¡Hola! Mi nombre es Yanoret Genao y quiero compartir mi historia contigo, deseo contarte cómo Dios me guió de regreso a casa.
A muy temprana edad, mi madre una creyente devota del Señor, comenzó a llevarme a la iglesia. A la edad de 9 años acepté a Cristo como mi único Señor y Salvador, pero no fue hasta los 12 que me bauticé; siempre estuve en un ambiente cristiano, lo que me llevaba a cumplir con todas las normas de servicio, vestimenta, conductas ya establecidas en la iglesia pues eso era lo correcto y yo tenía que hacerlo para encajar… Por lo menos eso creía yo.
Antes de los 9 ocurrió algo que marcó mi vida, fui abusada sexualmente, esto me marcó profundamente, pero no fue hasta mi adolescencia donde sentí que me habían robado algo. A menudo Satanás usaba eso para atacar mi mente y ponía en mi mente la trampa del dar para recibir, ¿y qué daba yo? Mi cuerpo, ¿que recibía? Afecto, o al menos eso creía.
Es importante que sepas que Dios no me estaba dando luz verde para pecar, pues Él no es autor de pecado, yo decidí vivir esta doble vida y no pensaba en las consecuencias.
Santiago 1:15 dice: Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, DA A LUZ la muerte.
Esto me sucedió a mí, en vez de traer mis pensamientos y sentimientos a la cruz de Cristo, confesando y apartándome como dice en Salmos 38:18 (Por tanto, confesaré mi maldad, y me contristaré por mi pecado.) me hice sabía en mi propia opinión, pecaba pero sentía vergüenza de confesarlo, me importaba mucho: qué dirán mis amigos, cómo se sentirán mis padres.
Mi pecado me arrastraba a mí y a las personas que más me amaban….pero yo continuaba, no sabía cómo escapar y esto dio como resultado: un embarazo. Al enterarme quise tomar la decisión de abortar, más mi esfuerzo fue en vano, porque Dios intervino por medio de mi pastor y una hermana de mi iglesia quienes llegaron donde estaba, a ayudarme.
Ya puedes imaginarte, comenzó el caos, mi familia estaba muy triste y desilusionada, mi iglesia dolida y fui puesta en disciplina. Tiempo después la criatura en mi vientre murió.
Pasó un tiempo, yo traté de organizar mi vida, y enfocarme en las cosas del Señor, pero aún seguían mis luchas y tentaciones... y volví a caer, me sentía sucia, e incompetente. ¿Cómo es que luego de todo lo sucedido, vuelvo a cometer el mismo pecado?
Lo confesé al Señor Jesús y me aparté…….mas esto no fue suficiente, ya que Dios dice en Su Palabra que no quedará pecado oculto, todo salió a la luz; solo que en esta ocasión mi reacción no fue tan humilde. Me rebelé, mi relación con mi madre estaba deteriorada, no había confianza (con razón), por todo me molestaba y perdía la compostura, en una de nuestra discusiones decidí irme de la casa a tomar mis propias decisiones, mis propias reglas.
Mientras ella y un grupo especial de hermanas oraban por mí, yo seguía haciendo de las mías. Dios usó algunas circunstancias, como un viaje junto con un grupo de cristianos a la montaña más alta del Caribe, que se encuentra en mí país, para mostrarme que yo era incapaz de librar mis batallas sola, y que necesita de Él y de la oración y del soporte de Su pueblo. Me permitió ver en Su misericordia mi necesidad de Cristo para vencer esta ballata contra el pecado.
Ahora soy una nueva criatura, y testigo de lo que el profeta Nehemías (Nehemías 9:31) dice: más por Sus misericordias no me consumió ni me desamparó, pues es un Dios clemente. Gracias a Él pude restablecer mi relación con mis padres, pedir perdón y volver a casa.
Dios en su gracia y favor, me dió mucho más de lo que me imaginé, hoy estoy casada con un siervo del Él, que me ama tal como soy con todo y mi pasado, tres bellos hijos y una iglesia donde servir. Mi historia pudo terminar de otra manera, pero nuestra historia no se trata de nosotros, sino de la obra de redención de Cristo en la cruz, porque Él es bueno, justo y fiel.
Puede que tu pecado sea igual o diferente al mío, pero mi recomendación es la misma: ¡No luches sola!, ven a Jesús, sumérgete en Su Palabra, clama por Su perdón, y busca a personas que te guíen en la Palabra y oren por ti.
Cristo Jesús está dispuesto a levantarte, regar tu tierra como el rocío de la mañana y darte libertad. ¡Créele a Él!
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