Aplazas y no concluyes lo que te habías propuesto. Te repites con frecuencia: «luego, después, un poco más tarde»… pero nunca realizas a tiempo lo que tienes pendiente por hacer. Siempre estás ocupada, no tienes tiempo. De seguro con frecuencia presionas el «snooze» en tu celular. ¿Te sentiste identificada?
La tendencia a la ociosidad y la pereza es comúnmente asociada con aquella persona irresponsable y distraída en sus intereses, pero es poco frecuente relacionar la pereza con su raíz: la idolatría. El problema que enfrentamos al vivir una vida en «snooze», procrastinando y con excusas, es un reflejo de que hemos dejado de contemplar a Dios y nos hemos concentrado en ser gobernadas por nuestras emociones e intereses propios, aplazando las prioridades y responsabilidades que tenemos.
¿Qué dice la palabra de Dios sobre esto?
«Ve, mira la hormiga, perezoso, observa sus caminos, y sé sabio. La cual sin tener jefe, ni oficial ni señor, prepara en el verano su alimento, y recoge en la cosecha su sustento. ¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para descansar, y vendrá como vagabundo tu pobreza, y tu necesidad como un hombre armado» (Proverbios 6:6-11, énfasis añadido).
Querida amiga, si estás batallando con la pereza en estos momentos, te comparto que he estado ahí también. En muchas ocasiones en mi corazón se ha inclinado la dejadez, falta de compromiso, el distraerme con mis intereses sin asumir con responsabilidad mis deberes. He puesto mis días en «snooze» y no he sido sabia.
Mi corazón no lo identificaba como «pereza», sino como una oportunidad para manejar las responsabilidades y situaciones de mi día, tomando únicamente el control y olvidando a quién sirvo y a quién debo de honrar con mis acciones.
Muchas veces la excusa del «cansancio», de estar «ocupada», «no es el momento», «mañana», son las que me sacan de perspectiva. La Palabra de Dios me ha animado al sacrificio, la diligencia y la perseverancia. He aprendido a cuestionar mis hábitos, acciones y decisiones preguntándome: «¿Estoy siendo un reflejo de Dios?».
Te quiero compartir 5 formas para combatir la pereza:
1. Identifica si estás siendo perezosa en algún área de tu vida. Evalúate con estas preguntas.
- ¿Me gusta el camino fácil y evito enfrentar las tareas difíciles?
- ¿Dejo las tareas de mi día incompletas?
- ¿Se acumulan mis responsabilidades constantemente?
- ¿Le doy prioridad a mi entretenimiento y aplazo mis responsabilidades?
- Cuando trabajo en equipo, ¿tomo la iniciativa o espero a hacer el mínimo esfuerzo en los proyectos que se presentan?
- ¿Me distraigo con facilidad? ¿Me cuesta concentrarme pero no aplico estrategias o busco ayuda para resolver esta dificultad?
- ¿Cumplo con mi trabajo pero se me olvida pasar tiempo con Dios o lo aplazo constantemente?
- ¿Me siento ansiosa e inquieta con frecuencia?
- ¿Tengo problemas financieros, desorden en mi hogar, constantes dificultades con mis maestros o jefe del trabajo?
- ¿Tengo pasión o propósito en las actividades que realizo en mi día?
- ¿Tiene el tiempo valor para mí?
2. Necesitas la gracia de Dios cada día.
La gracia de Dios te llevará a trabajar y vivir diligentemente para la gloria de Dios.
«Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros. No sean perezosos en lo que requiere diligencia. Sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, gozándose en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración» (Ro. 12:10-12).
«Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col. 3:23).
3. Recuerda dónde está tu identidad.
Puedo llegar del trabajo y encontrar que necesito limpiar la cocina y mis pensamientos me dirán: «Hazlo después, descansa, te lo mereces», y entonces acostarme a ver una serie en Netflix. O puedo escoger hacer de ese hogar un cielo en la tierra. Una simple acción como la limpieza de mi cocina puede reflejar dónde está mi corazón.
También sucede que puedo cumplir con siempre ser responsable en mi trabajo, llegar a tiempo, salir con mis amigas, ver series de netflix, comer y cumplir con algunos deberes, pero no apartar un tiempo con Dios. Entonces mis excusas comienzan a salir: «Ay, ¡se me olvido!», «¡Estoy cansada!», «¡Qué sueño tengo!», «Luego lo hago», «Primero, yo necesito…».
¿Mi identidad soy yo, lo que yo quiera y como yo lo quiera, o mi identidad está en lo que Dios ha dicho de mí?
«Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, y el que te formó, oh Israel: No temas, porque Yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; Mío eres tú» (Is. 43:1, énfasis añadido).
Si hemos decidido creer en Dios y vivir abrazando Sus verdades, Su Palabra nos debe mover a aplicarlas en nuestra vida. Somos criaturas de Dios y aun en nuestra debilidad, en nuestro agotamiento y en nuestra lucha contra nuestros propios deseos, Dios está con nosotras peleando por ti y por mí.
4. Evita ser contagiada de la pereza de otros.
Si estás rodeada de personas que postergan la realización de sus prioridades o tareas y te motivan a hacer lo mismo o apoyan tus decisiones de aplazar e incumplir, entonces es importante que analices si estás arrastrando este comportamiento porque es aprobado por tu círculo de amigos y seguramente te estás olvidando de vivir para nuestro Señor.
Esto puede provocar preocupación, un sentimiento de insatisfacción: «No puedo lograr nada», «No concluyo lo que empiezo».
Recuerda: «El alma del perezoso desea mucho, pero nada consigue, sin embargo, el alma de los diligentes queda satisfecha» (Prov. 13:4).
La diligencia implica una decisión, elimina las excusas y crea hábitos. Haz una lista de lo que tienes pendiente y proponte ser perseverante en cumplirlo.
5. Vive haciendo una tarea a la vez.
Dios, en Su Palabra, nos manda a ser diligentes y aprovechar bien el tiempo cada día.
«Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no sean necios, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor» (Ef. 5:15-17, énfasis añadido).
Amada joven, mi oración por ti es que puedas abrazar estas verdades de Dios y pongas sobre Él tus luchas y cargas. La pereza es un enemigo feroz que nos llena de ansiedad y preocupación, aunque queramos callar nuestra conciencia. Depende de Dios para cada día y recuerda que en la tempestad, Él será tu ancla hasta tu día final.
¡Contempla a Dios y vivamos para Él!
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