No puedo dejar de pensar en ti. Sé que estás sentada junto a mí en la iglesia, parada detrás del mostrador en el supermercado y leyendo este blog. También sé que no quieres que yo sepa que te has hecho un aborto.
Me gustaría invitarte a tomar café, mirarte a los ojos y compartir la verdad de Dios contigo. Tal vez algún día voy a tener esa oportunidad. Pero hasta entonces, no quería que pasara otro minuto sin decirte lo que hay en mi corazón, sin señalarte hacia lo que está en el corazón de Dios.
Sé que preferirías no hablar sobre eso, que se siente como que la vida sería más fácil si yo no arranco ese bandita adhesiva. Cuarenta por ciento de las mujeres jóvenes que han tenido un aborto reportan que ninguno de sus padres saben de su decisión. Muchas tampoco le cuentan al papá del bebé, de manera que llega a ser una carga que llevan solas. Ninguna carga puede ser llevada de esta manera (Gal. 6:2). Esta carga, especialmente, es demasiado pesada para llevarla sola. Así que permíteme llevarla contigo. Llevémosla a Jesús y miremos juntas hacia Su verdad sobre tu aborto.
Tu aborto es un pecado
Aunque me gustaría pasar por alto tu pecado o endulzarlo para hacerlo más fácil de digerir, no puedo. Abortar a tu bebé no fue solo un “error”. No fue un “accidente”. No fue algo tonto que hiciste porque eras joven o estabas asustada. Fue un pecado.
No fue un “feto” que murió ese día en la clínica. No fue una “masa de tejido”. Era un bebé, creado en la imagen de Dios. La Palabra de Dios describe la creación de tu bebé de la siguiente manera:
Tu aborto acortó la vida de tu hijo, pero también la vida del hijo de Dios.
No digo esto para restregar sal en tus heridas, pero es importante reconocer a tu enemigo para que puedas luchar contra él. El enemigo aquí no son tus circunstancias o la industria del aborto. Es tu propio corazón pecaminoso. Como tomar pastillas para la alergia para intentar curar un dolor de cabeza o quimioterapia para sanar una pierna rota, es posible que has estado corriendo hacia las cosas equivocadas para intentar sanar. Cuando tú llamas al aborto por lo que es, entonces puedes obtener la prescripción correcta. La enfermedad que estás enfrentando es el pecado. La solución es Cristo Jesús.
Todo pecado nos separa de Dios (Isaías. 59:2). Tal vez te sientas sola, desanimada o deprimida. Eso es porque Jesús es la luz de la vida (Juan 8:12). La vida separada de Él es increíblemente oscura. Reconocer tu pecado y arrepentirte, cierra la brecha entre tú y Dios.
Tu aborto no está más allá del alcance de la cruz
Sí, tu aborto fue pecaminoso. Si esa es la nube, aquí va la radiante luz del sol.
Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom. 5:8).
Mientras Jesús colgaba en la cruz, Él te vio en la clínica de abortos. Y Él no cambió de parecer. Él no descendió de la cruz y exclamó, “Yo no voy a pagar el precio por ella”. Más bien, Él tomó el castigo completo por cada pecado que jamás vayas a cometer y entonces dijo, “Consumado es” (Juan 19:30).
Tu aborto no es algo que tú puedas arreglar
Ya no hay vuelta atrás. No puedes tomar una decisión diferente. No te puedes castigar a ti misma lo suficiente como para arreglar lo que ha sido roto. Tu aborto no es algo por lo que puedas hacer penitencia. Cristo ya lo hizo. El pago el precio por tu pecado una vez y para siempre en la cruz.
Esto tampoco es algo que puedas esconder de Él. El Dios quien te formó dentro del vientre de tu madre ve cada segundo de tu vida. Huir de Él te lastima. También lo lastima a Él. Él anhela una relación contigo. Tu aborto no cambia eso. Corre hacia Él con tu pecado, con tu dolor. Dile que lo necesitas para sanar las cicatrices que quedan en tu corazón.
Es tiempo de decirle a alguien
Esa conversación en el café pudiera nunca suceder entre tú y yo, pero necesita suceder. Necesitas contarle a alguien sobre tu aborto. Te advierto, pudiera no ir bien. Terminar con una vida humana siempre es impactante. Esa impresión puede mostrarse en dolorosas formas como enojo, juicio y dolor. El peor caso que has estado imaginando pudiera en efecto suceder. Aun así, cuéntale a alguien.
Solo Jesús puede perdonar pecados, pero el proceso de sanidad frecuentemente comienza cuando hablamos. Hay poder en arrastrar lo que ha estado guardado en las oscuras esquinas de tu corazón hacia la luz. Diles a tus padres. Cuéntale a tu pastor. Dile al papá de tu bebé. Cuéntale a una mujer mayor, sabia en tu iglesia. Continúa diciendo hasta que encuentres a una (o más) personas que corran al dolor contigo y sigan señalándole hacia el hermoso Evangelio.
¡Me encanta escuchar de ustedes! Sin embargo, el lugar de comentarios en este blog no es el mejor lugar para confesar tu aborto. Necesitas sentarte frente a alguien sin la barrera de una pantalla de computadora. Necesitas alguien quien pueda caminar contigo durante el proceso de sanación. Si no sabes hacia donde voltear, siéntete en libertad de escribir a nuestro equipo por correo a jovenverdadera@avivanuestroscorazones.com. Sería nuestro honor orar por ti.
Si no has tenido un aborto, ¿te unirías a mí para orar por las millones de jóvenes que lo han hecho? Por favor escribe tu oración en la parte de abajo.
Jesús, gracias por la cruz. Gracias por perdonar todos nuestros pecados. Por favor consuela y perdona a aquellas quienes han pecado contra Ti de esta manera. Te necesito. Ellas te necesitan. Amen.
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