¿Conoces la película de Monsters Inc? Si la conoces, seguro recordarás que esta empresa –localizada en la ciudad de Monstruópolis– tenía como tarea principal asustar a los niños para obtener la energía que abastecía la ciudad a partir de sus gritos. Así es como conocemos a Sully (el grande de color azul) y Mike (el verde de un ojo), dos monstruos que trataban de cumplir con su trabajo. Aunque suene muy inocente o simplemente una película para niños, hoy quiero compartir un poco lo que ha sido mi experiencia con mi propio monstruo, que a veces duerme debajo de mi cama: la ansiedad.
Desde que tengo memoria he luchado con ella. Hay momentos en que se «calma», y hay otros que es muy activa. Con este tema no busco juzgar ni tampoco ignorar la realidad que quizás muchas otras personas sufren con ansiedad severa, y que quizás pueda quedar corta al tratar de tocar el tema. Lo que sí quiero es poder llevar ánimo a aquellas de ustedes que tal vez, al igual que yo, tienen a su propio «Sully» debajo de la cama, y que cuando sale y te agobia, es difícil poder ver a Dios en esos momentos. Quiero que sepas que hay una persona que entiende todo lo que estás pasando y que no es ajeno a tu situación: Jesús.
He podido asociar principalmente mi ansiedad con el temor. Cuando llegan esos momentos en los que estoy sumergida en ese hoyo profundo, que no puedo ver más allá de lo que mis lágrimas me permiten, lo primero que se nubla de mi mirada es que no puedo ver a Dios. Por ese motivo, desde que conocí a Cristo, empecé a buscar consuelo en las Escrituras para mi alma angustiada, ya que por años entendía que esto podía ser una especie de castigo.
Así que, me dispuse a estudiar y conocer sobre estos dos temas: el temor y la ansiedad. Una de las cosas que más me llama la atención es encontrar la cantidad de veces que se repite algo en particular, y la frase «no temas» aparece un poco más de 350 veces en la Biblia. Hay autores que aseguran que hay 366 repeticiones, eso sería un «no temas» para cada día del año. Ver esta frase en la Palabra de Dios me ha ayudado en gran manera. No es que no haya razones en el mundo para no temer, ¡hay muchas! Pero me ha servido para no permitir que ese miedo me domine.
No voy a empezar a nombrar las situaciones que el lidiar con la ansiedad ha traído a mi vida, pero sí te puedo decir que mi «Sully» sabe muy bien cuándo sacar su cabeza para generar emociones desagradables. En mi andar en el Señor, he conocido otras hermanas que están transitando en este mismo camino, y eso me ha servido porque me han hecho ver las cosas desde otra perspectiva. Recuerdo cuando en una de las crisis me encontré con esta verdad en la Palabra de Dios, con ella pude entender un poco mejor, no la causa, sino lo que Dios puede hacer a través de esta situación: «Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 de Cor. 12:9).
Entender claramente que Dios podía usar esos momentos de desesperación para Su gloria, comenzó a cambiar totalmente mi perspectiva y empecé a ver formas en las que el poder de Dios se perfecciona en mi vida. Saber que, en Su soberanía, Dios ha permitido que estas situaciones sucedan en mi vida, me da paz. Además de que si esto es lo que me va a mantener de rodillas delante de Él, pues ¡gloria a Dios!
Pero eso no siempre es así, cuando estamos en esos momentos de ansiedad el enemigo nos ataca, es por eso que debemos siempre correr al único lugar seguro: Cristo.
Cristo, mi torre fuerte
Cuando entendí que Cristo no está ajeno a este tipo de emociones, me llevó a esta otra verdad: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado» (He. 4:15). ¡Él me entiende! ¡Él sabe lo que estoy pasando! ¿Te has puesto a pensar en esa verdad? ¡Cristo te entiende! Pero sobre todo, Él es quien nos consuela. No existe ninguna situación presente, pasada o futura, por la que Cristo no haya pagado en la cruz. Es justo allí dónde debo llevar cada vez mis pensamientos cuando quieren atacar. 2 Corintios 10:5 dice: «Destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo». La única forma de destruir las mentiras que me dice el temor es precisamente creyendo la Verdad de Dios.
«Sully» sigue visitando mi casa de vez en cuando, sigo luchando contra él, pero el entender que Dios cuida de mí me invita a llevar mi ansiedad a Cristo en oración y es entonces cuando se hace una realidad en mi vida lo que dice Filipenses 4:7: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús». Es entonces cuando puedo enfrentarme a mi Sully. Pues sé a dónde puedo correr con la seguridad de que tengo un refugio en medio de la tempestad. Allí siempre estaré a salvo.
Algunas cosas prácticas que he aprendido sobre este tema son que puedo:
- Identificar las situaciones que usualmente disparan mi ansiedad o mi temor también me ayuda a saber cómo orar.
- Atesorar la Palabra, meditar en ella.
- Tener una mentora que pueda orar por mí y a quien pueda rendir cuentas es algo que me ha ayudado en mi caminar con la ansiedad.
- Predicarle a mi alma las buenas nuevas del evangelio.
- Reconocer a Cristo como ese Sumo Sacerdote que está por mí y no contra mí.
- Acercarme confiadamente ante el trono de la gracia y saber que no estoy sola y tengo a dónde ir porque tengo un Sumo Sacerdote.
No puedo ofrecerte una solución de 3 pasos para librarte de la ansiedad y el temor, pero sí puedo apuntarte a Aquel que sí puede calmar todo lo que la ansiedad puede producir. Es mi oración que, si tú al igual que yo luchas con la ansiedad, el Dios de toda gracia llene tu vida de Su paz que sobrepasa todo el entendimiento y encuentres en Él un refugio para tu alma.
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