La diferencia entre hacer un devocional y una vida de devoción

¿Estás haciendo tu devocional?

Es una pregunta que puede traer mucho sentido de culpabilidad si no estás siendo regular al dedicar un tiempo especial en el día de oración y estudio de la Palabra. También podría hacerte sentir muy bien si estás llenando la cuota y estás marcando esa actividad como realizada en varios días consecutivos, alimentando así tu orgullo y sentido de autosuficiencia.

Es aquí donde encuentro a muchas jóvenes (y a mí misma) dando vueltas en un círculo sin fin, agotadas y frustradas porque por más que lo intentan no pueden «dar la talla» en su relación con Dios. El ciclo es algo como esto:

Día 1: «Me siento muy motivada a buscar a Dios. ¡Lo amo con todo mi corazón! Comenzaré a orar por media hora e iniciaré un plan de lectura bíblica».

Día 2: «Ya tengo mi libreta de apuntes, estoy recolectando los motivos de oración de todos mis amigos. Abrí un chat para compartir lo que voy aprendiendo en la Palabra. ¡Por fin estoy realmente buscando a Dios y siento gozo al hacerlo!».

Día 3: «Me quedé dormida esta mañana, pero esta noche sin falta haré todo lo que tengo pendiente. Al llegar en la noche, pienso: “Hoy oraré acostada, estoy muerta del cansancio”, y con la Biblia en mano, “Señor, gracias por este día”…y me quedo dormida».

Día 4: «Qué mal me siento… hoy tengo el doble de peticiones por las que orar y el doble de capítulos qué leer… Perdóname Señor… no sé si me dará tiempo…».

Día 7: «Soy un desastre, ¡yo sabía que no iba a lograrlo! Realmente no soy digna de ser llamada hija de Dios, si realmente lo amara, Él sería mi prioridad. Ni siquiera tengo cara para presentarme ante Dios después de fallarle tantas veces. ¿Será que no soy cristiana? En realidad creo que no puedo hacer esto, ya no sé qué hacer».

Esta es la calle sin salida en la que a veces muchas de nosotras nos encontramos, y la razón por la que estamos ahí es muy simple: hemos reducido nuestra relación con Dios a cosas que hacemos, métodos que practicamos y planes a los que nos sometemos.

Las disciplinas espirituales son buenas, necesarias y son hermosos medios de gracia para nuestro crecimiento espiritual, pero no pueden ser de ninguna manera un fin en sí mismas. Las disciplinas espirituales no son el destino, son un vehículo para llegar a nuestro verdadero fin: una estrecha comunión con Dios.

Es como si te dispusieras a disfrutar de un hermoso paisaje, pero solo te concentraras en ver tu bicicleta mientras pedaleas. ¿Qué va a pasar? Muy pronto te vas a estrellar y te vas a caer. Cuando te enfocas en los planes devocionales y haces de una rutina devocional lo más importante, te estás perdiendo de la verdadera riqueza que está delante de ti.

Entonces la pregunta es: ¿Qué es lo que define mi comunión con Dios? ¿Qué es lo que pone una luz verde entre mi Creador y yo? ¿Acaso es mi constancia en mis tiempos devocionales? ¡De ninguna manera!

Tengo una buena noticia para ti si verdaderamente eres una hija de Dios, lo único que define el acceso que tienes al Padre es la obra de Cristo a tu favor. Jesús hizo todo correctamente, no falló ni un solo día, tomó el castigo que tú merecías y recibió toda la ira de Dios, y cuando resucitó, te dio una vida nueva. ¿Leíste bien? Una vida completamente nueva, y ahora el récord de Su perfección está a tu favor todos los días. ¡Incluso cuando te sientes un desastre porque no cumpliste con lo que habías planeado!

¿Qué quiere decir todo esto? ¡Significa que eres libre de la culpa y de la condenación! Ya puedes sacar todas las piedras que pesaban tanto en tu mochila porque no hay necesidad de cargarlas. ¡Eres libre! Todo esto para explicarte que Cristo es quien define lo que Dios piensa de ti y la puerta de Su trono dicen todo el tiempo: «Acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna» (Heb. 4:16).

A la luz de la liberadora obra de Cristo a tu favor, ya no hay razón de mirar tu devoción a Cristo como algo que puedes hacer en media hora. Responder a esa verdad debería tomarnos toda la vida, no hay forma de «hacer la tarea del devocional» y marcarla como realizada porque nunca debería terminar. La alabanza de nuestra boca no puede detenerse; mientras caminamos, mientras hacemos nuestros deberes, aún mientras estamos en silencio, podemos traer nuestras peticiones y súplicas. Corremos a Su Palabra no porque sea un deber, sino porque en ella encontramos vida y por eso la meditamos y oramos conforme a ella constantemente en nuestros corazones. 

¿Nos disciplinaremos en nuestra práctica devocional? ¡Por supuesto! Pero ya no como una tarea que hacemos para «estar bien» con Dios, sino como una oportunidad de disfrutar de Él, y cuando nos sintamos frustradas por haber fallado y tentadas a pensar que Dios ha cambiado, volvamos otra vez a la cruz y encontraremos a Sus pies mil razones más para seguir entregando toda nuestra devoción al Único que la merece: Cristo.


¿Es esta tu lucha también? ¿Has estado alguna vez en esa calle sin salida? ¡Comparte con nosotras y animémonos unas a otras!

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …

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