Expectativas rotas, fe fortalecida: descubriendo la bondad de Dios en la espera

Escritora invitada: Sofía Nuñez

¿Está Dios siendo indiferente cuando no responde nuestras oraciones como nosotras esperábamos? ¿Aun cuando son anhelos y peticiones buenas? ¿Será que no nos escucha?

«Expectativas incumplidas», no sé si a ti, pero a mí se me hace un nudo en el estómago al leer esas dos palabras juntas. Es de esos temas que nos cuesta escuchar porque naturalmente huimos de la idea de que las cosas pueden no salir como nosotras queremos … pero sí pasa ¿verdad?

Puede ser que ahora mismo estés pasado por algo así o puedes recordar alguna situación que hayas vivido como: no entrar en la escuela que querías, no lograr clasificar para aquello que tanto te estuviste preparando, perder amistades, orar por algún familiar e invitarlo a la iglesia y ver que no responde.

¿Cuál es tu reacción cuando algo que tanto anhelas no pasa? ¿Cómo enfrentas esa decepción?

Lamentablemente, de este lado de la eternidad, muchas de nuestras expectativas no serán cumplidas; y cuando eso pase, tendremos dos opciones: nos llenamos de dolor, enojo y amargura mientras luchamos (puede ser incluso durante años) queriendo tomar el control de la situación para lograr nuestro objetivo o nos sometemos humildemente a la voluntad de nuestro buen Dios mientras confiamos en Él.

La segunda opción suena muy bonita y leerlo es fácil … pero ¿cómo lo logramos?

  1. Examinando nuestro corazón.

Querida joven, yo también he estado sentada en tu lugar muchas veces, entiendo el dolor y lo perdida que te puedes sentir. «¿Por qué Dios estará permitiendo esto?» te podrás preguntar, pero antes de continuar me gustaría recordarte algo que yo misma me tengo que recordar … nuestro corazón es engañoso.

Cuando ves que algo que tanto anhelas no se cumple, es normal que te sientas triste o decepcionada, eso no es malo por un momento, el problema está cuando dejamos que eso se convierta en amargura y envidia en nuestro corazón y comenzamos a reclamar al Señor porque creemos que tenemos el derecho de recibir todo aquello que pedimos. Puede que no lo expresemos en palabras, pero nuestros hechos revelan orgullo en nuestro corazón.

Santiago nos dice: «Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres» (Stg. 4:3).No estoy diciendo que estás pidiendo mal y que por eso no recibiste lo que deseabas, lo que trato de decir es que debemos tener corazones humildes que reconocen que pueden ser engañados.

No hay lugar más seguro que con nuestro Señor; podemos venir a Él y pedirle que examine nuestros corazones como el salmista: «Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno» (Sal. 139:23-24).

Podemos ir a nuestro Señor con confianza y humildad pidiéndole que nos examine, que nos ayude a ver si nuestros deseos son egoístas o si nuestra respuesta a Su voluntad no es orgullosa. Él no nos negará Su ayuda (Stg. 4:6)

  1. Descansa en Su soberanía.

«También en Él hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad». -Efesios 1:11

«Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos». -Salmo 135:6

Toda la Biblia nos revela que tenemos un Dios justo, bueno, perfecto, sabio, santo, misericordioso y soberano. Él gobierna sobre toda Su creación y lo hace de forma perfecta y justa. Nada pasa en este universo sin que Él lo haya decretado.

Puedes confiar en Su voluntad soberana. Dios no es como tú y como yo, Él no tiene errores. No te agotes dándole vueltas en tu cabeza a todos los posibles escenarios o cosas que debiste haber hecho mejor pensando que te equivocaste y que por eso las cosas no salen como tu esperabas. ¡Él es soberano!

Nuestro Dios tiene el poder y la sabiduría para usar o remediar aun nuestros errores (o los de los demás) para nuestro bien.

Cuando enfrentes una situación que no te guste o que no es lo que tú esperabas, por más difícil que sea, puedes descansar en que el Dios que es totalmente sabio y justo está en control… tú y yo no, pero Él sí.

  1. Confiando en la bondad de nuestro Dios.

«¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?». -Mateo 7:9-11

Alguna vez leí a una autora decir que ese «no» de parte del Señor no es una serpiente ni una piedra… es parte de esas buenas dádivas que Él nos da. ¿Por qué? Porque Él da buenas cosas a los que le piden. 

Cuando el Señor nos niega algo, no lo hace porque sea malo o porque no nos escuche, tampoco porque no le importen nuestros anhelos y deseos; lo hace porque Él es bueno y porque sabe que nuestro bien mayor es ser conformados a la imagen de su Hijo y eso a veces va a requerir enseñarnos a someternos a Su voluntad mientras confiamos en Él como Cristo mismo lo hizo.

«El Señor es bueno para con todos, y su compasión, sobre todas Sus obras…

 Justo es el Señor en todos Sus caminos, y bondadoso en todos Sus hechos». -Salmo 145:9, 17

En medio de la situación que estés viviendo, te animo a que vayas al Señor y le confieses cómo te sientes, pídele que examine tu corazón y que te muestre si hay pecado, que incline tu corazón a humillarse y reconocer Su soberanía para que puedas aprender a descansar en ella y, por último, pídele que te permita ser consciente de la dulzura de Su inmensa bondad para contigo.

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