Faltaban menos de tres semanas para el día de mi boda. Me era difícil esperar para finalmente casarme con el hombre a quien ya le había prometido mi vida y mi amor. Mis anhelos por el matrimonio, la intimidad y un compañero para toda la vida finalmente se habían vuelto realidad. Mientras los días se acercaban, mi amor por Zack crecía más profundamente. Anhelaba el momento en el cual sería verdaderamente suya. Anhelaba compartir todo lo mío con todo lo de él. No podía esperar para, finalmente, convertirnos en uno.
Ya sea que estés soltera o casada, probablemente has sentido ese mismo deseo profundo por compañía, unidad e intimidad. A lo mejor has sentido ese anhelo interior de ser completamente conocida, apreciada y profundamente amada por alguien más. Desde el momento en el que tus deseos sexuales se despertaron, quizá también has sentido un deseo intenso de plenitud y satisfacción sexual.
¿Qué pasaría si te dijera que tus deseos y anhelos sexuales en realidad tienen un inmenso significado espiritual? ¿Qué pasaría si te dijera que tu impulso sexual en realidad fue diseñado para guiarte hacia una relación espiritual más profunda? Quizá me mirarías como si estuviera loca, ¿verdad? Bueno, aunque suene así de loco (y estoy de acuerdo contigo en eso), esa es la realidad.
Dios tenía un plan increíble y un propósito en mente cuando creó tu diseño sexual. Desde los primeros humanos (Adán y Eva) hasta ahora, la sexualidad no ha sido un acto de creación al azar. Fue una parte intencional e integral de la misión más grande de Dios. Todo lo que tiene que ver con tu diseño sexual (desde tu impulso sexual, anhelos internos, deseo por intimidad e inclinación hacia el matrimonio) te fueron dados por Dios para finalmente guiarte hacia Él.
La sexualidad fue diseñada para ser una metáfora terrenal de una realidad espiritual más grande.
Cuando Dios creó al primer hombre y a la primera mujer en Génesis 1 y 2, Él los creó como seres sexuales y los puso en una relación el uno con el otro. Luego, Él santificó su relación al unirlos como marido y mujer, comprometiéndolos de por vida en el pacto matrimonial. Esta sagrada relación no era una relación ordinaria, sino que fue diseñada para ser una unión permanente, una unión para toda la vida. Un pacto fue diseñado para ser más fuerte que un contrato o un acuerdo. Es una palabra poderosa que en esencia significa «una promesa que no puede ser rota.»
El matrimonio fue diseñado por Dios para ser una imagen terrenal de cómo debe lucir una promesa de amor permanente e inquebrantable. Después que el pacto fue establecido, Dios entonces (y sólo entonces) bendijo el primer matrimonio poniendo el íntimo acto sexual dentro de esta relación sagrada (Génesis 2:24-25). Dentro del pacto matrimonial, al esposo y a la esposa les fue dado, entonces, el acto más íntimo físicamente para disfrutarse mutuamente como una celebración de su unión de por vida.
Pero no sólo se quedó allí.
Como ya vimos, el matrimonio y el sexo fueron diseñados por Dios como representaciones físicas del increíble amor y compromiso que Él tiene por sus hijos.
Si miras con atención las Escrituras, podrás ver cómo esta bella imagen comienza a desarrollarse. Dios no es como cualquier otro dios, es el Dios que ama a su pueblo celosamente y permanentemente. Él es el Dios que hace promesas de pacto hacia su propio pueblo. Desde los tiempos de Noé, Abraham, Moisés y David, Dios hizo promesas de pacto a cada uno de estos hombres y a sus descendientes.
Él prometió amarlos sin importar lo que pasara.
Sin embargo, estas relaciones de pacto del Antiguo Testamento eran solamente figuras que apuntaban hacia la mayor promesa de pacto que vendría a través de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Dios ama a sus hijos de tal manera que Él envió a su Hijo a morir en nuestro lugar y nos ofrece una relación de pacto con Él, si aceptamos a Jesús como nuestro Salvador personal. Él nos ama tanto que está dispuesto a entrar en una relación permanente y eterna con nosotros que nunca podrá ser cortada.
Dios creó el matrimonio para ser una imagen terrenal del pacto de amor que Él tiene por sus hijos; pero eso no es todo. Falta lo más increíble. La intimidad sexual fue creada dentro del pacto para enseñarnos sobre la relación íntima y personal que Dios quiere tener con cada uno de sus hijos. Él no es un gobernante distante cuyo primer deseo es poder y lealtad. Él es un Dios íntimo que quiere conocer y amar a sus hijos como un Padre.
