Esperando en uno de los embotellamientos caóticos de tráfico en mi país, mi corazón comenzó a palpitar rápidamente y mi respiración era cada vez más agitada. Tenía una sensación de desesperación, buscando cómo escapar del calor, las bocinas que tocan a todo pulmón y la espera interminable. Ese no era el lugar más calmado y de quietud, pero fue el mejor momento para hablar con mi Dios.
«¿Por qué te desesperas, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios».
-Salmos 42:5
Vivir bajo la presencia de Dios en ocasiones se convierte en rutinas preestablecidas (despertarme, hacer el devocional, orar, etc.), y a esto le sumamos que necesitamos espacios de quietud lejos del caos para tener tiempo con nuestro Señor. En los últimos meses Dios ha dado un giro de 180° al mundo cambiando lo que para muchos eran nuestras rutinas, hábitos o formas de hacer las cosas diariamente. Hemos aprendido a vivir bajo nuevos protocolos de salud y a reintegrarnos poco a poco a las actividades que solemos hacer diariamente.
«Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?». - Salmos 42:1-2
Particularmente, he aprendido que vivir bajo la presencia de Dios no presenta condiciones de tiempo o espacio determinado, sino un acto de constante relación y comunicación con el Señor. En el caos he aprendido a desbordar mis más profundas angustias delante del Señor, así como mis grandes anhelos. La quietud me ha enseñado a dedicar dulces tiempos para contarle más a mi Dios sobre lo que Él permite en mi vida y a solas conversar sobre aquello que Él está puliendo en mí. Un tiempo de agradecimiento, de arrepentimiento, de desbordar mi alma sobre Él, sin límite.
«¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Fuera de Ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre». -Salmos 73:25-26
He aprendido que necesito desesperadamente todo el tiempo de la Fuente de Vida. Por lo tanto, mientras me expongo a Su Palabra o a las rutinas del día, hablo con Dios con palabras, con canciones, en el silencio, con lágrimas, en el temor y aun en medio del gozo inexplicable.
«Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras». Salmos 73:28
¿Y tú? ¿Buscas estar a solas con Dios? ¿Planificas esos tiempos o a cada momento buscas estar en la presencia de Dios? ¿Lo buscas en la necesidad, en la aflicción o en el agradecimiento de algo que has recibido? ¿Lo buscas en los momentos cotidianos como en el camino al trabajo, en tu oficina, mientras lavas, doblas la ropa o preparas un almuerzo? ¿Realmente buscas hablar con Dios?
«Pon tu confianza en Él. No en personas o circunstancias o sueños o programas o planes, no en ninguna noción humana de lo que va a pasar o no, sino en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, de Daniel y todos los demás. El Dios cuyo Hijo fue a través de los valles más oscuros para que tú y yo pudiéramos ser salvos. Si alguien está dispuesto a dar su vida por ti, ¿confiarías en él? Por supuesto que sí. Jesús te amó en ese momento. Él te ama ahora. Él te va a estar amando cada minuto de cada hora de cada día del resto de tu vida, y no importa lo que pase, nada puede separarte de ese amor. Yo sé que es verdad. He encontrado un Refugio seguro y firme en mi Señor y Salvador, la única seguridad real, ¡los brazos eternos! He caminado con Dios por mucho tiempo. Yo sé que Él cumple sus promesas». -Elizabeth Elliot (Traducción tomada del libro Secure in the Everlasting Arms)
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