Gabriel: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Nota: la Biblia nos dice que las palabras del ángel turbaron a María. Yo también me turbaría si un ángel se me apareciera a la mitad del día.
Gabriel sigue explicándole que ella va a concebir por del Espíritu Santo y luego se le escapa el secreto de que su prima Elizabeth también está embarazada, a pesar de que ha sido estéril.
Entonces el ángel declara estas poderosas palabras: "Porque nada hay imposible para Dios."
Nada hay imposible para Dios.
Deja que eso penetre en tu corazón.
Deja que arda una y otra vez en tu mente hasta que se forme una joya allí.
Nada hay imposible para Dios.
No hay desafío que enfrentes que sea tan grande para Él.
No hay llamado que Él te dé, que no puedas llevar.
No hay misión demasiado grande para Él.
No hay obstáculo que Él no pueda destruir.
Ese es el mensaje de Navidad realmente. Mientras la historia nos acerca al pesebre, miramos más allá a Jesús acostado en ese pesebre maloliente y vemos la milagrosa vida sin pecado que vivió. Si seguimos mirando, vemos la cruz en la que murió para pagar por nuestros pecados. Si entrecerramos los ojos y observamos un poco más allá vemos la tumba de la que Él se levantó 3 días después.
Nada puede detenerlo.
La muerte no lo puede contener.
Nada le impedirá que demuestre su amor por nosotros y haga su parte para reconciliarnos con el Padre.
Cuando María escuchó que no había nada imposible para Dios, ella dijo una de las oraciones más valientes de toda la Biblia.
Entonces María dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”. (Lucas 1:38).
Aquí está la oración parafraseada de Erin Davis:
“Yo pertenezco a Dios. Haré lo que sea que Él me pida”.
¿Por qué fueron esas palabras tan valientes? Piensa por un minuto sobre lo que Gabriel le estaba pidiendo a María.
Aunque estaba joven y soltera, ella iba a ser mamá. Y no cualquier mamá, la madre del Salvador del mundo entero. No hay un manual de padres para eso. El ángel no se quedó para decirles las noticias a los padres de María y no le diría a su amado, José, hasta que ella misma se lo dijera. María enfrentaría rumores alrededor de su pequeña ciudad. (¡¿Concepción inmaculada?!, ¡Sí ,Claro! Tendría que lidiar con la vergüenza y humillación pública al mismo tiempo en que las hormonas del embarazo se dispararan. Luego tendría que criar a Jesús. (Si piensas que eso siempre fue una tarea fácil, visita Lucas 2:41-52). Entonces María tendría que observar como su hijo era llevado a juicio, acusado falsamente, públicamente golpeado y colgado en una cruz. La Biblia dice que ella estaba cerca, mientras moría en ese lugar (Juan 19:25). A veces el favor del Señor se siente como ver a tu hijo fallecer en una muerte injusta y agonizante.
María no sabía lo que estaba más adelante en el camino, por supuesto. Pero ella no le insistió a Gabriel por los detalles.
Ella simplemente dijo: “Pertenezco a Dios. Haré lo que Él diga.”
¿Y tú?
Cuando Dios te llama a grandes cosas (¡o pequeñas!), ¿Quieres tener la seguridad de que todo va a estar bien (y sentirte bien) antes de dar un paso en fe? Si te sientes incapacitada o insegura, ¿desobedeces o lo retrasas?
La próxima vez que Dios te llame a obedecerle, permíteme animarte a que simplemente repitas las palabras tan valientes de María:
“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
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