Como digo en mi libro Sex, Purity, and the Longings of a Girl’s Heart:
«Dios usa una palabra específica en el idioma hebreo en toda la Biblia para ayudarnos a entender su amor íntimo por nosotros. La palabra es yada. En hebreo, la palabra yada literalmente significa ‘conocer profundamente o íntimamente’. ‘La palabra yada aparece en el Antiguo Testamento más de 940 veces… y es usada frecuentemente para describir intimidad con Dios (la suya con nosotros y la nuestra con Él)’. Dios intencionalmente usa la palabra yada para ayudarnos a ver que Él desea un estado de conocimiento íntimo con nosotros. Él no quiere una relación casual o a nivel superficial. Esa no es la razón por las que nos creó. Él quiere yada con nosotros y que nosotros yada con Él. Dios nos creó para este propósito: conocerle y tener una relación profunda y satisfactoria con Él».
Aquí está lo más extraordinario: la misma palabra hebrea, yada, que es usada para describir el profundo amor de Dios por su pueblo, es también la misma palabra hebrea que es utilizada para describir el acto sexual físico entre marido y mujer. Échale un vistazo a esto:
«Y el hombre conoció [yada] a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido varón con la ayuda del Señor». Gn. 4:1
«Y conoció [yada] Caín a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc (…)». Gn. 4:17a.
El sexo es el acto más íntimo que cualquier ser humano puede compartir. Es por eso que Dios decidió intencionalmente describir el sexo dentro del matrimonio como yada; es decir, ser profundamente conocido. La misma palabra hebrea es intencionalmente usada por Dios para describir el mismo nivel de intimidad que Él desea tener con sus hijos. El sexo es una metáfora terrenal del amor íntimo de Dios. Mira estos versículos:
«Sabed [yada] que Él, el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado». Sal. 100:3
«Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido [yada] (...). Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe [yada] muy bien». Sal. 129:1,13,14
Así como un esposo y una esposa fueron creados para amarse y conocerse mutuamente al nivel más profundo posible, Dios nos ama con ese mismo poderoso amor. Él quiere conocernos. Quiere que le conozcamos. De hecho, nos diseñó para ser completamente conocidos y amados por Él. Dios nos creó para que encontráramos la máxima satisfacción en una relación de pacto con Él mismo.
Aunque el matrimonio y el sexo son increíbles, estas metáforas físicas no son lo principal. Fueron creadas por Dios para darnos una imagen terrenal de cómo luce su amor poderoso e íntimo hacia nosotros. El matrimonio y el sexo nunca tuvieron como principal propósito satisfacernos. Fueron diseñados para apuntarnos hacia arriba, hacia el Único que puede satisfacer nuestras almas completamente. En lugar de atascarnos en estas metáforas terrenales, necesitamos mirar más allá de estos dones físicos y permitirles que nos apunten hacia el Dios que los creó.
Chica, fuiste creada para una verdadera intimidad. Ya sea que estés soltera o casada, tus deseos sexuales no fueron creados para ser la verdadera fuente de realización en tu vida. Tus deseos sexuales fueron diseñados para dirigirte hacia la única relación que verdaderamente satisface tu alma. Tú fuiste creada por un Dios increíble que te ama y quiere estar en una relación íntima de pacto contigo. Él quiere conocerte (yada) y amarte de la manera más profunda y plena que ningún ser humano alcanzaría a demostrar.
Su amor de pacto es lo que nuestras almas verdaderamente necesitan.
Mientras hoy experimentas anhelos y deseos sexuales en tu vida, oro para que estos te recuerden que fuiste hecha para algo más grande, para Alguien más grande. Que tus anhelos sexuales sean un recordatorio constante que no fuiste creada para estar sola, sino para encontrar satisfacción en una relación íntima con el Dios que te creó.
Solo cuando tu alma encuentra reposo en el amor de tu Salvador, serás capaz de disfrutar y apreciar los regalos terrenales del matrimonio y del sexo como Dios lo diseñó. Solo entonces, estas maravillosas bendiciones físicas se convertirán en una celebración genuina para lo cual Dios las creó.
¡Me encantaría escuchar de ustedes, acá abajo!
- ¿Cómo la palabra yada cambió tu perspectiva del sexo y de Dios?
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