Dios, nuestro único refugio

Cuando alguna situación te hace sentir profundamente angustiada, temerosa, triste, ansiosa o incluso enojada, ¿qué es lo primero que haces? ¿Sientes la necesidad de que alguien te escuche? ¿A dónde corres? ¿Cuál es tu lugar seguro? ¿Es tu refugio una persona? ¿Una amiga? ¿Un muchacho? ¿Con quién derramas tu corazón?

Tantas preguntas tal vez puedan intimidarte o hacer que te sientas acorralada, pero esa no es en lo absoluto mi intención. Me encantaría sentarme contigo y que me escucharas hacerte estas preguntas con mucho amor porque quiero enseñarte algo que el Señor me enseñó hace unos años y que ha sido una enorme bendición en mí caminar con Él.

Yo sé que la vida en este mundo caído puede ser muy difícil, dolorosa o intimidante. Tal vez estás atravesando alguna situación familiar complicada, la traición de alguna amiga, enfermedad, pérdida, ansiedad, cambios o decisiones que te dan miedo, soledad, depresión o alguna otra situación. 

Cuando el camino por donde el Señor nos guía nos lleva a atravesar alguna de estas situaciones ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo logramos pasar por en medio de ese valle? La Biblia no nos dice que debemos permanecer inmóviles antes estas cosas como si no nos afectaran… nos da una mejor solución. Acompáñame a meditar en el salmo 62.

Derrama tu corazón delante de Él

«Confíen en Él en todo tiempo, oh pueblo; derramen su corazón delante de Él; Dios es nuestro refugio». —Salmo 62:8

¡Este versículo es una joya! Que precioso es que tengamos un Dios tan cercano y personal con el que podamos acercarnos con confianza para no solo hablar, sino literalmente derramar nuestro corazón. 

Gracias al sacrificio de nuestro Señor podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia para hallar misericordia y gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Gracias a Su sangre hemos sido reconciliadas y ahora tenemos un Padre amoroso en los cielos que nos ve y escucha con agrado. Y es gracias a esa relación restaurada que podemos no solo derramar nuestro corazón, sino también confiar en Él.

Esto es algo en lo que me gustaría que nos pudiéramos detener un momento. El salmo nos invita a confiar en el Señor «en todo tiempo», pero no es una confianza fría o automática como si dijéramos: «Me acaban de decir que a mi papá le quedan dos semanas de vida, está bien voy a prender el interruptor de “confía en Él en todo tiempo” y listo». ¡Quisiéramos que fuera tan sencillo! 

Pero el Señor nos ha dado el regalo de traer toda nuestras angustias y dudas sinceras a Él. ¿Recuerdas a Asaf? En el Salmo 73 vemos la confusión y amargura que sentía de ver al malvado prosperar, pero fue hasta que entró al santuario que entendió el fin de ellos (Salmo 73:17). Fue hasta que entró en la presencia de Dios que pudo ver con claridad y se dio cuenta de que estaba siendo torpe y necio, y es ahí donde el Señor abre sus ojos y lo lleva a deleitarse en Él.

Derramar nuestro corazón delante del Señor nos debe llevar a confiar en Él. Debemos venir con corazones sinceros, pero también humildes para dejar nuestras preocupaciones y dejar de vernos a nosotras mismas, para entonces ver Su grandeza y así poder reconocerlo como nuestro único refugio.

Esperar en silencio 

«Alma mía, espera en silencio solamente en Dios, pues de Él viene mi esperanza.

Solo Él es mi roca y mi salvación, mi refugio, nunca seré sacudido.

En Dios descansan mi salvación y mi gloria; la roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios». 

-Salmo 62:5-7

Imagínate que estás en un elevador y este se descompone, las puertas no abren y no hay nadie más contigo. Presionas el botón de ayuda una y otra vez, pero nadie te contesta, así que insistes con más angustia. Por fin te contesta alguien de mantenimiento y te dicen que ya mismo sale alguien a ayudarte. Lo más probable es que te quedes quieta en lo que llega la ayuda. Ya no insistes una y otra vez presionando el botón porque sabes que la ayuda viene en camino.

Esperar en silencio no quiere decir que permaneceremos mudas ante una situación (ya vimos que este mismo salmo unos versículos más adelante nos insta a derramar nuestro corazón al Señor), más bien se refiere a una espera confiada solamente en Dios porque reconocemos que de Él proviene nuestra esperanza.

Me gustaría que vuelvas a leer estos versículos con calma y puedas meditar en la dulzura que contienen. Habla a tu alma como lo hace el salmista y reconoce que el Señor es tu roca inconmovible en la tormenta, que de Él proviene tu esperanza, que Él es un refugio seguro. 

Podemos esperar en silencio porque confiamos en nuestro buen Pastor que es lento para la ira y GRANDE en misericordia.

No confíes en vanidades

«Los hombres de baja condición solo son vanidad, y los de alto rango son mentira; en la balanza suben, todos juntos pesan menos que un soplo. No confíen ustedes en la opresión, ni en el robo pongan su esperanza; si las riquezas aumentan, no pongan el corazón en ellas».

 -Salmo 62:9-10

Cuando tenemos problemas somos tentadas a correr en busca de alguien más y querer tomar la situación en nuestras manos para controlarla con lo que tengamos al alcance. Por favor no me malinterpretes, es una bendición tener amigos y personas maduras en la fe que nos aconsejan en medio de decisiones y acciones que necesitamos tomar, pero cuida que tu corazón y esperanza no estén en esa persona porque, al final de cuentas, el Señor nos recuerda que el hombre es como un soplo. 

Lo que tu corazón anhela y necesita solamente lo vas a encontrar en el Señor. Aprende a derramar tu corazón delante de Él en cada situación que vivas. Vas a poder ver cómo tu fe crece y se fortalece al ver Su bondad y cuidado. Corre a Él y nunca serás defraudada. 

Mi oración para ti hoy es que tu confianza sea Él antes que las personas, dinero o influencias; el verdadero refugio inconmovible es nuestro Señor.

No te pierdas esta bendición ¡Corre, descansa y confía en Él!

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Sobre el autor

Sofía Núñez

Sofía es originaria de Monterrey, México, donde reside actualmente y sirve en el ministerio de niños de su iglesia local. Es nutrióloga de profesión y disfruta de escuchar y servir a otros en el día a día. Al reconocer la … leer más …

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