Trabajar, ejercitarme, comer, descansar. Repetir. ¡Ah, cierto! ¡Devocional también!
Quizás tu rutina diaria es muy parecida a la mía. En los últimos 10 años de mi vida he tenido tres trabajos, todos ellos requerían que yo saliera de mi casa de lunes a viernes, lo cual era algo común antes de la pandemia.
Durante esos 10 años, batallaba constantemente con tener un tiempo a solas con el Señor y debo decir que tristemente fallé más de lo que me gustaría admitir. Confieso que yo no era intencional en apartar un tiempo para el Señor y tomaba mis estudios de la universidad y el trabajo como una excusa para decir que esas cosas me impedían tener tiempo. Si bien es cierto que ambas cosas consumían mucho de mi tiempo, a la vez tenía un concepto equivocado de lo que significaba pasar un tiempo a solas con Dios y eso hacía que me sintiera culpable, y en última instancia, fría e indiferente respecto al tema, ya que siempre fallaba.
Si eres universitaria y trabajas, puede que estés pensando: «Bueno, yo no trabajo desde mi casa. Yo tengo que salir todos los días hasta las horas de la tarde, ¡y cuando llego a casa me esperan todas las tareas por hacer del mundo!». O tal vez aún estés en el bachillerato y estás diciendo: «Bueno, estoy en mi último año y realmente llego muy agotada a casa como para buscar tener un tiempo a solas con el Señor. Aparte de eso, ¡las tareas de los maestros son infinitas!».
Ya sea que trabajes todo el día, trabajes y estudies al mismo tiempo, o aun sigas en el bachillerato, déjame decirte esto: ¡SÍ ES POSIBLE UN TIEMPO A SOLAS CON DIOS! Es posible que te incomode un poco esta afirmación, pero la realidad es que, de alguna manera, y si eres cristiana, el Espíritu de Dios que mora en ti te hace saber que es posible tener ese tiempo, solo tienes que ordenar tus prioridades.
Hoy, quiero darte algunos consejos sobre cómo hacer de tu tiempo con el Señor una prioridad. Pero antes, lee conmigo Lucas 10:38-42:
«Mientras iban ellos de camino, Jesús entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba Su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos. Y acercándose a Él, le dije: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”. El Señor le respondió: “Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada”».
¿Te identificas con Marta? ¿Crees que María es demasiado pasiva e indiferente al ver a su hermana corriendo de aquí para allá, preparando todo para que Jesús se sienta bienvenido?
Quiero aclarar que no te estoy diciendo que dejes tus quehaceres de la escuela, universidad o tu trabajo y pases 3 o 4 horas orando y leyendo tu Biblia olvidándote de tus pendientes. No, lo que te animo es a que te enfoques en que, aun en medio del ajetreo diario y las responsabilidades, puedes detenerte y dedicarle al Señor un tiempo, ¡porque Él es digno!
Quiero darte una pequeña lista de algunos consejos, algunas cosas que probablemente serán difíciles de hacer, porque lo fueron para mí, pero puedo prometerte que si oras a Dios y le pides que te ayude a depender de Él, y que ponga en ti el querer como el hacer, ¡Él te lo concederá!
- ¿A qué hora sueles despertar en la mañana? Intenta despertar media hora más temprano para buscar a Dios en oración y encomendar tu día a Él.
- ¿A qué hora llegas a casa de la escuela? Cuando llegues, ve a cualquier lugar de tu casa donde puedas estar sola, lee un salmo, reflexiona sobre él y luego ora al respecto.
- ¿A qué hora te vas a dormir? Antes de que tu cabeza toque tu almohada, ora dándole gracias al Señor por lo que Él permitió que sucediera en tu día, por haberte guardado y protegido.
- ¿Cuál es tu rutina de los fines de semana? Te animo a que apartes los primeros 30 minutos desde que despiertes a leer tu Biblia, luego escribe cómo crees que Dios te ha hablado y ora al respecto.
Puedes comenzar aplicando estos cuatro consejos que te he dado para armar un pequeño horario razonable que te permitirá darle lo mejor de tu día al Señor. Por supuesto, no será fácil al principio, yo fallé bastante y hay días en los que aún fallo. Pero Dios, en Su ternura y misericordia, renueva mis afectos por Él y a través de distintos medios de gracia me recuerda que el estar cerca de Él es mi bien.
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