Cuando pienso en problemas con papás, dos nombres vienen a mi mente – Steve y Janet. No, no son mi papá y mi mamá, al menos no biológicamente. Steve es mi padrastro y Janet es mi madrastra. Por muchos de mis años de adolescencia mi relación con ellos fue tumultuosa, en el mejor de los casos.
Mis papás se divorciaron cuando yo tenía 10 años. Mi mamá se volvió a casar cuando tenía 13. Mi papá se volvió a casar cuando tenía 16. En entre estas dos bodas acepté a Cristo como mi Salvador. Tuve una buena cantidad de dificultades con mi mamá y papá durante esos años (al igual que durante el principio de mi vida adulta), pero mi relación con mis padrastros era excepcionalmente difícil.
Mi actitud hacia mis padrastros puede resumirse en una sola frase – titulada rebelión. Yo no escogí ser hija de divorcio, y desde luego que no escogí de pronto tener nuevos padres en mi adolescencia. Yo pensaba que eso me daba el derecho de actuar como yo quisiera hacia mi padrastro y madrastra. Estoy segura que grité, “Tú no eres mi mamá” y “Tú no eres mi papá” más de una vez. Lo pensaba constantemente. La verdad es que estos adultos no eran mis padres biológicos, pero eso no quería decir que no tenían el derecho de educarme o que yo tenía el derecho a faltar el respeto a su autoridad.
Te digo esto porque algunas de ustedes están en el mismo barco. Las estadísticas varían, pero la mayoría estima que 50% de los matrimonios terminan en divorcio y un 75% de personas divorciadas se vuelven a casar. El resultado de esos números son muchos niños heridos quienes luchan por recoger las piezas del divorcio de sus padres, especialmente después de que sus padres han seguido adelante en otro matrimonio.
Sí allí es donde te encuentras, querida niña, me siento obligada a ofrecerte esperanza. Dios ha sanado completamente las heridas que dejaron el divorcio de mis padres. Como resultado, ahora tengo una relación sana y amorosa con todos mis padres, incluyendo mis padrastros. Esto también es posible para ti.
Romanos 8:28 promete, “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”.
Una familia destruida no es el plan de Dios para tu vida, pero Él puede redimirla. Puede ser difícil de imaginar, pero Dios puede cambiar tu corazón y el corazón de tus papas y padrastros para que puedan vivir en paz unos con otros. Yo sé que tener padrastros puede ser doloroso y confuso, pero no tiene que ser así siempre.
También espero que aprendas de mis errores. La verdad es que, nunca se me dio el derecho para rebelarme contra mis padrastros. Como creyentes, Dios nos llama a respetar nuestras autoridades, ya sea que se les haya dado autoridad bajo circunstancias ideales o no. Y la Biblia nos llama a tratar a todos con amor (Mateo 22:39), humildad (Filipenses 2:3) y respeto (Romanos 13:7). Si tuviera la oportunidad de volver a hacerlo todo otra vez, la tomaría. Ciertamente cambiaría esos años de rebelión y enojo contra ellos por una actitud que glorificara mejor a Cristo.
Quiero que sepan que yo sé que ser parte de una familia mezclada es muy, muy difícil. He estado donde tú estás, y sé lo difícil que es.
Dios lo sabe, también.
Salmo 33: 13-15 dice, “El Señor mira desde los cielos; Él ve a todos los hijos de los hombres. Desde el lugar de su morada Él observa a todos los habitantes de la tierra; El, que modela el corazón de cada uno de ellos; Él, que todas las obras de ellos entiende”.
Él ve tu situación. Él formó tu corazón y lo conoce bien. El dolor y confusión que pueden acompañar el formar parte de una familia mezclada no se le escapa.
Mi pregunta para ti es, ¿confiarás en Su verdad? ¿Confiaras que aun en medio del dolor, enojo o frustración que ahora sientes como resultado del divorcio de tus padres y segundas nupcias que el estándar de Dios para tu actitud y comportamientos es lo que es mejor? ¿Crees que Él puede tomar tu situación actual y redimirla para bien y para Su gloria? Estoy orando que la respuesta sea sí.
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