Cuando éramos pequeñas, sabíamos cuáles reglas de la casa eran negociables y cuáles no, ¿verdad? ¡Confiésalo! Las niñas somos muy astutas, y aprendemos rápidamente a manipular el sistema para nuestro beneficio. Si utilizabas cierta sonrisa, papá no se podía resistir, y te salvabas de tener que limpiar tu cuarto antes de ir a jugar.
Parece que en la vida cristiana es fácil adquirir una perspectiva similar. Oímos sobre la gracia y el amor de Dios, y de alguna forma llegamos a creer que esa gracia es para excusarnos de hacer las cosas difíciles (aunque provechosas) que supuestamente se necesitan hacer. Igual como una niña puede creer que, si su papá es más fácil de manipular, es más amoroso que mamá, nosotras podemos llegar a creer que la gracia es una forma de manipular a Dios. Si Dios me bendice a pesar de que yo no cumplo (lo cual hace muchas veces), siento que tengo algún tipo de control sobre Él, que me he salido con la mía.
Pero, amiga mía, estás muy equivocada si piensas así. Una mamá amorosa y responsable sabe que su hija necesita aprender el orden y el esfuerzo, y en su amor le exige esa disciplina a su hija. Igualmente, y de manera mucho más perfecta, tu Dios Padre te exige algo esencial para tu vida porque te ama. ¿Cuál es la actividad esencial, el hábito no-negociable de la vida cristiana? Fácil.
Lee tu Biblia.
Léela, escúchala, memorízala, medítala. En la versión (confiable) que sea, en el horario que sea, en el lugar que sea.
De esta disciplina fluirán todas las demás. Tu biblia tu mostrará a Dios, te revelará quién eres tú, te enseñará a orar, te animará a congregarte, te hará sabia para manejar tu noviazgo y amistades, te motivará a servir. Es absolutamente esencial.
Pero eres joven. Tienes toda una vida por delante. ¿Qué te puede ayudar a no distraerte, a entender y recordar la importancia de este hábito? Creo que necesitamos un pequeño ajuste en nuestra perspectiva de nosotras mismas en relación con el conocimiento bíblico. Me encanta cómo David Mathis termina la sección sobre la Biblia en su libro, «Hábitos de gracia». El capítulo seis se titula Decídete a ser alumno de por vida.
Alumna de por vida
Sé que estás a punto de abandonar esta publicación porque ¿quién quiere ser alumna de por vida? Pero, permíteme compartir este sencillo y brillante consejo de David Mathis. (Mejor aún, ¡consigue su libro cuanto antes posible para que lo leas todo!)
¿Te acuerdas de que dijimos que saber quiénes somos y en qué nos vamos a convertir es clave para estar dispuestas a disciplinarnos? Estamos hablando de asuntos de identidad. La manera en que definimos nuestra identidad impacta nuestras acciones. Lo que David está sugiriendo es que adquiramos una identidad de «alumna». Cuando piensas en leer, estudiar, memorizar, escuchar, y meditar la Palabra (actividades que todos debemos estar haciendo), no lo veas solamente como haciendo un depósito en un banco de conocimiento para que más tarde en tu vida cambies de ser alumna a maestra. Más bien, considérate alumna de por vida.
«La fe cristiana no es un plan de estudio limitado para dar inicio a la adultez. Nuestra actitud no debería ser primero aprender y luego pasar el resto de nuestra vida utilizando ese depósito original de conocimientos. Más bien, la salud continua en la vida cristiana está inseparablemente vinculada con un aprendizaje continuo.» (p. 90)
Hasta el infinito – y más allá
Nos puede ayudar mucho reconocer que siempre estaremos aprendiendo, incluso después de llegar al cielo. No pienses que un día «vas a llegar» y podrás dejar de esforzarte en crecer en tu conocimiento de Dios. Le estaremos conociendo en toda esta vida, y la venidera también. Mathis dice, «Se nos ha dado una promesa de crecimiento que no es solo para toda la vida, sino para la eternidad». (p. 90) Este es una causa de gozo en la vida cristiana.
Aprendiendo un Rostro
Hemos pasado muchos años de nuestra vida como alumnas, así que es natural y normal cuando escuchamos la palabra «alumna» pensar en simplemente adquirir información. Pero aquí es donde la disciplina espiritual del conocimiento bíblico toma un giro totalmente diferente a cualquier otro conocimiento que hemos intentado adquirir en nuestras vidas. David dice que no aprendemos meros hechos, sino que «aprendemos un Rostro». ¡Somos aprendices de una Persona! Nuestra relación con esa persona durará para siempre, y nos conviene conocerle lo más posible durante todo nuestro tiempo sobre la tierra.
Consejos para ser aprendiz de por vida
Te comparto varios de los consejos que David Mathis da en páginas 92-95.
- Utiliza una diversidad de fuentes. Según tu etapa y situación de vida, aprovecha oportunidades como clases o videos. Si tienes acceso a buenos libros o artículos y audios en internet, aprovéchalos. Una fuente que menciona el autor me encantó: conversaciones personales con gente experimentada. ¿Aprovechas a las personas más maduras en la fe que tienes a tu alrededor para buscar consejo, opiniones o una perspectiva diferente? ¡Es un consejo muy útil!
- Crea tu espacio. Con esto quiere decir que hagas ciertos hábitos en ciertos espacios de tiempo. Escuchar un podcast específico cierto día de la semana u hora del día. Separar un tiempo especial no-negociable en cierto lugar. Hay muchas maneras de hacer esto, pero el punto es hacerlo de manera deliberada como una prioridad.
- Aprovecha tiempos libres y de ocio. ¿Te trasladas al trabajo o la escuela en transporte público o manejando un coche? ¿Cuál podcast cristiano o app de lectura bíblica utilizas durante ese tiempo? Si tienes el hábito de ver tele cada noche antes de quedarte dormida, saca la tele de tu cuarto y comienza un hábito de repasar un salmo antes de ir a dormir. Evalúa cómo usas tiempos muertos y tiempo libre.
- Adopta la identidad de alumno. Otra vez regresamos a lo de la identidad. No necesitas sentir que «llegaste», o que vas a sacar primer lugar en una trivia de conocimiento bíblico. Estar en la palabra no debe sentirse tanto como una actividad, sino como parte de quién eres.
«Acepta que eres finito y que Dios es gloriosamente infinito, y prepárate para nunca dejar de aprender, no como una carga, sino con gran gozo. Decídete a ser un alumno de por vida.»(p. 95)
¿Cuál de estos consejos pondrás en práctica desde hoy? Comparte con nosotras en la sección de comentarios.
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