En los años en que Dios me ha bendecido trabajando con personas y ministrando a otras mujeres, he visto al enemigo derrotando a los creyentes y robándoles el gozo con vergüenza y culpa. El maligno es un maestro en engañar a las personas, incluso a los hijos de Dios, para que crean que Dios no puede perdonarlos y que siempre serán definidos por lo que hicieron en el pasado.
No puedo decir cuántas veces he escuchado decir a las mujeres:
No puedo ser usada por Dios porque _________.
Sé que pensarán que estoy loca si les digo que hice _______.
No puedo servir en la iglesia. ¿No sabes que yo era _______?
No puedo pedir ayuda porque ____________.
No puedo tener gozo porque hice _______________.
No puedo enseñar sobre Jesús si saben que yo _______________.
¡Es difícil vivir como redimida cuando sigues olvidando que eres redimida!
La Biblia realmente dice: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas». (2 Corintios 5:17)
Pero el enemigo no quiere que creas eso... ¡Y él ciertamente no quiere que vivas como si lo creyeras!
Cuidado con las mentiras del acusador
En Apocalipsis 12:10, a Satanás se le llama el «acusador de nuestros hermanos». ¿Sabes que «Satanás» en hebreo significa «acusador»?
Presta atención a las acusaciones que oyes sobre ti misma. A menudo son un ataque para evitar que hagas todo lo que Dios quiere hacer a través de ti y para que no vivas libre de culpa y de vergüenza.
El acusador quiere robarnos el gozo, la paz y el contentamiento. Él es quien nos recuerda el pecado que Dios ya ha perdonado. Satanás quiere que creamos que la sangre de Jesús no es suficiente para eliminar ese pecado y vergüenza de nuestras vidas.
¡Qué mentiroso!
Sé que es un mentiroso porque me ha mentido. Al igual que cualquier otro tema sobre el que Dios me ha permitido escribir o hablar, este también lo he experimentado personalmente. ¿Puedo simplemente decirles que he estado en ese lugar en que crees las mentiras de Satanás, y que no es un lugar para quedarse?
Tal vez no eres como yo. Tal vez no tienes grandes cosas de que arrepentirte. Sin embargo, yo sí. No puedo decirte cuántas horas he estado despierta por la noche con un dolor en el estómago por algo que he dicho o hecho.
¿Alguien más?
¿Y qué hay de esas cosas realmente malas que hemos hecho? ¿Esas cosas que han lastimado tan horriblemente a otros y tienen consecuencias que no podemos reparar? ¿Cómo podemos vivir con una vergüenza y un remordimiento tan profundo que no nos atrevemos a contárselo a nadie?
¿Qué hay de esos pecados que todos conocen? ¿Qué pasa cuando ni siquiera es posible pedir perdón a quien hemos lastimado? ¿Entonces qué? ¿Cómo podemos librarnos de esa asfixiante y pesada carga, y vivir una vida abundante? ¿Es posible?
Es posible, pero solo a la luz de la cruz.
Como está de lejos el oriente del occidente
Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande su misericordia para los que le temen. Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones. Sal 103:11-12
«Como está de lejos el oriente del occidente». He leído esas palabras, ¡pero cuanto he luchado para aplicarlas a mi propia vida!
¿Por qué parece tan fácil decirle a los demás que Dios los ha perdonado y a veces nos cuesta tanto aceptarlo?
Durante muchos años, hablé y di mi testimonio, y algunas personas se me acercaron y me contaron cómo las alentó. Luego me subía a mi auto y quería vomitar porque recordaba mis pecados pasados. Sabía que esas mujeres en la audiencia realmente no sabían todo sobre mí, y mucho menos sabían que le había dicho a mi mejor amigo —mi dulce, alto, moreno y guapo esposo, convertido en un patético adicto a las drogas— que lo odiaba, solo unos días antes de que se suicidara.
Durante años, no se lo dije a nadie. Durante años, le había suplicado a Dios que Rick recordara mis palabras de amor la última mañana que lo vi y no mis horribles palabras la noche anterior. Muchas veces fui a su tumba y mojé el césped con mis lágrimas. No podía tomar esas palabras de vuelta. Rogué a Dios que de alguna manera le dijera a Rick que lo sentía mucho, y oré para que Dios me perdonara. Sin embargo, durante años no acepté el perdón de Dios, y la horrible escena se repitió una y otra vez en mi cabeza como una película de terror.
Entonces, un día, el Espíritu Santo me ayudó a darme cuenta de que no era Dios quien quería recordarme esas palabras hirientes, era el enemigo que quería ahogarme de vergüenza y hacerme sentir indigna de contarles a otras sobre la historia de la bondad de Dios en mi vida.
Esto lo sé: sin Dios, no soy más que un montón de lágrimas y remordimientos, pero a causa de la cruz, soy perdonada. Completamente, ¡perdonada para siempre!
A medida que sigo a Dios diariamente y busco Su Verdad, puedo defenderme de las mentiras del enemigo y seguir caminando en libertad. No soy perfecta y nunca lo seré, pero a causa de Jesús, mis pecados (los viejos y los nuevos) se eliminan como está de lejos el oriente del occidente (Sal. 103: 12).
Busco vivir mi vida todos los días como Él quiere que lo haga, no porque pueda ser lo suficientemente buena, sino porque Él es el que conoce todas las respuestas, no comete errores y ama perfectamente a la pecadora que soy. Lo hizo todo. Su sangre es suficiente. Él es mi todo. Y Él provee libertad sobre mi pecado, culpa y arrepentimiento.
Agradecida por la gracia
¡Esas verdades que son ciertas para mí también lo son para ti!
No has vencido la capacidad de Dios para perdonarte, y la vergüenza nunca es un lugar donde nuestro Padre quiere que vivas.
Si hay alguien que necesita escuchar tus disculpas, ve a ellos. Sin embargo, si eso ya no es posible, díselo a tu Padre y acepta el perdón que Él ofrece. Recuerda, el perdón de Dios es completo y para siempre, y Él no lo trae de vuelta y te lo recuerda. (Esa es la voz de nuestro enemigo acusador, ¡no de Dios!)
Y, por supuesto, ¡no le permitas al enemigo la satisfacción de mantenerte derrotada y de evitar que sirvas a Dios! En vez de eso, agradece eternamente la gracia que has recibido, sé intencional en alabar a tu Padre cada vez que te acuerdes de ello... y servirle!
Y considera esto: aunque el enemigo te haya derribado, aunque hayas cooperado con él en el pecado, como Pedro, cuando te levantes (sí, levántate!), fortalece a tus hermanos (Lucas 22:31–32).
Te dejo con esto: tengo dos amigas. Una se practicó un aborto y la otra tuvo dos hijos fuera del matrimonio. Estas dos mujeres están sirviendo en la línea de batalla del movimiento pro-vida con una autenticidad tremenda y una efectividad asombrosa. Estoy segura de que el acusador querría haberlas mantenido derrotadas, por su vergüenza y culpa. En cambio, están caminando en libertad y están siendo utilizadas por el Rey para liberar a los cautivos y salvar vidas de los no nacidos, como pocas que he conocido.
Solo me pregunto... ¿qué quiso usar el enemigo para mal en tu vida que Dios ciertamente quiere usarlo para bien? (Gn. 50:20) ¡Oh, amiga, no hay nada imposible para Él! (Mateo 19:26)
Recuerda, ninguna de nosotras es perfecta. ¡Por eso necesitamos un Salvador! En las palabras de Martín Lutero, «todos somos meros mendigos mostrando a otros mendigos dónde encontrar pan».
Entonces, ¡vamos a mostrarles!
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