Es un hecho científico que los humanos siempre estamos hablando con nosotros mismos. (Los científicos llaman a esto «diálogo interno»). Hablamos más con nosotros mismos de lo que hablamos con alguien más. A veces somos nuestras propias animadoras, nos convencemos de hacer algo difícil. Otras veces, la conversación que tiene lugar en nuestra cabeza es negativa y destructiva. Nos miramos en el espejo y nos decimos a nosotras mismas que somos gordas, feas o bajas, o tontas, o lo que sea, y desviamos la mirada cuando vemos nuestro reflejo en el espejo.
En las Escrituras, podemos encontrar ejemplos de lo que me gusta llamar «auto discurso santificado». El Salmo 103 es un excelente ejemplo de esto. No sé cuándo escribió David este salmo; si mientras temía y corría por su vida del Rey Saúl o cuando estaba solo en una colina tranquila cuidando sus ovejas. De cualquier forma, David está experimentando lo que Paul Tripp llama «amnesia evangélica».
Como todos nosotros, a veces, David pierde de vista la gracia y la misericordia que se encuentran en Cristo y necesita un recordatorio del amor y de la esperanza del Señor. Entonces instruye a su alma a «bendecir al SEÑOR», para recordar intencionalmente cómo Dios le ha provisto, lo ha perdonado, lo ha redimido y lo ha satisfecho (vv. 1-5). David está hablando de Dios, pero está hablando solo.
En los días en que te sientes desanimada o sola, ¿qué te dices a ti misma? ¿Organizas una elaborada fiesta de lástima, invitando a la inseguridad, la envidia, la depresión y la ira a unirse? ¿Te ves a ti misma en términos de éxito y fracaso, como por ejemplo, te sientes bien contigo misma cuando apruebas un examen, pero te odias cuando te avergüenzas frente a un chico guapo en la escuela?
Cuando te encuentras como David mirando hacia abajo en un espiral de autodialogo destructivo, ¿qué deberías hacer? ¿Qué deberías decirte a ti misma? Aquí hay tres ideas.
1. Reconoce y huye del dialogo interno destructivo
Lo que habitualmente te dices a tí misma da forma a tus creencias, actitudes y patrones de respuesta. Esto significa que las conversaciones que tengas contigo misma deben ser filtradas por la Palabra de Dios.
Una forma práctica de evaluar tu conversación interna es tomarte una semana y dedicar unos minutos cada día para escribir tus pensamientos con honestidad. Si lo que encuentras no está alineado con la Palabra de Dios (pasando por Filipenses 4: 8, por ejemplo, es una gran manera de hacerlo), arrepiéntete y pide perdón.
2. Deja de escuchar; empieza a hablar
El Dr. Martyn Lloyd-Jones dijo una vez: «La mayor parte de tu infelicidad en la vida se debe al hecho de que te estás escuchando a ti mismo en lugar de hablar contigo mismo». En lugar de dejar que los pensamientos negativos corran desenfrenados, reemplázalos con verdades del evangelio considerando todo lo que es tuyo en Cristo Jesús.
Si crees en la obra de salvación de Jesús y has entregado tu vida a Dios, eres una hija adoptiva de Dios y heredera con su Hijo, Jesús. Eso significa que eres una hija del Rey, elegida, perdonada, rescatada y santificada, y «¡toda bendición espiritual en los lugares celestiales» es TUYA! Para obtener una lista de algunas de estas «bendiciones espirituales», comienza con Efesios 1: 3-14.
3. ¡Recuérdate una y otra vez (y otra)!
En el Salmo 103, David se recuerda a si mismo una y otra vez las características variadas e inmutables de Dios. Particularmente nota el amor constante de Dios (o infalible), repitiéndolo cuatro veces en el pasaje. David hace esto como un mecanismo de defensa contra el miedo, la depresión y la incredulidad. Al usar este mismo modelo en el Salmo 103, puedes:
- Evitar la «amnesia evangélica» al recordar la fidelidad de Dios (vv. 1-5).
- Superar el desaliento al recordar la misericordia de Dios (vv. 6-7).
- Encontrar la libertad de la culpa al saber que Dios ha eliminado tus pecados «tan lejos como el este del oeste» (vv. 8-13).
- Conquistar los sentimientos de fracaso o ansiedad al reconocer que Cristo ya ha logrado todo por ti y que gobierna sobre todo (vv. 14-19).
Si no estás llenando tu mente con la verdad, un patrón de pensamiento negativo se infiltrará en tu mente, dando paso al miedo, al resentimiento, al orgullo y al odio hacia ti misma. Mírate honestamente a ti misma. Reconoce el pecado que ves. Pero luego lleva ese pecado a Jesús, aferrándote a su promesa de gracia y misericordia.
Si pudiéramos ver la transcripción de tu «conversación interna», ¿sería en su mayoría positiva o negativa? ¿En cuál rasgo de carácter de Dios puedes enfocarte al hablarte a ti misma en esta semana?
PD: Gran parte de lo que he compartido aquí proviene de este sermón de mi pastor, Brian G. Hedges.
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