Hace unos años, recorrimos las cartas del Apóstol Pedro y uno de los descubrimientos más relevantes fue la importancia de entender el propósito de nuestra identidad en Cristo. Nos encanta saber que una de esas publicaciones encabeza la lista de «Los más leídos del 2023». Esta parada cubre el contenido de 1 Pedro 2:9–10.
Antes de saltar a nuestra lectura, recuerda que en los versículos anteriores Pedro resaltó que para aquellos que creen, Cristo es de gran valor; pero para los que no, es una piedra de tropiezo, por su desobediencia a la Palabra. Con eso en mente, leamos el pasaje de hoy:
«Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido misericordia» (1 Pd. 2:9–10).
¿Notas el contraste que se resalta cuando Pedro dice «pero ustedes»? En otras palabras, Él dice: «Ustedes no forman parte del grupo de los que rechazan a Jesús, la Piedra Viva. Ustedes no son los que tropiezan con Su verdad, más bien ustedes son los que la abrazan y la atesoran como lo más valioso».
Eres parte del grupo más valioso del mundo
Ser parte del grupo al que Pedro le escribe «pero ustedes», debería hacernos saltar de gozo. Que no te acepten, que no te incluyan en la lista de las más populares o bonitas, que no te inviten a las fiestas o simplemente que no encajes entre tus amigos pierde toda importancia en el corazón de una joven que ha entendido que ha sido aceptada en el grupo más valioso del universo.
Ser parte de la familia de Cristo es el más grande privilegio que un ser humano pudiera tener sobre la tierra. Y lo mejor de todo es que no solo eres parte de la familia de Dios, también se te ha dado un nuevo estatus y una nueva identidad, veamos como Pedro la describe:
Eres linaje escogido
Recuerda que Pedro le está hablando a creyentes que sufren persecución en el exilio, él les está recordando cuál es su verdadera identidad. Lo mismo pasa hoy en día, estos versículos necesitan ser recordados en el corazón de una joven que ha nacido de nuevo a la familia de Dios y ha sido insertada en su pueblo. Tú también necesitas recordar cómo tu fe en Cristo te hace parte del linaje de Abraham y cómo tú también recibirás una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos.
En el pasado Dios escogió un pueblo que fue salvado por la sangre de los corderos en el éxodo, (¿recuerdas la historia de Moisés?) pero hoy, Jesús, el Cordero perfecto, por Su sacrificio ha unido a todos los que creen en Él en la familia de Dios.
No importa tu nacionalidad, raza ni color, a través de la obra de Cristo eres parte de ese linaje escogido, de ese pueblo que Dios reservó para Sí.
Es imposible que pueda continuar, sin hacer una pausa para darle gracias a Dios por adoptarnos en su familia. ¡Qué hermoso es saber que tenemos un lugar en la mesa de nuestro buen Padre celestial!
Eres real sacerdocio
Así como vimos en los versículos anteriores, Jesús ha abierto la entrada a Su presencia a través de Su sacrificio y ahora tenemos acceso pleno a Él. No necesitamos de un sacerdote para que sirva de intermediario para llevar nuestra alabanza o para recibir perdón de nuestros pecados. No necesitamos de un mediador terrenal para estar en contacto con Su Palabra. ¡El Rey del universo nos ha abierto las puertas para que corramos a Él!
Eres nación santa
En una ocasión escuché a alguien decir que la santidad es un estado y un camino. Es un estado porque cuando crees en Cristo para salvación, inmediatamente la santidad y perfección de Cristo pasan a ser tuyas también. El Padre te ve como una hija santa y pura, justo como ve a Su hijo Jesús. La santidad también es un camino, porque aún no podemos deshacernos de nuestra naturaleza pecaminosa. Hasta que lleguemos a Él, necesitamos crecer progresivamente en santidad. Dios ha escogido personas dispersas, diferentes, de todo tipo de raza para unirlos en una sola nación. La nación de los que han sido santificados por la sangre de Cristo. Nos ha apartado y nos ha separado del mundo en cuanto a nuestra manera de vivir, pero nos mantiene segregados en medio del mundo para que Su santidad sea evidente y reflejemos Su carácter a los que nos rodean.
Eres pueblo adquirido para posesión de Dios
En el pasado, el pecado era tu dueño y vivías sujeta a sus demandas. Pero Dios no te dejó esclavizada, Él pagó el más alto precio para comprar tu libertad. Ahora eres parte del pueblo que Dios ha adquirido para Sí. Eres parte de los que corren a Él como hijos y se rinden a su voluntad en completa libertad.
«Linaje escogido, real sacerdocio, nación santa y pueblo adquirido» son títulos grandes. Son conceptos profundos en los que «la generación de las redes sociales» necesita meditar. Porque sus implicaciones van mucho más allá de tener un lindo perfil. Se necesita una vida real para que estos atributos se pongan de manifiesto. Se necesita una joven que esté dispuesta a consagrarse completamente a Dios para que esto pueda verse de manifiesto.
Tu nueva identidad tiene un propósito grandioso
El propósito de la identidad que Dios te ha dado en Cristo es que tu vida pueda manifestar el carácter de Dios. ¡Que tu vida sea un megáfono que proclame la bondad de Dios! Que tu forma de andar demuestre que has sido trasladada de las tinieblas a la luz, que tu conducta sea una pancarta que anuncie al mundo que has sido rescatada por misericordia y que todos tus faroles apunten a tu Salvador.
Y cuando sientas que esos títulos te quedan grandes, y el peso de tu propio pecado te abrume, quiero recordarte que tu identidad no se basa en lo que tu sientes, sino sólo en lo que Dios dice de ti. En el primer versículo puedes ver que esto no tiene nada que ver con tus sentimientos: «Pero ustedes son»... esto es lo que tú eres, a pesar de como te sientas. Así que deja de mirarte a través de tus emociones y comienza a verte como Dios te ve. Ponte los lentes del evangelio y mira que eres una hija de Dios. Eres posesión suya, has sido escogida y apartada para Él. Tienes libre acceso ante Su trono, puedes correr a Su presencia confiadamente y anunciar las virtudes del que te salvó.
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