Encuentra la voluntad de Dios más allá de las expectativas del mundo

¿Quién no ha sentido el dolor por no cumplir con las muchas expectativas que el mundo tiene sobre nosotras? ¿Alguna vez has escuchado a alguien desbordarse en palabras hablando de lo hermosa que es aquella persona para después guardar un silencio sepulcral cuando hablan de ti? 

Yo sí, estaba en la secundaria, justo en la edad en la que tendemos a sentirnos más inseguras. Recuerdo que solo intenté sonreír para ocultar que mis ojos se llenaban de lágrimas; me sentía profundamente herida aun cuando no me habían dicho nada directamente, entendí a lo que se referían y las personas a mi alrededor también. Si alguna vez te ha pasado algo así o algo parecido, sabes a qué me refiero.

La sociedad nos susurra que para tener «valor» o ser dignas de ser admiradas debemos cumplir con una interminable lista de cualidades físicas, sociales y emocionales, y estoy segura de que rápidamente puedes pensar en una gran lista que incluya un cutis sin imperfecciones, una pequeña cintura, un novio que te presume en redes como la mejor mujer en el universo o una personalidad fuerte que no necesita de nadie, entre muchísimas cosas más. Y ¿sabes qué? Esa lista crece y cambia constantemente conforme nosotras crecemos. ¿Bastante abrumador, verdad? 

Si desesperadamente buscamos cumplir con esas expectativas, las cuales cambian, muy pronto nos sentiremos insuficientes y ese dolor puede llevarnos a vivir una vida con amargura. 

Al contarte esto o hacerte recordar experiencias similares en tu vida, no tengo la intención de provocar amargura en tu corazón o que juntas nos unamos como víctimas teniendo envidia y enojo para con aquellas que sí parecen alcanzar todos esos estándares. Tampoco que ignoremos lo abrumadas, insuficientes o tristes que nos podemos sentir al respecto, sino más bien que juntas podamos detenernos y ver más allá de la perspectiva del mundo al enfocarnos en lo que nuestro buen y sabio Creador ha dicho.

Para comenzar, me gustaría que pudieras meditar en lo siguiente: fuiste pensada y creada con detalle por un Dios cercano.

El color y la forma de tu cabello, tus ojos, la forma de tu nariz, tu voz, el largo de tus piernas, toda tu personalidad y hasta tu risa fue diseñado por Dios.

«Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de Ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en Tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos». -Salmo 139:13-16

 ¿Puedes ver la cercanía con la que el salmista describe al Señor formándonos? El Dios grande que creó las galaxias y el mundo se involucró personalmente para formarte a ti a Su imagen y semejanza. Las cosas que puedes ver a simple vista y las que no, como todas las células y órganos de tu cuerpo, y sí… también lo que no te gusta de ti. 

Recuerdo una ocasión en la que mi mamá me platicó sobre sus inseguridades y de cómo el Señor la había ayudado a tener contentamiento en como Él la había creado. Me habló de lo sencillo que es arreglar las cosas de manera superficial, pero junto con mi papá me enseñó que el verdadero problema está en nuestro corazón. Podemos hacer cambios externos, pero si no ponemos atención en el pecado de falta de contentamiento en nuestro corazón, nunca estaremos satisfechas; aunque ya hayamos «corregido» una cosa, pronto veremos alguna otra y seguiremos en ese círculo interminable, pues la raíz del problema es nuestro corazón.

Tal vez tú creciste en una familia que constantemente expone y se burla de esas cosas en las que eres vulnerable, ya sea en lo físico o en tu personalidad o situación de vida, y no estoy tratando de minimizar eso; lo que quiero decirte es que cuando esas cosas sucedan, puedas recordar que sin importar lo que otros digan, puedes aferrarte a la verdad de que para Dios tu vida es tan valiosa que personalmente se involucró en tu creación pues eres un reflejo de Su gloria. Él, como tu Creador, es perfectamente capaz de sanar esas heridas.

Re-Enfocando nuestra mirada en la voluntad de nuestro Dios

¿Cómo encontramos la voluntad de Dios en medio de todo esto?

Su voluntad va mucho más allá de cómo nos vea el mundo o cómo nos veamos a nosotras mismas: Su voluntad es que creamos en Su Hijo (Jn. 6:40), seamos conformadas a la imagen de Cristo (Ro. 8:29) y seamos santificadas (1 Tes. 4:3). 

Su voluntad es que creas en Su Hijo para que seas salva por Él, que Su justicia sea tu justicia, que por medio de Él seas adoptada y tengas acceso con confianza al trono de la gracia para que puedas ya no solo verlo como tu Creador sino como tu Padre. Su voluntad es que recuerdes que Su preciosa e inagotable misericordia esté sobre ti porque Su ira recayó sobre Cristo, y que ahora, cada situación que vives, Él la use para hacerte más como Jesucristo; que crezcas más y más en santidad, y que como tu Padre es misericordioso y grande al perdonarnos, así tú también puedas ser misericordiosa y perdonar aún a aquellos que te dañan. Así, no solo lo reflejarás en lo externo con tu cuerpo que es creado a Su imagen y semejanza, sino que ahora, con tu carácter, puedas glorificarle en donde quiera que vayas.

La Biblia nos muestra que Dios no permanece inmutable cuando sufrimos, «Sin embargo, Él vio su angustia al escuchar su clamor» (Sal. 106:44). Él se duele con nosotras cuando somos lastimadas y está presto a sanarnos; pero pidámosle también Su ayuda para poner nuestra mirada en Su voluntad y para elevar nuestros ojos mucho más allá de la vanidad de nuestros días.

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Sobre el autor

Sofía Núñez

Sofía es originaria de Monterrey, México, donde reside actualmente y sirve en el ministerio de niños de su iglesia local. Es nutrióloga de profesión y disfruta de escuchar y servir a otros en el día a día. Al reconocer la … leer más …

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