Confieso que cuando empecé a orar y pensar cómo enfocar este tema, tenía muchas cosas en la cabeza pues es un tema amplio y profundo, pero que a la vez puede ser fácilmente malentendido o sencillamente volverse como una muletilla o una palabra bonita que podemos introducir en nuestro vocabulario y que nos puede hacer sonar súper espiritual aun cuando su significado esté lejos de formar parte de nuestro carácter.
En los últimos años he visto en las redes sociales cómo se usa la frase «doble moral» normalmente cuando alguien es acusado de hacer lo mismo que critica; eso fue lo primero que pensé al leer las palabras del Salmo 119:80: «Sea íntegro mi corazón en Tus estatutos, para que yo no sea avergonzado».
Así que te invito a que juntas veamos qué es la integridad y por qué es algo que debe caracterizar nuestra vida al llamarnos cristianas.
Significado
La integridad se define como entero, completo, que no falta ninguna de sus partes. Que no está dividido interiormente. De una perfecta probidad, incorruptible. El Diccionario General de la Lengua Española lo define como: «Calidad de íntegro. Entereza moral». Dentro de la Teología Sistemática, a la falta de integridad se le llama: «iniquidad, es decir, que dicha palabra puede conllevar la idea de injusticia, fracaso en el cumplimiento del estándar de rectitud o falta de integridad, en otras palabras, pecado». Wow, ¿entonces quiere decir que la falta de integridad en mi vida puede traducirse como pecado? Sí, es correcto.
En la Biblia aparecen referencias a la integridad en un poco más de 30 ocasiones, y la palabra íntegro un poco más de 15 veces. Entonces, podemos decir que es algo que se espera de nosotras.
El diccionario teológico Beacon define la integridad de la siguiente manera: «Este vocablo viene del latín integer y quiere decir “entero”, “total”. Integridad significa rectitud moral y firmeza, especialmente cuando se expresa en situaciones que prueban la dedicación de uno a la verdad, honestidad, propósitos, responsabilidades y a la confianza puesta en uno».
Las palabras rectitud moral y firmeza que vienen en este diccionario, son las que más me llaman la atención y que definitivamente deben ser vistas en nosotras como mujeres creyentes, sobre todo cuando nos enfrentamos a las demandas de la vida y a las presiones sociales que pueden tocar nuestra puerta.
Dios demanda integridad de nosotras
Desde muy temprano en la historia del pueblo de Dios vemos que Él les decía cuáles eran las formas en las que debían servirle. «Ahora pues, teman al Señor y sírvanle con integridad y con fidelidad. Quiten los dioses que sus padres sirvieron al otro lado del Río y en Egipto, y sirvan al Señor» (Josué 24:14). El libro de los Salmos también tiene muchas referencias a la integridad. David escribe en el Salmo 15:2: «El que anda en integridad y obra justicia, y habla verdad en su corazón». Entonces, definitivamente, si hay algo que debe caracterizar a un creyente es la integridad, no solo en palabra, sino en acción.
Cuando nadie me ve… ahí también
En este mundo lo que siempre vamos a ver es el lado bueno de la gente, nadie nunca va a exponer su lado malo, el ser humano siempre buscará ser el héroe. Solo basta con que veas una película, si analizas al villano, te darás cuenta de que lo único que buscaba era ser querido o alabado, aunque eso conlleve destruir al mundo en el proceso. Por eso es fácil identificar al villano y al héroe en una película.
Cuando pensamos en integridad, por lo general pensamos en las cosas que se ven: la honra, el respeto a los demás, la corrección, responsabilidad, puntualidad, lealtad, pulcritud, y la lista sigue. Esas son cosas que los demás pueden ver, las cuales no están mal, al contrario, son cosas que deben verse en nuestras vidas, pero yo quiero concentrarme en dos en particular: congruencia y firmeza en las acciones que tomas.
Volvamos a leer el Salmo 119:80: «Sea íntegro mi corazón en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado».
Lo primero que veo aquí es un llamado a que mi corazón sea íntegro en los estatutos de Dios. Y en la Biblia el Señor nos habla en diferentes ocasiones que nuestro corazón es engañoso sobre todas las cosas, perverso, duro, necio, y muchas cosas más.
