¿Te has dado cuenta que es más fácil pensar en lo que sucederá después de la muerte cuando alguien fallece? Me inclino a pensar que el temor a morir nos aleja de ese tema en nuestras conversaciones diarias. Preferimos compartir lo bueno y bonito de la vida, en ocasiones, incluso con un positivismo exagerado. Preferimos esconder lo negativo y triste y lo reflejamos en lo que publicamos en las redes sociales.
Pero Jesús, que es la Luz del mundo, es la persona que más habla del infierno o el juicio eterno en la Biblia. Él fue muy claro al enseñar cómo la vida eterna debería impactar nuestra manera de vivir.
El Señor me está enseñando a vivir a la luz de la eternidad que me espera y hoy quiero compartir cómo ha revolucionado la forma en la que entiendo el gozo, el temor y el pecado. Mi anhelo es que vivamos por la fe, en el poder del Espíritu y con esperanza en Jesús.
El gozo
Jesús envió setenta discípulos a los lugares a donde Él iba a ir, a predicar sobre el Reino y a sanar a los enfermos. Los discípulos fueron, y regresaron con gozo debido a su éxito. Jesús en su respuesta les dijo «[…] no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos» (Lucas 10:20).
Mientras ellos, en el poder de Dios, tenían éxito terrenal, el Señor aprovechó para exaltar la bendición eterna que habían recibido: que sus nombres estarían escritos en los cielos. Eso significa que recibieron el favor de Dios al ser gratuitamente justificados, sus pecados fueron perdonados, y por la eternidad gozarían la presencia de Dios con un cuerpo glorificado, recibiendo una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos (1 Pedro 1:4).
John Piper escribió sobre la recompensa eterna que gratuitamente recibimos por la fe al ser unidas a Cristo: «La presencia de Dios, contemplada y gozada para siempre en el rostro de Cristo, cubriéndonos de misericordia por todos nuestros pecados, llamándonos hijos suyos, consolándonos de todo dolor y pérdida en este mundo, heredándonos el universo para una patria familiar, con todo corregido en nuestras almas y en la naturaleza, y en el orden social del nuevo mundo: ésta es nuestra gran recompensa».1
¡Qué maravilloso es! Por la fe hoy nos gozamos en estas promesas que Dios nos ha hecho y que ciertamente serán cumplidas en Cristo. No solo nos gozamos en lo eterno cuando no encontramos algún gozo terrenal, sino que en medio de ese gozo terrenal reconocemos la mayor bendición que un humano puede recibir (nuestros nombres escritos en los cielos) y así incrementa de manera exponencial nuestro gozo actual a la luz de la eternidad en Cristo.
También, en medio de nuestro sufrimiento terrenal, este gozo eterno juega un papel crucial. Reconocer lo que Dios nos ha regalado en Cristo por la eternidad nos ayuda a agradecer en medio del sufrimiento. Nos acercamos a Él en oración lamentando nuestro sufrimiento y dolor temporal pero también reconocemos la eternidad de gozo que nos espera, rogamos esperar con paciencia y confianza en Sus promesas y clamamos: ¡Ven, Señor Jesús!
El temor
Jesús le dijo a sus discípulos antes de enviarlos: «No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (Mateo 10:28).
Jesús preparó a Sus discípulos para lo que enfrentarían al proclamar la verdad de Dios: oposición y persecución. Les enseñó la perspectiva eterna sobre su cuerpo y alma; y los mandó a temer a Dios, trayendo a la ecuación el poder de Dios y el juicio final del infierno. Este temor les ayudaría, en última instancia, a obedecer Sus mandamientos, confiando en la salvación eterna de sus almas y cuerpos, aunque su cuerpo terrenal muriera.
Parte de nuestro llamado y privilegio de seguir los pasos de Jesucristo incluye predicar el evangelio, proclamar las excelencias de Dios y hablar siempre la verdad en amor; lo cual solo podemos hacer por fe, creyendo en y temiendo a Dios. Así como los héroes de la fe en Hebreos 11, quienes creyeron en Dios y Sus promesas, resultando en vidas de obediencia con obras que testificaban de su fe genuina y del poder de Dios en ellos.
Hoy se cataloga como «discurso de odio» cualquier texto donde se menciona el pecado o el infierno, pero consideremos otra vez Mateo 10:28 y busquemos crecer en temor del Señor para hablar la verdad en amor, reconociendo que los juicios del hombre y sus daños solo pueden ser terrenales, y que en Cristo tenemos salvación y vida eterna.
El pecado
«Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno». -Mateo 5:29-30
Jesús enseñaba sobre el adulterio cuando dijo esas palabras, explicando que no solo el cometer el acto era pecado, sino también el codiciarlo en el corazón. En la enseñanza menciona miembros del cuerpo que son muy preciados y valiosos como el ojo y la mano; y prácticamente nos muestra que es mejor perder algo muy preciado con tal de no continuar en pecado e ir al infierno.
La misma lógica, pero vista desde otro ángulo, es lo que escribió el apóstol Juan: «El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Juan 2:17).
Esta verdad sobre lo pasajero de lo terrenal y la consecuencia eterna de pecar nos afirma en una convicción firme sobre la santidad.
Cuando habitamos en la luz, somos santificadas y reconocemos nuestro pecado. Vemos que hay cosas que son de tropiezo y nos hacen caer en pecado. Por más que las «disfrutemos» temporalmente, con la fe en Cristo y guiadas por el poder del Espíritu Santo las confesamos y las abandonamos.
Encuentra ánimo en la vida que está por delante
Amada joven, sin duda hay muchas más áreas en las que creceremos por gracia al comprender mejor la eternidad como las finanzas, nuestras relaciones interpersonales, la preocupación, circunstancias en el trabajo, la venganza, entre otras… Mi oración hoy es que aprendamos a vivir por fe en nuestra circunstancia actual, con los ojos puestos en Jesucristo, conociéndolo cada vez más y deleitándonos en Él, confiadas en Su amor, fortaleciéndonos en el Señor y en el poder de Su fuerza, junto con la Iglesia; confiando en toda la Palabra de Dios y esperando con anhelo el cumplimiento de todas Sus promesas.
La eternidad nos asegura el gozo pleno que nos ayuda a perseverar, nos recuerda que no debemos amedrentarnos ante los hombres y nos impulsa a ser radicales para cortar el pecado.
Nuestro Señor Jesucristo resucitó y ha prometido volver por nosotras, recordemos que si esperamos en Cristo para esta vida solamente, somos, de todas las mujeres, las más dignas de lástima (1 Co. 15:19), y pongamos nuestros ojos en lo eterno.
«Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará». -1 Tes. 5:23-24
¿Cómo el pensamiento de la vida o el juicio eterno transforman tu día?
Referencias:
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