Lectura Bíblica: Lucas 1:39-56
¿Has querido actuar alguna vez en una obra de teatro para la escuela o quizás en tu iglesia? ¿Cuál papel querías representar? ¿Cómo te sentirías si te dijeran que necesitan que manejes las luces para que la audiencia pueda ver los actores principales? ¿Te sentirías desanimada? ¿Qué motivo sería suficiente para hacer ese trabajo?
En este capítulo de Lucas, Lucas ha estado demostrando cómo Dios estaba llevando a cabo Su plan de redención. Tanto María como Elisabet son parte de este plan cósmico de redención. En este pasaje, el Espíritu Santo impulsa a Elisabet a poner el foco sobre la gloria de Jesús.
El ángel le había dicho a María que Elisabet estaba embarazada y como ella cree sus palabras (v. 38), se apresura a visitar a Elisabet. Cuando María llega, saluda a Elisabet. Ese saludo impacta todos los eventos de este pasaje ya que cuando el saludo llega a Elisabet, el bebé salta dentro de ella y Elisabet es llena del Espíritu Santo. Esa llenura rebosa en todo lo que dice Elisabet, exaltando a Jesús de diferentes maneras.
Por un lado, Elisabet llama a María «bendita». En realidad, no había nada especial en María misma. Dios la había escogido para demostrarle Su gracia inmerecida (v. 30) y por el favor de Dios sobre ella, tenía el privilegio indecible de ser la madre del Hijo del Altísimo (v. 32). Es por esto que Elisabet, llena del Espíritu, le dice que ella es bendita. Es Jesús el que hace a María bendita.
El Espíritu también exalta a Jesús cuando Elisabet declara que el fruto del vientre de María es bendito (v. 42). Recuerda lo que el ángel le había revelado a María acerca de su bebé: Jesús sería grande, Dios le daría el trono de su padre David, reinaría sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendría fin (vv. 32-33). Este bebé realmente era digno de alabanza.
Otra forma en que el Espíritu exalta a Cristo es la forma en que Elisabet responde: con humildad y reverencia ante Jesús. Piensa por un momento: el bebé en el vientre de María era bien pequeñito, probablemente no tenía ni 3 meses de gestación. El Espíritu abre los ojos de nuestro corazón para que podamos ver realidades que no se ven con los ojos físicos. Por eso Elisabet reconoce abrumada que este bebé es su Señor y Dios y que ella es indigna de que María la visite (v. 43).
Igualmente, aunque ya Lucas mencionó que el bebé saltó en el vientre, el Espíritu Santo a través de Elisabet explica por qué. Desde antes de nacer, Juan estaba haciendo lo que el ángel profetizó que haría: preparar camino para el Señor (v. 17). Juan, lleno del Espíritu, saltó de gozo milagrosamente cuando escuchó el saludo de María entrando a la casa de Zacarías. ¡Hasta un bebé aún sin haber nacido se regocijó en el Señor!
Finalmente, el Espíritu inspira a Elisabet a decir que María, a diferencia de Zacarías, creyó la palabra del Señor. Ella respondió con sumisión a lo que el ángel había dicho acerca de ella. El Espíritu de Dios capacitó a María para dar su cuerpo y su vida para que Dios llevará a cabo Su plan de redención en Cristo Jesús (v. 35).
Al Espíritu Santo le encanta glorificar a Cristo, revelarnos Su belleza y hacer que nuestros corazones rebosen de alegría en Su presencia. Si has puesto tu fe en Jesús, al igual que Elisabet y María, Él te ha escogido para mostrar de algún modo la gloria de Su plan de redención. No eres la actriz principal. El Espíritu te da el poder para hacer lo que Él hace continuamente. Él te fortalece para que trabajes con gozo detrás de la escena reflejando la gloria del Actor Principal de la obra cósmica de redención.
Reflexiona
- ¿De qué modo te está llamando Dios a usar tu vida para llevar a cabo Su plan?
- ¿Confías en que Su Espíritu dentro de ti te capacitará para darlo todo para Él?
- Como mujer, ¿cómo puedes ser un reflejo de la belleza de su carácter?
Ora
- Si tu corazón responde con amor cuando lees sobre la gloria de Cristo, alaba a Dios por la manera en que su Espíritu te ha revelado la belleza de Jesús.
- Si no eres creyente o estás pasando por un tiempo de indiferencia espiritual, pídele al Espíritu que haga en ti lo que Él se deleita en hacer: darte ojos para ver el esplendor de Jesús, y un corazón que lo ama.
- Dale gracias a Dios por la obra del Espíritu y pídele que te avive para ser usada para Su gloria.
- Canta para la gloria de Aquel que hoy reina en los cielos y que volverá triunfante desde los cielos a establecer su reino sin fin.
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