Entonces, si mi corazón no está anclado en la Palabra de Dios, si no filtro todo lo que hay en mi corazón con los estatutos o mandamientos del Señor, va a ser muy difícil para mí ser congruente con lo que digo creer vs. lo que hago. No puedo comprometer mis valores en las cosas que hago porque entonces no estoy siendo íntegra. La integridad va más allá de lucir íntegra. No es solamente procurar la honestidad, sino que mis motivaciones sean las correctas, porque ellas son las que mueven mi corazón y por ende mi voluntad.
Puedes llenar tus redes sociales de frases y cosas que luzcan que eres una persona íntegra, es decir, que no eres de doble ánimo, pero ¿qué de aquellos cercanos a ti? ¿Qué de tu familia? ¿Tus amigos? ¿Qué dice Dios de ti?
Del dicho al hecho
En los últimos años hemos visto una gran cantidad de personas de todos los ámbitos caer del pedestal en el que estaban: políticos, actores, cantantes y hasta líderes cristianos prominentes, personas que llevaban una doble vida y que de alguna manera u otra ha salido a la luz. Quizá pienses que tú no eres famosa o que nadie nunca va a descubrir algo de ti… pero se nos olvida tantas veces que más que el mundo o las personas que nos rodean se enteren, es Dios quien más debe importarnos. Se nos olvida que estamos delante de un Dios santo cuando venimos en oración con peticiones personales, como si Dios no supiera lo que estamos haciendo o dejando de hacer.
Hay tantas cosas en las que fallamos que quizá no nos damos cuenta o preferimos no darnos cuenta debido a que buscamos más la aprobación del mundo en lugar de la de Dios, y en nuestro deseo de «ser reconocidos o ser importantes», hacemos cosas que no son íntegras delante de Dios: mentimos para lucir bien, exageramos la realidad para lucir importantes, maximizamos los pecados de los demás para lucir más santos, culpamos a los demás para ser las víctimas, etc.
Sin darnos cuenta, en el proceso asesinamos el carácter de otra persona, muchas veces de un hermano que lleva la imagen de Dios al igual que yo, todo con el fin de nosotras lucir bien. Por eso, las palabras de ese Salmo hicieron eco en mi propio corazón y trajeron a mí un temor reverente sobre no olvidar que es delante de Dios que estoy en todo momento. Si no soy íntegra en mantener mis pies y mi corazón en los mandamientos de Dios, yo seré avergonzada.
Una cosa es que diga que soy íntegra y otra muy distinta es que realmente lo sea al momento de evaluar cómo están mis acciones siendo guiadas por lo que dice la Palabra de Dios, cómo están mis palabras y mis acciones siendo guiadas por mis motivaciones a la hora de hacer cualquier cosa.
Abraza los valores correctos
Estamos siendo bombardeadas constantemente de misiles de anti-valores, de cosas que no van acorde a la Palabra de Dios, de cosas que, si no estamos arraigadas en Su Palabra, nos llevarán por todo viento de doctrina que nos sople cerca. Preferimos lo que nos enseñan los influencers de las redes a seguir el ejemplo de Caleb, José, Daniel y sus amigos, y del ejemplo mayor que jamás tendremos: Jesucristo. Amamos más las luces del mundo, brillar y buscar tener nuestra propia plataforma, nuestro propio reino, que nos olvidamos de lo que somos llamadas a ser: siervas.
Debemos ser ejemplo para los que nos rodean; la integridad conlleva verdad en todo lo que hacemos, decimos, pensamos y decimos.
Ser íntegras es ser auténticas, no pretender lo que no somos. En el mundo de los filtros, sé tú misma, Dios te ha hecho maravillosamente perfecta porque fuiste creada a SU imagen y semejanza, eso en sí mismo ya debería ser suficiente para no aparentar, para no querer ser quienes no somos. No busques ser quien no eres, no busques el aplauso del mundo, busca el rostro de Dios y Su Palabra, y muestra al mundo la obra de Cristo en tu vida.
Ser íntegras es ser fieles, fieles a Dios, a Su Palabra, a Su llamado, obedecer donde Él te ha puesto. Ya sea que estés en la escuela, en la universidad o en tu trabajo, recuerda que eres una embajadora de Dios; tú hablas de Cristo más con tus acciones que con tus palabras, en la manera en la que vives, en la manera en la que tratas a los demás.
Si pasamos nuestras acciones y motivaciones por el filtro de la Palabra de Dios, ¿qué dirían ellas de nosotras? Que Dios nos ayude a vivir cada día arraigadas en Su Palabra, siendo fieles en obedecer Sus mandatos y buscando cada día más Su aprobación.
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